jueves, 10 de julio de 2025

 

Razones para un Moncada:

El problema de la tierra

 

                           

Orlando Guevara Núñez

 

En su alegato de autodefensa ante el tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953 – el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo- el máximo jefe de esa acción, Fidel Castro Ruz, sintetizó en seis puntos las principales transformaciones que emprendería el gobierno revolucionario una vez alcanzado el poder, junto con  la conquista de las libertades públicas y la democracia política.

El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo.

Ese histórico alegato, pronunciado el 16 de octubre de 1953, devino en programa por el cual se continuó luchando y movilizando a las masas.

 El problema de la tierra era uno de los más necesitados de solución. Léanse algunos datos  sobre la situación agraria cubana en esa época y podrá comprenderse la magnitud del drama.

El 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos –expresó Fidel en su denuncia ante el tribunal - está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras (…) Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas.

En Cuba, la Constitución burguesa de 1940 planteaba la eliminación del latifundio, pero ese artículo quedó como pieza de museo, sin ninguna aplicación y, al contrario, la tierra continuó pasando  a manos de los poderosos, nacionales y extranjeros, mientras los campesinos y otros productores se hundían progresivamente en la miseria.

En aquel momento estaban registradas 159 000 fincas. Y el 20 %de los propietarios tenía menos del 1 por ciento de las tierras. El 1 %, tenía el 46% de ese medio vital para la vida en el campo. En solo 13 latifundios norteamericanos asentados en la economía azucarera, se concentraba la impresionante cifra de 1  173  000 hectáreas, extensión  superior a la poseída por 101  278  fincas pequeñas, mientras que más de 100 000 campesinos trabajaban la tierra sin ser dueños de éstas, y sólo el 30 por ciento de quienes trabajaban el agro eran propietarios. En 894 personas  se monopolizaba  la tercera parte del área dedicada a la agricultura.

Unos 33 000 agricultores eran aparceros, es decir, trabajaban una parcela sin ser dueños y tenían que pagar a sus propietarios, mientras que 13 000 eran precaristas, quienes se asentaban en tierras del Estado, sin proceder legal alguno. Unos y otros, eran objeto constante de extorsiones, abusos, desalojos y crímenes en una sociedad donde la tierra no era de quienes la trabajaban. Otros 46 000 trabajaban como arrendatarios y 6 987 como subarrendatarios.

Esa situación era causante de que en nuestros campos, antes de 1959, más de 200 000 familias vivieran en bohíos miserables, sólo el 9 por ciento disfrutara del servicio eléctrico, 96 de cada 100 familias no consumieran carne habitualmente, menos del uno por ciento comiera pescado, apenas el dos por ciento tuvieran el huevo en su alimentación y  un  89 por ciento no contara con un decisivo recurso dietético como lo es la leche.

 El drama de la alta mortalidad infantil –más de 60 por cada mil nacidos vivos- los desalojos, los atropellos y asesinatos, el analfabetismo y el abandono, se nutrían entonces de los campesinos y obreros agrícolas cubanos.

Datos ofrecidos por una encuesta de una organización juvenil católica, en 1957, afirman que una familia campesina cubana, como promedio, tenía un ingreso de 46 pesos al mes para los gastos de alimentación, ropa, medicinas y transporte,  contabilizado el valor de los alimentos que ella misma producía.

Por esas razones, la Reforma Agraria era vital, pues sin ella el país no podría aspirar a la independencia económica, ni a la industrialización, ni a transformar las terribles condiciones de vida de las familias del campo.

El 21 de septiembre de 1958, tuvo lugar en el territorio liberado del  Segundo  Frente Oriental Frank País, presidido por el entonces Comandante y jefe de esa fuerza guerrillera, Raúl Castro Ruz, el  Primer Congreso Campesino en Armas, donde la decisión fue apoyar sin reservas al Ejército Rebelde, como única garantía de una Reforma Agraria luego del triunfo.

Al llegar la Revolución al poder, instrumentó de inmediato una Ley de Reforma Agraria profunda, la cual fue promulgada el 17 de mayo de ese mismo año 1959. El latifundio fue erradicado para siempre, más de 100 000 productores recibieron la propiedad de la tierra que laboraban, se acabaron los desalojos y comenzaron las radicales transformaciones en beneficio de las familias del campo, ahora dueñas de sus tierras, con créditos, ayuda técnica y un mercado seguro, con precios justos, para sus productos. Nuestros  campos fueron sembrados de cooperativas. El abandono rural fue erradicado para siempre en la nación cubana.

