jueves, 31 de octubre de 2019

La grandeza de los pueblos no está en su tamaño




 .Orlando Guevara Núñez

Esta afirmación fue completada por José Martí: “ni en las formas múltiples de la comodidad material que en todos los pueblos aparecen según la necesidad de ellas, y se acumulan en las naciones prósperas, más que por genio especial de raza alguna, por el cebo de la ganancia que hay en satisfacerlas”. El escrito es breve y fue publicado en el periódico Patria el 15 de diciembre de 1894. Bajo el título Honduras y los extranjeros.
Defiende Martí a este país centroamericano, frente al apetito de los Estados Unidos. Con mucha razón afirma que en América hay solo dos pueblos. “De un lado está nuestra América, y todos sus pueblos son de una naturaleza, y de cuna parecida o igual, e igual mezcla imperante; de la otra parte está la América que no es nuestra, cuya enemistad  no es cuerdo ni viable fomentar, y de la que con el decoro firme  y la sagaz independencia no es imposible, y es útil, ser amigo”
Y agrega: “Pero de nuestra alma hemos de vivir, limpia de la mala iglesia, y de los hábitos de amo y de inmerecido lujo. Andemos nuestro camino de menos a más y sudemos nuestras enfermedades”. Es  cuando vierte su criterio sobre la grandeza de los pueblos. Y apunta que el pueblo más grande no es aquel en que una riqueza desigual y  desenfrenada produce hombres crudos y sórdidos, y mujeres venales y egoístas, sino, cualquiera que sea su tamaño, aquel que da hombres generosos y mujeres puras. Sentencia que la prueba de cada civilización humana está en la especie de hombre y de mujer que en ella se produce
Se refiere a la pena causada por la forma en que Honduras había venido entregando a “la gente rubia que con la fama de progreso le iba del Norte” las empresas del país. Plantea que “todo trabajador es santo y cada productor es una raíz, y al que traiga trabajo  útil y cariño, hay que abrirle hueco ancho, como a un árbol nuevo, venga de donde venga; pero con el pretexto de trabajo, y la simpatía del americanismo, no han de venir a sentársenos sobre la tierra, sin dinero en la bolsa ni amistad en el corazón, los buscavidas y los ladrones”.

miércoles, 30 de octubre de 2019

El capitalismo y el socialismo en Cuba (I)




