martes, 15 de marzo de 2016

1878-2016 ¡Siempre Baraguá!



 

.Orlando Guevara Núñez


El 15 de marzo de 1878, la Protesta de Baraguá, protagonizada por el Titán de Bronce, Antonio Maceo, y un grupo de patriotas mambises, proclamó frente al gobierno colonial español que los cubanos no aceptaban la paz sin independencia y sin la abolición de la esclavitud, objetivos por los cuales habían luchado en la manigua durante diez años, en las más difíciles condiciones.
El vergonzoso Pacto del Zanjón había desmovilizado a una parte importante de las fuerzas insurrectas. Algunos cansados de la lucha. Otros, arrastrados por las promesas de una  paz que salvaría el abismo existente entre la España colonial y la Cuba colonizada. Muchos depusieron las armas arrastrados por sus jefes. La falta de unidad fue un factor determinante para que Arsenio Martínez Campos, general español, obtuviera con esa paz lo que no hubiese podido lograr con la guerra.
Pero cuando parecía ya extinguida la llama de la rebeldía, se yergue en Baraguá el gesto maceísta, calificado por José Martí, como “de lo más glorioso de nuestra historia”. Frente a la claudicación zanjonera, Antonio Maceo y otros prestigiosos jefes mantenían viva esa llama y expresaban su decisión de continuar peleando.
España, sin embargo, sabiéndose incapaz de proseguir con éxito la guerra, se aferraba a las gestiones de pacificación. Conversaciones con los jefes acogidos a la rendición, propuesta de recuperación de los bienes incautados por el poder colonial a los insurrectos,  trato diferente a los prisioneros y sus familiares, además de la orientación a sus tropas de no responder a los ataques mambises, formaron parte de esa  política.
Los combatientes  del Ejército Libertador Cubano, mientras tanto, luchaban en las peores condiciones, carentes de armas, municiones y alimentos, al tiempo que debían enfrentarse a fuerzas superiores que habían quedado sin enemigos en otras partes del territorio cubano. Combatieron, sin embargo, hasta que las condiciones les mostraron el camino no de una claudicación, sino de una necesaria tregua para reiniciar la contienda independentista. Así, el patriotismo de Baraguá suplantaba para siempre la indignidad del Zanjón. Comenzaba entonces, al decir de José Martí, la tregua fecunda durante la cual se prepararía la guerra necesaria iniciada 17 años después, el 24 de febrero de 1895.
El 22 de octubre de ese mismo año, como hermoso simbolismo, desde el mismo Mangos de Baraguá, escenario de la Protesta, partiría  la invasión hacia Occidente, bajo la jefatura de Antonio Maceo, con el objetivo de extender la guerra a todo el territorio nacional y destruir las riquezas que servían de sostén al poder colonial.
La grandeza del General Antonio, forjada en el crisol de los combates y la altura de su pensamiento político, alcanzó con ese hecho militar un sitial cimero. Compartida con el Generalísimo Máximo Gómez Báez, dominicano- cubano, la gesta invasora ha sido calificada dentro y fuera de Cuba como una de las hazañas militares más brillantes de su tiempo.
Esta vez, España no podría resistir. La lucha del  Ejército Libertador Cubano había quebrantado el poderío militar y económico colonial, cuya fuerza política y moral, también  desmoronada, la conducía a una inminente derrota. Pero aquella gesta no concluyó tampoco con la victoria cubana.
José Martí, máximo jefe de la guerra, había caído en combate en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895. Antonio Maceo, luego de cumplir los objetivos de la invasión y llevarla hasta su final, caería también el 7 de diciembre de 1896. El escenario estaba listo para  la  intervención norteamericana de 1898, mediante la cual el gobierno de ese país cumpliría su añejo apetito de anexión. Tras esa contienda, calificada por Lenin como la primera guerra imperialista en la historia de la humanidad, Cuba pasaba, de colonia de España, a neocolonia de los Estados Unidos.