El 3 de octubre de 1963 se aplicó la Segunda y última Ley de Reforma Agraria, que redujo a cinco caballerías la propiedad sobre la tierra, socavando, con esa medida el sostén que a la contrarrevolución brindaban los campesinos ricos.

Así, la promulgación de la Reforma Agraria cubana, la más radical en nuestro Continente,  atrajo sobre la Revolución el odio irracional de los latifundistas, de los esbirros y explotadores desplazados del poder, y, sobre todo,  del gobierno imperialista de los Estados Unidos, quienes trataron de impedirla primero y entorpecerla después. No en vano, en la invasión mercenaria de Playa Girón, el 17 de abril de 1961, derrotada por Cuba en menos de 72 horas, vinieron 100 ex-latifundistas, con el objetivo de recuperar las tierras ahora en manos de sus verdaderos dueños.

Hoy en Cuba,  existen, sin contraponerse unas a otras, varias formas de propiedad y explotación de la tierra. Están las Empresas Estatales, además de las Cooperativas de Producción Agropecuaria, integradas por campesinos que decidieron unir sus tierras y medios; ellos son dueños absolutos de cuanto producen.

Existen también las Cooperativas de Crédito y Servicios, en cuya estructura están organizados campesinos que mantienen su propiedad individual sobre la tierra y los medios, recibiendo la ayuda de créditos y ayuda técnica por parte del Estado. En 1993 surgieron las  Unidades Básicas de Producción Cooperativa, creadas en tierras del Estado, en forma de usufructo. Estas entidades asumieron la compra de los medios e instalaciones  anexados a su territorio y sus integrantes – principalmente antiguos obreros agrícolas estatales- son dueños de todo lo que producen, administrados por una Junta por ellos electa y dotada de todas las facultades para las decisiones.

En nuestros campos existen también campesinos individuales que no se han incorporado a ninguna forma cooperativa, pero son beneficiarios de todas las leyes y cooperación estatal.

Una medida agraria más reciente fue la Ley que concede, en usufructo, las tierras ociosas  a las personas con deseos y posibilidades para hacerlas producir, mediante la cual decenas de miles de hombres y mujeres se han incorporado a una nueva forma de producción agrícola.

Los sueños de incontables generaciones de cubanos de ser propietarios de la tierra que trabajaban, fue sólo posible con el cumplimiento del Programa del Moncada. Ese sueño, convertido en razón del combate, es hoy uno de los frutos más extraordinarios de la victoria.

 

 

Hacia el aniversario 510 de Santiago de Cuba

 Manuel Navarro Luna:  ¡!No os asombreis de nada!

.Orlando Guevara Núñez

Esta poesía fue escrita en agosto de 1957, en ocasión de la muerte, en Santiago de Cuba, de Frank País García.

Santiago de Cuba.  Manuel Navarro Luna. Poeta revolucionario. Nacido en Jovellanos, Matanzas. Desde niño residió en Manzanillo. Falleció el 15 de junio de  1966.

 

                   Deja que los muertos entierren a sus muertos

¡Es Santiago de Cuba!

¡No os asombréis de nada!

¡Por allí anda la madre de los héroes!

¡Por allí anda Mariana!

¡Estaréis ciegos

si no veis ni sentís su firme y profunda mirada…!

¡Estaréis sordos si no escucháis sus pasos;

si no oís su tremenda palabra!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!

¡No aguanto lágrimas!

Así exclamó aquel día, junto al cuerpo de Antonio

—¡de Antonio, nada menos, que sangraba

herido mortalmente!— cuando todas

las mujeres allí gemían y lloraban…!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!

¡No aguanto lágrimas!”

¡Es Santiago de Cuba!

¡No os asombréis de nada!

Allí las madres brillan

como estrellas heridas y enlutadas.

Recogieron el cuerpo de sus hijos

derribados por balas mercenarias,

y, después, en la llama del entierro,

iban cantando el himno de la Patria.

¡También lo iban cantando, junto a ellas,

el corazón, sin sueño, de Mariana…!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!

¡No aguanto lágrimas!”

Hay muertos que, aunque muertos, no están en sus entierros;

¡hay muertos que no caben en las tumbas cerradas

y las rompen, y salen, con los cuchillos de sus huesos,

para seguir guerreando en la batalla…!

¡Únicamente entierran los muertos a sus muertos!

¡Pero jamás los entierra la Patria!

¡La Patria viva, eterna,

no entierra nunca a sus propias entrañas…!

¡Es Santiago de Cuba!

¡No os asombréis de nada!

¡Los ojos de las madres están secos

como ríos sin agua!