. Orlando Guevara Núñez
Los cubanos aceptamos el socialismo no porque Fidel nos dijera antes que era bueno. Cuando Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución, en la práctica ya lo estábamos disfrutando. Por eso dijo un día Raúl que en ese momento, el  16 de abril de 1961, lo que se hizo fue ponerle nombre a un niño que ya había nacido.
Recuerdo que en aquellos primeros años, la contrarrevolución, el gobierno de Estados Unidos, el clero reaccionario y otros oponentes a la Revolución, lanzaban a diario un caudal de veneno, tratando de confundir al pueblo. Se pintaba al comunismo como una cosa brutal, donde el individuo perdía toda su libertad y sus derechos.
Pero la realidad de la obra revolucionaria era más poderosa. Se cumplía el precepto martiano de que la mejor manera de decir es hacer.
Para el pueblo no hubo confusiones. Y desde el inicio, supo distinguir entre capitalismo y socialismo.
Un gran ejemplo fue la Reforma Agraria, proclamada el 17 de mayo de 1959. Las diferencias estuvieron bastante claras.
En el capitalismo: El 85 por ciento de los pequeños agricultores pagaban renta por la tierra y estaban siempre amenazados por el desalojo. En el campo, 200 000 familias no tenían ni una pulgada de tierra donde sembrar y alimentarse. Los cientos de miles de trabajadores agrícolas, tenían empleo solo dos o tres meses al año. El resto del tiempo, era de hambre y otras muchas penurias.
En ese entonces, más de 300 000 caballerías (una caballería equivale a 13,42 hectáreas, permanecían improductivas, en manos de monopolio extranjeros y nacionales. En aquel panorama, el 20 por ciento de los productores tenía menos del 1 por ciento de las tierras;  el 1 %, tenía el 46% de ese medio vital para la vida en el campo. En solo 13 latifundios norteamericanos asentados en la economía azucarera, se concentraba la impresionante cifra de 1  173  000 hectáreas, extensión  superior a la poseída por 101  278  fincas pequeñas, mientras que más de 100 000 campesinos trabajaban la tierra sin ser dueños de éstas, y sólo el 30 por ciento de quienes trabajaban el agro eran propietarios. En 894 personas  se monopolizaba  la tercera parte del área dedicada a la agricultura.
Esa situación era causante de que en nuestros campos, antes de 1959, más de 200 000 familias vivieran en bohíos miserables, sólo el 9 por ciento disfrutara del servicio eléctrico, 96 de cada 100 familias no consumieran carne habitualmente, menos del uno por ciento comiera pescado, apenas el dos por ciento tuvieran el huevo en su alimentación y  un  89 por ciento no contara con un decisivo recurso dietético como lo es la leche. El drama de la alta mortalidad infantil –más de 60 por cada mil nacidos vivos- los desalojos, los atropellos y asesinatos, el analfabetismo y el abandono, se nutrían entonces de los campesinos y obreros agrícolas cubanos.
Datos ofrecidos por una encuesta de una organización juvenil católica, en 1957, afirman que una familia campesina cubana, como promedio, tenía un ingreso de 46 pesos al mes para los gastos de alimentación, ropa, medicinas y transporte,  contabilizado el valor de los alimentos que ella misma producía.
En el socialismo.  La Reforma Agraria convirtió a todos los campesinos en dueños de la tierra que trabajaba. Eliminó el latifundio. Abolió el desempleo, propició la creación de cooperativas, con pleno respeto a la voluntariedad de los campesinos; erradicó el hambre, llevó la salud y la educación, totalmente gratis, para las familias del campo. Fue eliminado el analfabetismo. El Estado propició créditos, ayuda técnica y aseguró mercados para todos los productores campesinos. Los hombres del campo fueron dignificados por la Revolución. Sus sueños centenarios, fueron convertidos en realidad.
Hoy, el presidente de los Estados Unidos, ha proclamado su intención de exterminar el socialismo en todo nuestro continente. En el caso de los cubanos, nos reímos de sus patrañas y su susto. ¿Y qué dirían los campesinos de los hermanos pueblos de América, si pudieran conocer todos, lo que representó el capitalismo para este sector en Cuba, y lo que significó el socialismo?
¿Qué sistema sería por ellos preferido?  No albergo dudas. Escogerían el socialismo. Y es ése, precisamente, el temor del imperio.

martes, 29 de octubre de 2019

¡Jamás regresaremos al capitalismo!





.Orlando Guevara Núñez

Hace apenas dos o tres días, haciendo coro al mandato de sus amos norteamericanos, el secretario general del Ministerio de Colonias Yanquis (OEA), Luis Almagro, ante un auditorio integrado por la mafia contrarrevolucionaria, abogó por intensificar  las actividades para derrocar el socialismo en Cuba e instaurar de nuevo el capitalismo en nuestro país.
Se aprendió bien el bocadillo y dijo que el socialismo  cubano era la peor enfermedad del continente.
Algunos abogaron por la activación del Tratado Interamericano de Defensa Recíproca, ya no solo contra Venezuela, sino también contra Cuba. Hablaron sobre las recientes medidas que recrudecen el bloqueo y ratificaron el propósito de exterminar a la Revolución cubana.

Son los mismos ladridos de los mismos perros con los mismos collares. Han pasado ya 11 presidentes norteamericanos, desde Eisenhower hasta Trump y ni las amenazas, ni las agresiones, ni los sabotajes, ni el bloqueo, han podido doblegar al pueblo cubano.

Recuérdese que en abril de 1960 el plan estuvo bien definido: “El único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Una línea de acción que tuviera el mayor impacto es negarle dinero y suministros a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. 

El pueblo cubano ha pagado un alto precio  para continuar siendo lo que es y no volver nunca a lo que fue antes del 1ro. de enero de 1959. Recuerdo que en aquellos convulsos momentos iniciales, ante los ataques imperialistas, expresó el compañero Raúl Castro: La Revolución cubana es como una estaca, que mientras más golpes le dan, más profundo penetra en el corazón del pueblo.
Así ha sido. Así  está siendo. Y así será siempre. Revolcados  en su propio estiércol, los yanquis y sus lacayos no reparan en lanzar mentiras, en recrudecer el bloqueo genocida, en tratar de aislar a Cuba, en ahogarnos económicamente, en causarnos dificultades. Pero el legado de nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro,  de Raúl y ahora de Díaz-Canel está bien claro: ¡Jamás regresaremos al capitalismo!