Tendrían que pasar 60 años para que el Ejército Rebelde, fundado, dirigido y conducido a la victoria por el Comandante en Jefe Fidel Castro, hiciera realidad los sueños independentistas por los cuales lucharon los mambises durante 30 años. Sólo la Revolución triunfante de enero de 1959, dignificó con su obra las ideas y la verticalidad del principal héroe de Baraguá, que hoy trascienden su época y se insertan en la nuestra con fuerza de presencia.
Por eso, el 19 de febrero del 2000, el escenario de la Protesta y del inicio de la Invasión hacia Occidente, lo fue también de otro hecho inspirado en el viril legado maceísta: El Juramento de Baraguá.
La unidad como arma principal de la victoria; la decisión de no concertar nunca pactos indignos con el enemigo, no rendirnos ni cansarnos en la lucha; defender la obra conquistada al precio de nuestra propia existencia; hacer que un ataque  a nuestro suelo tenga un precio impagable para el agresor, sin otra suerte para él que la expulsión tras un largo combate sin tregua y sin calma; mantener nuestra soberanía frente a todos los intentos anexionistas. Acrecentar  nuestra Batalla de Ideas. Baraguá siempre como bandera y escudo. Juramento de revolucionarios. Juramento de pueblo.
Así, en este nuevo aniversario de aquella Protesta, Cuba, con la frente cada día más alta, puede suscribir con Antonio Maceo, no sólo el  No nos entendemos del 15 de marzo de 1878, al reafirmarle a Martínez Campos que no aceptaba el pacto vergonzoso, sino también sus últimas palabras, durante el holocausto de San Pedro: ¡Esto va bien!

domingo, 6 de marzo de 2016

Martí sobre las elecciones en Kansas, Estados Unidos (1887)




. Orlando Guevara Núñez
Es una verdad -dicha y aceptada -  que la época en que José Martí escribió las Escenas Norteamericanas, marca su desarrollo en el periodismo y la literatura. Y en la lectura de esas crónicas, se advierte también su capacidad para interpretar los grandes cambios económicos y sociales que se producen en los Estados Unidos y su posición al  lado de la justicia y de los que sufren en una sociedad  cuyos patrones condena.
Un ejempla claro que avala estas consideraciones, es su  Descripción de la primera votación de las mujeres en Kansas, fechada el 10 de abril de 1887, dirigida al director de la publicación argentina La Nación, donde tuvieron espacio muchos otros trabajos suyos.
Antes de entrar en la materia anunciada en el título, Martí retrata a la sociedad de ese tiempo en el país que surge a la opulencia. La violencia, el robo, la corrupción y otros acontecimientos de la vida social. Pero señala esos sucesos no como un fin, sino como un medio para llamar la atención sobre otros más trascendentes que deben conocerse. Burbujas de una hora. Con esa metáfora califica  el  acontecer  mencionado, en relación   con los grandes sucesos en que  se ve cambiar al  mundo. Martí tiene la percepción de que se está produciendo un cambio global, del cual expresa manifestaciones concretas en otras partes de este propio trabajo.
Y para argumentar al lector sobre hechos cotidianos que acaparan la atención, pero no son fundamentales, se refiere a otras menudencias  importantes, escogiendo –tal vez con el sentido de exaltar  lo que tienen de altruismo- los ejemplos de la caritativa soltera sexagenaria que donó sus cuadros, los judíos que fundan escuelas de arte y oficio, el quehacer de los obreros de Bessemer. También cita al millonario que con su fortuna ayudó a los pobres, al amigo de la libertad que pensaba crear un diario, al parecer admirado por él, al calificarlo metafóricamente de  párrafos vivos y robustos, como champagne bueno de copas de oro labradas  a  martillo.
Hasta ese punto de la crónica, Martí evalúa la trascendencia de los hechos, pero los toma como referencia comparativa con otros a los cuales atribuye mayor importancia.
Se nota la intención periodística de llevar a los lectores el conocimiento sobre sucesos contrapuestos a las burbujas de una hora: la influencia de los inmigrantes, el conflicto entre los católicos sobre los temas de la libertad y de la propiedad de la tierra y el derrumbe de los grandes partidos políticos.
