lunes, 14 de diciembre de 2015

Raúl Gómez Garcìa: Por la obra que ofrendaste tu vida, los cubanos ¡Seguimos en combate!






.Orlando Guevara Núñez

Se sabe que en los últimos momentos de su vida, Raúl Gómez García recitaba un fragmento de su poema Reclamo del centenario, donde evocaba a José Martí.
“Maestro, bajo tu frente enorme,
en la profundidad  perenne de tus sueños,
se vislumbra el recuerdo de tus luchas de hombre;
y en la angustia callada de este pueblo que es tuyo
hay mil gemidos juntos clamándose en silencio”.
Poco después sería asesinado por los esbirros de la tiranía. Era el 26 de julio de 1953.
Raúl Gómez García había nacido el 14 de diciembre de 1928, en Santos Suárez, La Habana. Maestro. Poeta. Revolucionario.  Antibatistiano. Héroe. Periodista. Símbolo. Participó en la elaboración y edición de los periódicos clandestinos Son los mismos y El acusador. Con las orientaciones de Fidel, redactó el Manifiesto del Moncada.
Acudió al asalto glorioso del Moncada como soldado, cercano colaborador del jefe de esa clarinada de la Mañana de la Santa Ana, en Santiago de Cuba.
Cuando después del combate fue hecho prisionero, en el otrora hospital civil, tuvo tiempo de redactar una nota para su progenitora, cuyo texto fue enviado por un trabajador de ese centro y llegó a su destino con el texto: Caí preso, tu hijo. Pero a la prisión le siguieron la tortura y el asesinato.
La heroína del Moncada, Haydée Santamaría, así relata aquellos trágicos momentos:
“Estábamos en el piso del Club de Alistados, prisioneras. Trajeron a un joven tan brutalmente maltratado, que no pudo sostenerse y cayó al suelo. Cuando lo sentamos junto a nosotras, reconocimos a Raúl. Le habían sacado los dientes, lo habían golpeado aquellos bárbaros en forma tan salvaje, que no se podía explicar cómo pudo mantenerse sentado. Más tarde, lo asesinaron a golpes”.
Luego, su cadáver apareció, en los patios interiores del cuartel atacado, junto a un arma, para hacer creer que había muerto en combate.
En la madrugada del 26 de julio, momentos antes de partir hacia el Moncada, en la Granjita Siboney, Raúl Gómez Garcia, ante los jóvenes revolucionarios, recitó un poema suyo, conocido después con el título de Ya estamos en combate. He aquí el texto patriótico.
Ya estamos en combate
Por defender la idea de todos los que han muerto.
Para arrojar a los malos del histórico Templo
Por el heroico gesto de Maceo,
Por la dulce memoria de Martí.
En nuestra sangre hierve el hado azaroso
De las generaciones que todo lo brindaron,
En nuestros brazos se alzan los sueños clamorosos
Que vibran en el alma superior del cubano
Ya estamos en combate......
En nombre de las madres y de los hijos de nuestra tierra heroica
En nombre del honor y del decoro que construyó su historia
Por la estrofa magnífica del himno
«Que morir por la patria es vivir»
La libertad anida entre los pechos de los que viven hombres
Y por verla en la estrella solitaria es un honor luchar
A la generación del centenario le caben los honores,
De construir la patria que soñara el Maestro Inmortal.
Ya estamos en combate...... ¡Adelante!
Adelante hasta el nido superior de la gloria
Para que nazca en esta nueva aurora
La república digna y decorosa
Que fue el último anhelo de Chibás.
No importa que en la lucha caigan más héroes dignos
Serán más culpa y fango para el fiero tirano
Cuando se ama a la patria como hermoso símbolo
Si no se tiene armas se pelea con las manos.
Ya estamos en combate...... ¡Adelante!
De nuestra lucha heroica depende la Cuba verdadera
La de furia loca de Gómez y Agramonte...
La de la lucha pura de Mella y de Guiteras...
Adelante, Cubanos...... ¡Adelante!
Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate
Pongamos en ridículo la actitud egoísta del Tirano
Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos
Sintamos en lo hondo la sed enfebrecida de la patria
Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.
A Raúl Gómez Garcia, los cubanos lo conocemos también como el Poeta de la Generación del Centenario. La fecha  de su nacimiento, fue escogida para celebrar en Cuba el Día del Trabajador de la Cultura. Y en su homenaje, el pueblo por el cual él ofrendó su vida, sigue en combate en la construcción y defensa de la patria soñada y conquistada.

martes, 8 de diciembre de 2015

Expedicionarios del Granma, la solidaridad y el patriotismo pudieron más que el mercenarismo y la traición



Y uno de esos métodos fue utilizar el dinero para liquidar por la vía del mercenarismo y la traición lo que no habían sido capaces de hacer con las armas, aún cuando la superioridad en armas y hombres estaba totalmente de su parte.
En esos días cruciales, tanto de forma directa como la propaganda escrita, se llamaba a denunciar a los expedicionarios. Un ejemplo de ese método, es el volante que por  muchas vías  fue difundido por la dictadura batistiana, y  por sí mismo se explica:

                         A todo el que pueda interesar

Por este medio se hace saber que toda persona que facilite una información que conduzca al éxito de una operación  contra cualquier núcleo rebelde comandado por Fidel Castro,  Raúl Castro, Crescencio Pérez, Guillermo González o cualquier otro cabecilla, será gratificado de acuerdo con la importancia de la información, bien entendido que nunca será menor de $ 5 000 hasta $100 000 correspondiendo esta última cantidad o sea  $100 000  por la cabeza de Fidel Castro.