¡Están secos los ojos de todas las mujeres!

Son fuentes por la cólera agostadas

que están oyendo el grito

heroico de Mariana:

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!

¡No aguanto lágrimas!”

¡Venid! ¡Venid, clarines!

¡Venid! ¡Venid, campanas!

¡Venid, lirios del fuego,

a saludar las rosas de vuestras propias llamas!

 

 
Hacia el aniversario 510 de Santiago de Cuba
Capital de la Dignidad; símbolo del heroísmo
Revista Bohemia, edición especial, 11 de enero de 1959
.- Orlando Guevara Núñez 
Santiago, la ciudad cien veces heroica
No hay que repetirlo, porque todos lo sabemos: Santiago de Cuba, capital de Oriente- Capital de la Dignidad-  es el símbolo del heroísmo. El sol que la calienta, el mar que le baña los pies, las montañas que le regalan el cielo, están llorando de horror. ¡Jamás corrió tanta sangre por las calles! ¡Jamás descendieron del alma humana tantos ríos de lágrimas!  ¡Jamás un pueblo halló tanto infierno a su alrededor! 
Todo lloraba en Santiago.
Pero  un día, cuando los ojos exprimidos se acabó el llanto, el llanto lloró en sí mismo.
El crimen, la ignominia, el escarnio … ¡la muerte! iban regando ataúdes en la ciudad!  Las cruces- las que se encontraban-espigaban dondequiera.
¡Nunca se mutilo tanta vida como en los días tenebrosos que espantaron a Santiago de Cuba!
De tanto sobresalto, los corazones no latían: agonizaban desesperadamente, angustiosamente, desconsoladamente.
El alma estaba siempre a media asta.
Y las madres querían meter a sus hijos otra vez en sus entrañas  para salvarlos de las bestias. Y los padres se mataban el instinto para que no le saliera por los ojos. Y los niños se hacían crecer el dolor para que estallara en pedazos de valentía. Y todo, todo estaba herido en Santiago. Todo tenía un olor  de  sangre, de angustia, de imposible.
Los verdugos andaban babeando por las aceras, por los parques, por las avenidas. Violaban los hogares, asaltaban los hogares, pisoteaban los hogares.
De día y de noche, los verdugos cortaban la alegría de las rosas, mutilaban el júbilo de la juventud, despedazaban el sueño.
Pero una vez el heroísmo se metió en Santiago. Se instaló en toda la ciudad, como en la época de los mambises aguerridos. Como en los tiempos de Guillermón.
Sobre el sufrimiento, sobre la mutilación de la esperanza,  el heroísmo se posó en las manos, habitó en los pechos encendidos, residió en las miradas gastadas por el desfile de la muerte.
Y las madres empujaron a sus hijos hacia las montañas, hacia la Cordillera redentora, hacia donde hubiera un pedazo de libertad.
Y hasta la angustia peleó.
Pelearon los buenos contra los malos, contra los que abrían sementeras de oprobio, contra los que intentaban ahogar la tierra con sangre.
Y Santiago de Cuba fue heroica  y brava cien veces.
A ti, Santiago, hay que darte la flor que solo pueden recibir los que se volcaron en valor y estoicismo y resistieron hasta sucumbir.
Mereces, Santiago, un río de astros, un vendaval de ángeles  un océano de albas.
Mereces por eso, Santiago, el color del infinito.
Tu sacrificio tiene una dimensión de oro. Es el sacrificio de los sacrificios. Es la abnegación desconocida. Es el drama que solo has visto tú en ti misma.
Pero tu dolor, Santiago, es el dolor de Cuba. Tus  muertos son nuestros muertos. Las vidas segadas en tus calles, florecen dentro de nosotros y nos llenan de palomas el chorro de las venas.
Por tu dolor, Santiago, que es el dolor supremo, todos estamos apretándote contra  nuestro pecho, contra nuestra tristeza, contra nuestra pena sin orillas.
Sí, aquí estamos, sintiéndote como si fueras un dios herido, como si tu sacrificio nos mantuviera salpicando todavía del horror que derramaron sobre ti los hombres que no debieron haber nacido nunca.
Aquí estamos, Santiago, ofreciéndote nuestro pañuelo para que te seques la última lágrima.
Y para que duermas un poco con la cabeza sobre la almohada de nuestra  pesadumbre.
Sobre la almohada inmensa de la gloria;
De tu gloria, Santiago, ¡Capital de la Dignidad!


lunes, 7 de julio de 2025

 

                                                      7 de julio de 1955:

 

                     Fidel:  del exilio, al combate y la victoria

 

 

.Orlando Guevara Núñez

En la tarde del 7 de julio de 1955, tras ser amnistiado el 15 de mayo de ese mismo año, el jefe del asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro Ruz, partió hacia el exilio en México. Estaba convencido de que frente a la tiranía batistiana la única forma válida de lucha era la de las armas. Y con esa intención salió para la tierra azteca.

