Orlando Guevara Núñez
El 4 de febrero de 1962, como respuesta a la expulsión de Cuba de la OEA, más de un millón de cubanos se reunieron en la capital cubana, constituyéndose en Asamblea General del Pueblo de Cuba, la cual aprobó la Segunda Declaración de la Habana. De aquel histórico acontecimiento, todavía con fuerza de presencia, recordaremos algunos momentos, tanto del discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro, como del texto de la Declaración.
Fragmentos de la II Declaración de La Habana
Pero esta lucha, más que aquella, la harán las masas, la
harán los pueblos (APLAUSOS); los pueblos van a jugar un papel mucho más
importante que entonces; los hombres, los dirigentes, importan e importarán en
esta lucha menos de lo que importaron en aquella.
Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de
indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a escribir las
masas progresistas, los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan
en nuestras sufridas tierras de América Latina (APLAUSOS). Lucha de masas y de
ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y
despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que
ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraba rebaño impotente y
sumiso, y ya se empieza a asustar de ese rebaño; rebaño gigante de 200 millones
de latinoamericanos en los que advierte ya a sus sepultureros el capital
monopolista yanki (APLAUSOS).
Con esta humanidad trabajadora, con estos explotados
infrahumanos, paupérrimos, manejados por los métodos de fuete y mayoral, no se
ha contado o se ha contado poco. Desde los albores de la independencia
sus destinos han sido los mismos: indios, gauchos, mestizos, zambos,
cuarterones, blancos sin bienes ni rentas, toda esa masa humana que se formó en
las filas de la “patria” que nunca disfrutó, que cayó por millones, que fue
despedazada, que ganó la independencia de su metrópoli para la burguesía; esa,
que fue desterrada de los repartos, siguió ocupando el último escalafón de los
beneficios sociales, siguió muriendo de hambre, de enfermedades curables, de desatención,
porque para ella nunca alcanzaron los bienes salvadores: el simple pan,
la cama de un hospital, la medicina que salva, la mano que ayuda.
Pero la hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la
vienen señalando con precisión ahora también de un extremo a otro del
continente. Ahora, esta masa anónima, esta América de color,
sombría, taciturna, que canta en todo el continente con una misma tristeza y
desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su
propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a
morir. Porque ahora, por los campos y las montañas de América, por las
faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad, o en el
tráfico de las ciudades, o en las costas de los grandes océanos y ríos, se
empieza a estremecer este mundo lleno de razones, con los puños calientes de
deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi 500 años burlados
por unos y por otros. Ahora, sí, la historia tendrá que contar con los
pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que
han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia
(APLAUSOS). Ya se les ve por los caminos, un día y otro, a pie, en
marchas sin término, de cientos de kilómetros, para llegar hasta los “olimpos”
gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de
palos, de machetes, de un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, fincando
sus garfios en la tierra que les pertenece y defendiéndola con su vida; se les
ve llevando sus cartelones, sus banderas, sus consignas, haciéndolas correr en
el viento por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de
estremecido rencor, de justicias reclamada, de derecho pisoteado que se empieza
a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará
más. Esa ola irá creciendo cada día que pase, porque esa ola la forman
los más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su
trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia,
y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta gran humanidad ha dicho “¡Basta!” y ha echado a
andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la
verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente
(APLAUSOS). ¡Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de
Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable
independencia! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
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