Nota: El nombre del informante no será nunca invocado.

Evidentemente, al mencionar a Guillermo González se refieren a Guillermo García.

Ese llamado a la traición no pudo evitar que los revolucionarios recibieran la solidaridad y apoyo de los campesinos de la zona, quienes los buscaron, encontraron a  muchos de ellos, los protegieron y los salvaron del crimen. Celia Sánchez Manduley, cumplió bien esa misión, encomendada por el héroe de la lucha clandestina, Frank País García.
La historia recoge hoy nombres como los de Crecencio Pérez Montano, su hijo Ignacio y su hermano Ramón,  Guillermo García Frías, Manuel Fajardo Sotomayor y otros muchos que no vacilaron en arriesgar su vida para preservar la de los perseguidos.
Hubo casos aislados que se acogieron a la traición. Pero no fue necesario que el ejército batistiano divulgara sus nombres. Su ambición y su traición, fueron pagadas con su propia vida.
La inmensa mayoría de la población apoyó sin reservas a los combatientes revolucionarios.
La solidaridad y el patriotismo, le ganaron una batalla al mercenarismo  y  la traición.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Alegría de Pío Del revés a la victoria



.Orlando Guevara Núñez

El 5 de diciembre de 1956, tres días después del desembarco del Granma, las tropas de la tiranía de Fulgencio Batista, pese al área reducida de la zona de operaciones y sus grandes recursos en hombres y medios, no habían podido hacer contacto con los expedicionarios.
En la mañana de ese día, los 82 hombres, con Fidel al frente, se disponían, pese agotamiento físico, el hambre y la sed,  a reanudar la marcha en dirección hacia la Sierra Maestra. Uno de los expedicionarios, Ernesto Guevara de la Serna –el Che- en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, describiría luego aquel momento: “En la madrugada del día 5, eran pocos los que podían dar un paso más; la gente desmayada, caminaba pequeñas distancias para pedir descansos prolongados. Debido a ello, se ordenó un alto a la orilla de un cañaveral, en un bosquecito ralo, relativamente cercano al monte firme. La mayoría de nosotros durmió aquella mañana”.
El lugar pertenecía a la colonia cañera de Alegría de Pío. Hasta allí habían llegado guiados por un campesino nombrado Laureano Noa Yang. El Che, afirmaría luego que “Al guía se le había dejado en libertad la noche anterior, cometiendo un error que repetiríamos algunas veces durante la lucha, hasta comprender que los elementos de la población civil, cuyos antecedentes se desconocen deben ser vigilados siempre que se esté en zonas de peligro. Nunca debimos permitirle irse a nuestro falso guía”.
Ese fue el delator que condujo a las fuerzas batistianas hacia el encuentro con los expedicionarios, pues sabía exactamente el lugar donde se encontraban. Su traición, la pagó con el ajusticiamiento en los mismos días de la lucha.
Así, cercados en un cañaveral al cual los enemigos prendieron fuego, ametrallados por tierra y aire, los expedicionarios tuvieron su primer combate. La sorpresa no les permitió organizarse, teniendo que salir en pequeños grupos, unos 15, en varias direcciones. El jefe de la expedición, Fidel Castro, quedaría con solo otros dos combatientes: Faustino Pérez Hernández y Universo Sánchez, quienes ganarían después el grado de Comandante del Ejército Rebelde.
No obstante las fuerzas y el poder de fuego concentrados contra ellos, los combatientes revolucionarios, en Alegría de Pío, tuvieron solo tres muertos: Israel Cabrera Rodríguez,  Humberto Lamothe Coronado y Oscar Rodríguez Delgado.
A partir del descalabro de Alegría de Pío, los expedicionarios sufrieron una tenaz persecución, una verdadera y sangrienta cacería humana. En los siguientes diez días, 18  cayeron prisioneros y  hechos fueron y asesinados. Aquí sus nombres:  Luis Arcos Bergnes, René Bedia Morales, Miguel Cabañas Perojo, Noelia Capote Figueroa, Félix J. Elmuza Agaisse, Cándido González Morales, Santiago L. Hirtzel González, Antonio López Fernández, Andrés Luján Vázquez, José Ramòn Martínez Alvarez, Armando Mestre Martínez y René O. Reiné García. El último asesinado fue Juan Manuel Márquez Rodríguez, masacrado el 16 de diciembre. Había quedado solo. Juan Manuel, con grados de capitán, vino en el Granma como jefe de Estado Mayor y segundo al mando de la expedición.
Durantes esos días aciagos para los expedicionarios, 22 fueron hechos prisioneros y conducidos a la cárcel, 21 evadieron el cerco y pudieron escapar y, de momento, sólo 18 quedaron incorporados a la lucha en la Sierra Maestra, cifra que ascendería a 20 a finales de ese año de 1956.
Para esa fecha, había entrado en acción el apoyo organizado por Frank País García, Celia Sánchez Manduley, Crecencio Pérez Montano, Guillermo García Frías y otro grupo de campesinos que fueron el alma de la Revolución en aquellos cruciales momentos.
En el Granma vinieron cuatro combatientes de otras nacionalidades. El Che, argentino, caído luego como jefe de la guerrilla boliviana; el mexicano Guillén Zelaya Alger , fallecido en Cuba; Ramón Mejías del Castillo (Pichirilo), dominicano, caído en 1965 combatiendo por la libertad de su país; y Gino Donne, italiano, residente en su país de origen, quien recientemente visitó a Cuba y es ferviente admirador de la Revolución cubana.
El 18 de diciembre, gracias a ese apoyo valioso e incondicional, se había producido, en Cinco Palmas, zona serrana, el encuentro entre Fidel y Raúl. Con ese abrazo, quedaba sellada la suerte de la tiranía batistiana en Cuba. De ahí en adelante, el revés de Alegría de Pío no volvería a repetirse. Y de victoria en victoria, se forjaría otro amanecer glorioso como el desembarco del Granma: el 1ro. de enero de 1959.
Se completaba así, la patriótica predicción de Fidel en México: Había salido, había llegado, había entrado y había triunfado.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