En este tema de los partidos políticos, se plasma con claridad  la visión crítica de Martí sobre éstos, nacida de su concepción política.  Esos partidos, ahora en decadencia,  han pervertido en el mando los ideales que les dieron   vida.                                                                                                                                           
Y se refiere también la crónica a un elemento nuevo dentro de la política de los Estados Unidos: la creación de un partido de los trabajadores, y el alzamiento victorioso de la clase trabajadora.
No se aborda ese fenómeno como tema principal, pero Martí enfatiza su importancia y expone una realidad que se ha repetido en el decurso del tiempo: los partidos políticos, contrarios entre sí, se unen ante el avance del partido de los trabajadores, ante la amenaza de sus privilegios. Y con una expresión que define su posición ante ese hecho, califica a los trabajadores como gigantes sujetos a frágiles ligaduras.
La fragilidad señalada significa, en la consideración de Martí, un reconocimiento a las posibilidades de emancipación de los trabajadores y la debilidad de los poderosos para mantenerlos oprimidos.
Es un acontecer político interpretado y expuesto por Martí desde una posición progresista. Ya se nota el decidido propósito de los católicos criados en tierra libre, de abandonar la iglesia antes que ceder de su libertad. Y se percata de que los partidos políticos antiguos se van deshaciendo y están atentos solo al bienestar de sus secuaces.
Desde el punto de vista periodístico, Martí informa sobre un acontecimiento de actualidad, pero a la vez juzga, aunque no tome postura en la propuesta de cambios. Sus argumentos sugieren. No es su objetivo la posición personal. Pero cumple con dar los elementos para que los interesados se ilustren.
Otro fenómeno importante que acontece en los Estados Unidos, como resultado de los analizados hasta aquí, los resume Martí en pocas palabras, pero de una forma diáfana. Un hecho sin dudas trascendente que, más que expresión de una medida ocasional denota un momento importante en el desarrollo político y social de esa nación Ya se agrupa en dos parcialidades enormes la población norteamericana, de un lado “las masas” como se llaman a sí mismos, de otro lado “las clases”.  Bandos de por sí antagónicos por sus intereses. Históricamente, las diferencias  de esos partidos políticos, representativos de las clases, han subordinado sus diferencias a la unión para proteger sus intereses ante los reclamos de las masas y el peligro ante la fortaleza de sus oponentes.
Luego de la enumeración y evaluación de los acontecimientos expuestos en esta escena, llega Martí al tema central: la primera votación de las mujeres en Kansas.
Su definición primera es la de un hecho al que los demás no se igualan en novedad  y riqueza de color. Es un hecho noticioso. Pero el periodismo de Martí es esencialmente analítico y por eso va primero a la exposición de elementos y propósitos que alientan esa reivindicación de las mujeres en  Kansas, que tardaría muchos años para generalizarse en los Estados Unidos.
Pone al desnudo la verdad de que esa decisión no responde a un sentimiento humano, ni de real reconocimiento a los derechos de las mujeres a la igualdad. No existe intención de igualdad social. Todo obedece a la satisfacción de intereses de un partido, en este caso el Republicano, interesado en  sumar los votos de las mujeres a sus urnas. La medida en sí misma es excluyente, al otorgar el derecho solo a las nacidas en el país. Las naturalizadas en su mayoría se alistan  al partido opositor y por eso se les veta el voto. El rejuego político determina el alcance de la medida.
La inclusión de las mujeres negras es un acontecimiento realmente novedoso, pero que no socava la esencia de la discriminación racial.
Las interioridades de la política en los Estados Unidos son abordadas por Martí con  palabras muy medidas, pero certeras y directas. Todo se hace en ella a hurtadillas, con insinuaciones, con rivalidades, con chismes (…)  al que asoma a ella con amor a la patria y franca lengua, lo escarnecen, lo aíslan, lo acorralan.
Su primera apreciación sobre el desarrollo de esas elecciones, resume su criterio: notable bullicio, febril energía, los modos muy agresivos, el fin puro y confuso, la originalidad poca, un instrumento, esta vez al menos, de las pasiones de los hombres.