Y Fidel fue bien preciso. Si no quieren tener el socialismo a  90 millas de sus costas, ¡Que se muden!  Lástima que Trump, Pompeo, el difunto Bolton  y el resto de la pandilla, no hayan asimilado la verdad martiana de que los verdaderos jefes de las revoluciones son los pueblos. Y la enseñanza fidelista de que nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.

lunes, 28 de octubre de 2019

Yo creo en el culto de los mártires Un aporte de José Martí para perpetuar la memoria de Heredia en Santiago de Cuba



,Orlando Guevara Núñez
En una respuesta a su “amigo generoso de Santiago de Cuba” Enrique Trujillo, fechada en octubre de 1889, expresa José Martí este pensamiento. El objetivo está explícito: “Cuanto quiera de mí le he de dar, si eso le ayuda a la idea noble de ponerle lápida a la calle de Heredia”.
Y después del pensamiento sobre su creencia en el culto de los mártires, agrega: ¿Quién, si no cumple con su deber, leerá el nombre de Heredia sin rubor? ¿Qué cubano no se sabe de memoria algunos de sus versos, ni por quién sino por él y por los hombres de sus ideas, tiene Cuba derecho al respeto universal?
Más adelante expone una idea: ¿Por qué no nos juntamos nosotros en una noche de Heredia? (…)  A la puerta pediríamos una limosna para la lápida.
Existen evidencias de que Martí, en Nueva York,  se dio a la tarea de promover el solicitado homenaje al poeta santiaguero, de trascendencia universal.
Nótese que la petición recibida es en octubre de 1889. Y el 10 de noviembre de ese mismo año, él dirige tres cartas a tres amigas suyas: Adelaida Baralt, Natalia N. de Montejo  y Matilde S. del Castillo, en nombre de la comisión organizadora de la fiesta de Heredia, pidiéndoles su colaboración junto a otras veinte mujeres, para el lucimiento de la velada con la que “los cubanos de Nueva York desean contribuir a la compra de la casa donde nació el cantor apasionado de Cuba y la mujer”


A las tres amigas, en carta de igual texto, les expresa “será la justicia y oportunidad de tributar homenaje público, en estos días difíciles, a quien con su vida y su poesía inspira el valor necesario para salir con decoro de ellas, y obligó a los cubanos a perpetua gratitud por la fama que supo ganar para la patria con su canto sublime  

Camilo, memorias sobre una serenata




.Orlando Guevara Núñez

Un día, buscando conocer más de cerca la dimensión humana y revolucionaria de Camilo Cienfuegos, acudí  a una persona con posibilidades y autoridad para  describir  esa imagen. Y accedió con gusto a la conversación de la cual quedó testimonio en las páginas del periódico Granma.
Se trataba del capitán Lázaro Soltura, combatiente junto a él en la Sierra Maestra, y ayudante del héroe luego del triunfo de la Revolución.
Me hizo anécdotas sobre el Camilo guerrillero, sobre su carácter alegre, bromista, su fidelidad a Fidel, sus interminables jornadas de trabajo ya liberado el país. Y los últimos momentos antes de salir para Camagüey, viaje del cual no pudo regresar.
Muchas de esas historias son ya conocidas. Por eso escojo solo una, reveladora de su personalidad, más allá de sus dotes militares y sus hazañas guerrilleras.
Estaban en la Sierra Maestra. Y  explica Lázaro que una visita de un norteamericano a las montañas, coincidía con el cumpleaños de Fidel. El visitante le obsequió al Jefe de la Revolución  tabacos y unas botellas de whisky. Y desde ese mismo momento, Camilo comenzó a planear cómo “compartir el homenaje”.
Afirmó que un primer paso fue argumentarle al jefe que no debía consumir esos regalos, por un problema de seguridad. El plan falló, al obtener la respuesta de que había confianza en que nada malo sucedería.
Pero Camilo no se dio por vencido. Y trazó otra “estrategia”. Fue entonces que por la noche, un dúo integrado por el mismo Camilo y Lázaro, ofreció una serenata a Fidel. Contó el testimoniante que al poco rato, Fidel se levantó y salió. En sus manos, los tabacos y el whisky. Y al ofrecerlos al “cantante”  solo le dijo: “Camilo, te saliste con la tuya”. Y la verdadera fiesta fue después de la serenata.