“Difícil explicarles cuán amargo ha sido para mi persona el paso necesario y útil de salir de Cuba. Casi lloré al tomar el avión”  Así escribiría el joven revolucionario- 29 años de edad- a sus compañeros del recién creado Movimiento Revolucionario 26 de Julio, a solo una semana de estancia en México.

Comenzaría entonces el camino lleno de escollos para organizar y entrenar hombres, adquirir recursos, armas y medios para el regreso a la Patria. Su infinito amor y entrega a su nación, a su pueblo y a la lucha revolucionaria, son visibles en la carta que el 28 de julio de ese mismo 1955 dirige también a sus compañeros en Cuba: (…)  “Parece que lo destruyen a uno en mil pedazos cuando lo alejan de la Patria a la que solo se puede volver honrosamente, o no volver nunca más. Sería necesario comprender toda la firmeza de esta decisión para juzgar de nuestro ánimo. Yo ando recogiendo todavía los pedazos de mis sentimientos personales que son los de un hombre que por dignidad, ideal y deber todo lo ha renunciado en esta vida”.

Ese dolor, sin embargo, lejos de menguar el espíritu revolucionario, lo incentiva. La fe inquebrantable en el pueblo y en las posibilidades del triunfo se fortalece. El 2 de agosto del mismo año, escribe a sus compañeros que en Cuba aguardaban el momento para reiniciar la lucha armada. (…)  “Considero tan importante y delicado lo de afuera, que soporto con resignación la amargura de esta ausencia y convierto toda mi pena en impulso, en deseo ardiente de verme peleando cuanto antes en la tierra cubana. Vuelvo a reiterar mi promesa de que si lo que anhelamos no fuera posible, si nos quedáramos solos, me verían llegar en bote, a una playa cualquiera, con un fusil en la mano”.

Su posición inclaudicable se reitera en otra de sus misivas a sus compañeros de lucha: “En el más infortunado de los casos, de nosotros podrá decirse el día de mañana que supimos morir ante un imposible, pero nunca que se nos vio llorar de impotencia”

Pero no es solo la decisión de pelear para derrocar al sanguinario tirano Fulgencio Batista. Es la visión de construir una Patria nueva. En la citada carta del 2 de agosto de 1955 a sus compañeros, les dice: “Miren: yo tengo una gran fe; pero no es una fe religiosa, sino racional y lógica, porque en esta hora de tremenda confusión, somos los únicos que tenemos una línea, un programa y una meta. ¡Y decisión para alcanzarla o morir en el empeño! Pienso pronto dedicarme a la redacción de nuestro programa completo y someterlo a la consideración de ustedes. Será un mensaje de esperanza en un mundo mejor al pueblo de Cuba y una promesa de buscarlo con nuestra vida y nuestra sangre”.

El siguiente año de su estancia en México, transcurre en medio de una febril actividad organizativa, enfrentando dificultades económicas y estrecha vigilancia enemiga que implicó, incluso, la prisión.

Así se reclutaron, organizaron y entrenaron los futuros expedicionarios del yate Granma. En el 56 seremos libres o seremos mártires, declaró entonces el máximo representante de la rebeldía cubana. Y expresó una convicción corroborada tiempos después por la historia: Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo.

Con 81 compañeros bajo su mando, Fidel salió de Tuxpan, México, el 25 de noviembre de 1956. Llegó y entró a Cuba una semana después, el 2 de diciembre, por un lugar cercano a Playa Las Coloradas, Niquero, entonces provincia de Oriente. Y luego de una guerra revolucionaria, derrocó a la tiranía y proclamó el triunfo de la Revolución, el 1ro. de enero de 1959, en Santiago de Cuba, ciudad en la que cinco años, cinco meses y cinco días antes, había protagonizado el asalto heroico al Cuartel Moncada.

 Otros muchos compañeros de lucha, entre ellos Raúl Castro Ruz, compartieron la amargura de la ausencia involuntaria de la Patria. Pero el sacrificio no fue en vano. Del exilio, regresaron al combate y del combate marcharon hacia la victoria. La victoria de un pueblo que hoy la sostiene inspirado en el valor de los héroes del Moncada , del Granma., de l  Ejército Rebelde y de la clandestinidad..