La mención de Helen Gongar, le sirve para referirse al proceso previo a las elecciones. En boca de ella se descubren los objetivos. Y luego, la conclusión martiana de que Adelanta en  Estados Unidos, aunque con lentitud, la idea de conceder el voto a las mujeres, pero en Kansas no fue adoptada la ley por  razón de alta humanidad, sino en virtud de ese trato mezquino.
Las interioridades del proceso son expuestas como argumentos para denunciar  la esencia de esa lucha por el poder. La igualdad fingida entre personas negras y blancas; la compra de votos; las injurias entre los candidatos; las ofensas llevadas a los más íntimos planos. Martí  narra algunas, otras son afirmadas por los protagonistas.
Una afirmación  metafórica de solo catorce palabras, sirve para que Martí resuma el ambiente del fin de la campaña electoral: Se oía en las ciudades, la noche antes de las elecciones, abejear la cólera.
Sobre el día de los comicios, Martí pasa a una narración sobre los hechos, pero sin omitir juicios que matizan el enfoque. Van y vienen cargados los carruajes que los republicanos pagan a las negras. ¡Son damas y han de ir en carruajes!  Las de “arriba”, que van llegando en sus carruajes propios, toman puesto  detrás de sus criadas en la hilera (…).
Al final de la votación, una apreciación de Martí  la define en su esencia: No se ha peleado a lo púgil, sino a lo serpiente.  O lo que es lo mismo: una lucha  no entre contendientes apegados a la ley y a la justicia, sino matizada por la traición, la ofensa y el veneno.
Los resultados dejaron dividendos de puestos públicos para algunas mujeres, enumerados por Martí sin otro empeño que el informativo.
Del trato a las mencionadas elecciones, se pasa al análisis de otras  novedades,  sin dudas de gran  relevancia. Las que han estado a punto de poner en manos de los trabajadores las ciudades más poderosas de la República.
En esa parte, Martí hace gala de su poder de análisis sobre los procesos de cambios políticos en los Estados Unidos. El avance del partido de los trabajadores sobre  los partidos antiguos decrépitos.  Y expone la esencia de las proyecciones de ese nuevo partido, cuando afirma que los trabajadores y reformadores que combaten a su lado están decididos a luchar juntos por las vías de la ley para obtener el gobierno del país, y cambiar desde él, en lo que tienen de injusto, las relaciones de los elementos sociales.
Un factor destacado por Martí, como elemento que falta al  partido de los trabajadores para luchar con posibilidades por el triunfo, es su constitución definitiva como partido americano, libre de ligas con los revolucionarios europeos. Esa aseveración tiene sus raíces en el conocimiento no solo sobre la política, sino también sobre los factores que predisponen a las masas contra los anarquistas, sobre todo a partir del suceso de la bomba del año anterior, a ellos imputado. El evidente sentimiento nacionalista, es igualmente ponderado por Martí.
Atención principal dedica el  autor al análisis sobre las causas que determinaron la derrota de los trabajadores, sobre todo en la ciudad de Chicago. La alianza de ellos con los anarquistas, les restó respaldo. Por otro lado, ante el peligro de sus intereses, demócratas y republicanos obraron como un solo partido.  Esa unión la vio Martí como un preludio de lo que sucedería en todo el país si a él se extendiese igual riesgo.
En el análisis Martí expone sobre los anarquistas criterios y argumentos modificados después, al estudiar con mayor profundidad  los acontecimientos por los cuales fueron acusados y la esencia de los postulados que defendían.
Antes de cerrar su crónica, Martí utiliza la retrospectiva sobre las noticias menores que acontecen en los Estados Unidos. Pero lo hace como recurso para introducir un tema de marcado interés político, social  y religioso: la posición del cura McGlynn, defensor de los pobres y opuesto al papel de la iglesia como institución rica enfrentada a los intereses del pueblo. Uno de los temas más polémicos es el de la propiedad sobre la tierra.
En  su análisis sobre el discurso del cura ante los católicos neoyorquinos, se puede  observar  la solidaridad de Martí  con el sacerdote y sus ideas profesadas. Aquella noche retemblaba el teatro. Como lanzas han quedado clavadas las  frases (…) Duraba minutos el ondear de los pañuelos.
Proponer soluciones, como fue característica de Martí en su ejercicio periodístico, demostrada principalmente en el periódico Patria,  no está presente en esta escena norteamericana. No era su propósito. El relata la realidad de un país que no es el suyo. Y su ética lo conduce a la narración, a la exposición de los hechos, al examen que responde a su visión, a su nivel profesional y a su óptica política, humana y revolucionaria.
Puede afirmarse, eso sí, que la crónica pone al desnudo una realidad deformadora de esos valores en los Estados Unidos en momentos, precisamente, que ese país emerge con ansias de extender su influencia y dominio sobre la América nuestra. Y en ese sentido, además del valor periodístico y literario, es importante la contribución para conocer las entrañas corrompidas de una sociedad que sus gobernantes, de forma altiva y prepotente, han querido, desde esos tiempos, imponer a nuestros pueblos.
No hay, repetimos, propuestas. Pero la sagacidad de Martí utiliza con brillantez otro recurso, bautizado como subliminal en los tiempos actuales. Y al exponer los hechos, obliga a la reflexión, al respaldo o al rechazo de los lectores.
Analícese el párrafo final de la crónica. McGlynn vestía levita cerrada, no sotana. Muchos curas católicos, muchos, aplaudían con ardor; uno había a quienes todos besaban la mano, de barba muy blanca. Y tres niñas pusieron a los pies del amado pastor, del párroco depuesto por el arzobispo, tres cestos de rosas.

sábado, 5 de marzo de 2016

¡Patria o Muerte!




.Orlando Guevara Núñez
Hoy, 5 de marzo, se cumplen 56 años del memorable discurso de Fidel Castro al despedir el duelo por los cubanos víctimas del criminal sabotaje al vapor francés La Coubre, en el puerto de La Habana.
Esta nave venía cargada de armas que serían entregadas al pueblo para su defensa, las que habían sido compradas en Bélgica, pese a las presiones del gobierno de los Estados Unidos para impedirlo.
Ese día, el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, hizo un detallado análisis del suceso que llenó de luto a todos los cubanos. Y pronunció, por primera vez, las palabras que hoy siguen acompañando a nuestro pueblo en su incansable lucha contra sus enemigos: ¡Patria o Muerte!
Como recordación de aquel episodio doloroso, reproducimos aquí algunos párrafos de aquel discurso, con vigencia plena para los tiempos presentes y los que están por venir.
“Nunca seríamos fuertes para agredir a nadie, no solo porque no tendríamos numéricamente armas, ni hombres, ni recursos, sino porque nunca tendríamos derecho para agredir a nadie; y por eso nunca seríamos fuertes, aunque tuviéramos recursos y armas, sencillamente porque no tendríamos derecho a hacerlo.  Y en cambio, nos sentimos fuertes para defendernos, estamos seguros de que somos fuertes para defendernos, porque estaremos defendiendo un derecho y sabremos defenderlo”.
“Entonces, ¿por qué no se quiere que tengamos los medios necesarios?  Es sencillamente porque se quiere que no podamos defendernos, se quiere que estemos indefensos.  ¿Y por qué se quiere que estemos indefensos?  Para doblegarnos, para someternos, para que no resistamos a las presiones, para que no resistamos a las agresiones.  ¿Y tienen precisamente derecho a obstaculizar nuestros esfuerzos para adquirir los medios para defendernos las autoridades de un país que no ha podido impedir que su territorio sea utilizado sistemáticamente para bombardearnos?”
“Es posible que mañana los diarios de ese país salgan diciendo que analizar estas verdades y estas razones es un insulto al pueblo de Estados Unidos.  Y valga aclarar que nosotros no insultamos al pueblo de Estados Unidos, ni nunca hemos insultado al pueblo de Estados Unidos; lo que ocurre es que a las verdades las llaman insultos, y las llaman insulto al pueblo para presentar a nuestro pueblo como un pueblo enemigo del pueblo de Estados Unidos.  Y las razones que nosotros argumentamos a los gobernantes —que son los responsables de la política de ese país— no son insultos al pueblo; porque entendemos, por el contrario, que quienes le hacen daño al pueblo norteamericano son los que cometen errores semejantes; los que ofenden al pueblo norteamericano son los que cometen errores semejantes.  Razonar, llamar las cosas por su nombre, aclararle al pueblo estas verdades, lo pintan como insulto, porque quieren dificultades de pueblo a pueblo, y aquí no hay dificultades de pueblo a pueblo, porque Cuba nunca tendrá dificultades de pueblo a pueblo con ningún pueblo del mundo”.
“Los pueblos son buenos, y no se pueden juzgar por sus gobernantes.  No habría sido justo juzgar a los cubanos, a este pueblo magnífico, por los gobernantes que la Revolución derrocó.  Los pueblos no tienen la culpa”.
“Nosotros hemos logrado el triunfo del pueblo después de siete años de cruenta lucha y de inmenso sacrificio.  En aquellos tiempos cualquier ciudadano podía ser torturado, cualquier ciudadano podía ser asesinado en las calles de las ciudades o en los campos, la tiranía más atroz imperaba en nuestra patria; mas eso no era obstáculo para que de Estados Unidos llegaran los barcos cargados de bombas y llegaran los barcos cargados de metralla, que en cambio no estallaban en el puerto de La Habana.  Sin embargo, nosotros no asesinamos a nadie, nosotros no torturamos a nadie, nosotros no golpeamos a un solo ser humano, nosotros hemos establecido en nuestra patria el imperio del respeto a la dignidad humana, a la sensibilidad humana, y nuestro Gobierno Revolucionario se ha caracterizado por ese clima de seguridad que tiene el ciudadano, por esa sensación de tranquilidad, de seguridad y de respeto que tiene el ciudadano; nosotros no torturamos, nosotros no asesinamos, y sin embargo, las armas que vienen para defender este régimen estallan al llegar a puerto.  En cambio, los torturadores de nuestro pueblo, los verdugos de nuestro pueblo, los que arrancaron la vida de 20 000 compatriotas, los que asesinaban estudiantes, campesinos, obreros, los que asesinaban hombres y mujeres, los que asesinaban profesionales, los que asesinaban a cualquier ciudadano, esos recibían directamente armas y pertrechos que no estallaban”.
“Cuando se trata de un régimen revolucionario justo, un régimen revolucionario humano, un régimen que tanto se ha esforzado por defender los intereses del pueblo, los intereses de nuestro pueblo sufrido y explotado —explotado por los monopolios, explotado por los latifundios, explotado por los privilegiados—, un régimen que ha librado al pueblo de todas esas injusticias, un régimen de la mayoría del país, un régimen humano, lo combaten.  Al régimen criminal e inhumano, al régimen de los monopolios y de los privilegios, lo ayudaban.  ¡Vaya democracia que ayuda a los criminales y ayuda a los explotadores!  ¡Democracia es esta, donde el hombre vale para nosotros y valdrá siempre más que el dinero!  Porque por dinero no derramaremos jamás una gota de sangre humana; por dinero, por intereses egoístas, no sacrificaremos jamás una gota de sangre humana”.
“Y sin inmutarnos por las amenazas, sin inmutarnos por las maniobras, recordando que un día nosotros fuimos 12 hombres solamente y que, comparada aquella fuerza nuestra con la fuerza de la tiranía, nuestra fuerza era tan pequeña y tan insignificante, que nadie habría creído posible resistir; sin embargo, nosotros creíamos que resistíamos entonces, como ­creemos hoy que resistimos a cualquier agresión.  Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria:  la de la libertad o la muerte.  Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria.  Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte”.
“Y así un día como hoy, luctuoso y trágico, doloroso para el pueblo, doloroso para el gobierno, doloroso para los familiares de los obreros y los soldados, y los ciudadanos que cayeron; en un momento como este, importante, es bueno que dejemos sentadas estas cosas, y que nuestra disposición de resistir no es solo la disposición de resistir militarmente.  Creen tal vez que tenemos valor para morir, pero que no tenemos valor para resistir las privaciones, y los hombres tienen valor para resistir, incluso las privaciones que menos se imaginan”.
“Si aquellos hombres que comenzaron la lucha en las montañas no hubiesen tenido valor para resistir las privaciones, habrían sido vencidos; mas, no fue así, porque tuvieron entereza para resistir las privaciones.  Hombres débiles son los que no tienen entereza para resistir las privaciones; hombres o mujeres fuertes son los que tienen entereza para resistir las privaciones.  Y un pueblo que tiene el valor de cualquier sacrificio en el combate, debe también tener el valor de cualquier privación.  Porque se equivocan también cuando creen que mediante represalias económicas nos van a derrotar.  Y aquí cabría decir que más vale pasar hambre en libertad que vivir esclavizados en la opulencia; que más vale ser pobres pero ser libres, aunque nos cueste mucho y aunque fuese largo el camino del desarrollo de nuestras riquezas —algún día habremos alcanzado también esa meta—, pero más vale ser pobres pero ser libres, que ser ricos y ser esclavos; mucho más cuando aquí éramos esclavos y pobres, y por lo menos ahora somos pobres pero libres, y algún día seremos libres y además ricos”.
“¡Quién iba a soñar siquiera que un día militares y obreros no serían enemigos, que un día militares y obreros y estudiantes y campesinos y pueblo no serían enemigos; que algún día los intelectuales marcharían del brazo de los hombres armados; que algún día el pensamiento, la fuerza de trabajo y el fusil marcharían juntos, como han marchado hoy!”
“Antes marchaban separados, antes eran enemigos, antes habían hecho de la patria disímiles intereses, disímiles grupos, disímiles instituciones, y hoy la patria es un solo sentimiento, la patria es una sola fuerza, la patria es un solo grupo.  Hoy no combaten muriendo entre sí campesinos y soldados, o estudiantes y policías, pueblo y fuerzas armadas; hoy, surgimos todos del mismo anhelo y de la misma aspiración; pueblo y militar son idéntica cosa.  Antes combatían entre sí, hoy combaten juntos; antes marchaban por disímiles caminos, hoy marchan juntos, hoy luchan juntos obreros y soldados, hoy mueren juntos, unos a los otros ayudándose, unos dando las vidas por salvar a los otros Hoy he visto —como decía— más gloriosa y más heroica a nuestra patria, más admirable a nuestro pueblo digno de admirarse como se admira a una columna que regresa del combate, digno de identificarse y solidarizarse con él como se solidarizan los hombres de un ejército después de una batalla”.
“Lo que importa no son los claros en las filas; lo que importa es la presencia de ánimo de los que permanecen en pie.  Y no una, sino muchas veces, vimos claros en nuestras filas, en las filas de nuestro ejército; vimos claros dolorosos, como hoy vemos claros en las filas del pueblo, pero lo que importa sobre todo es la entereza del pueblo que se mantiene en pie”.
“Y así, al despedir a los caídos de hoy, a esos soldados y a esos obreros, no tengo otra idea, para decirles adiós, sino la idea que simboliza esta lucha y simboliza lo que es hoy nuestro pueblo:  ¡Descansen juntos en paz!  Juntos obreros y soldados, juntos en sus tumbas, como juntos lucharon, como juntos murieron y como juntos estamos dispuestos a morir”.
“Y al despedirlos, en el umbral del cementerio, una promesa, que más que promesa de hoy es promesa de ayer y de siempre:  ¡Cuba no se acobardará, Cuba no retrocederá; la Revolución no se detendrá, la Revolución no retrocederá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantable su marcha!
Y esa es nuestra promesa no a los que han muerto, porque morir por la patria es vivir, sino a los compañeros que llevaremos siempre en el recuerdo como algo nuestro; y no en el recuerdo en el corazón de un hombre, o de hombres, sino en el recuerdo único que no puede borrarse nunca: el recuerdo en el corazón de un pueblo.