2 de diciembre: desembarco del Granma y Día de las FAR




.Orlando Guevara Núñez

El 25 de noviembre de 1956, el Yate Granma saldría hacia Cuba, con 82 expedicionarios a bordo, encabezados por Fidel Castro. El Estado Mayor estaba integrado por Fidel como Jefe y dos Jefes de Estado Mayor: los capitanes Juan Manuel Márquez -segundo al mando- y Faustino Pérez. El Che, con grados de teniente, vendrá en la expedición como Jefe de Sanidad, mientras que los tres pelotones formados estaban bajo el mando de los capitanes José Smith Comas (Vanguardia), Juan Almeida Bosque (Centro) y Raúl Castro Ruz (Retaguardia).
El desembarco se produjo en las primeras horas de la mañana del 2 de diciembre, en un lugar conocido como Los Cayuelos, cercano a Playa Las Coloradas, en Niquero, otrora provincia de Oriente, hoy provincia de Granma.
Los expedicionarios desembarcaron en condiciones muy difíciles, entre mangles, ciénaga y yerba de cortadera, por donde tuvieron que transitar con sus mochilas y armas hasta llegar a tierra firme.
Así comenzaron a avanzar buscando internarse en las montañas de la Sierra Maestra. Pero tres días después, el 5 de diciembre, fueron sorprendidos en el lugar conocido como Alegría de Pío. Por tierra, el fuego de los fusiles enemigos; por el aire, los bombardeos y ametrallamientos de la aviación. Es el día en que surge un grito de guerra que, a 59 años de haberse producido, es enarbolado hoy por todo el pueblo: ¡Aquí no se rinde nadie! La exclamación salió de la garganta de Juan Almeida Bosque, como respuesta a la conminación enemiga de rendirse. Los expedicionarios del Granma tendrían ese día su bautizo de fuego.
Durante ese aciago día, tres expedicionarios cayeron en combate.
Vendría entonces la dispersión en varios grupos, la tenaz persecución y los asesinatos. Hasta el día 16 de ese mes, 21 combatientes revolucionarios habían perdido la vida, 18 de ellos asesinados luego de ser hechos prisioneros. El último expedicionario asesinado fue Juan Manuel Márquez, el 16 de diciembre, después de haber sido hecho prisioneero y torturado.
Pero el Movimiento Revolucionario 26 de Julio había preparado condiciones en esa costa sur oriental para auxiliar a los expedicionarios. Las figuras de Frank País y Celia Sánchez Manduley fueron clave en la labor de búsqueda, localización, rescate y salvamento de los combatientes dispersos.
Entre los campesinos, formaban parte de los grupos de apoyo los campesinos Crecencio Pérez Montano y Guillermo García Frías. El primero, ya fallecido, ganó el grado de Comandante del Ejército Rebelde; el segundo obtuvo también ese grado durante la guerra, fue jefe de una Columna guerrillera y es hoy Comandante de la Revolución.
El 18 de diciembre de 1956, a 16 días del desembarco, con la ayuda de estos grupos, se produce en un lugar llamado Cinco Palmas, el reencuentro entre Fidel Castro y Raúl Castro. Es la ocasión en que el jefe de la Revolución, al comprobar que están juntos ocho hombres con siete armas, exclama: ¡Ahora sí ganamos la guerra! A partir de entonces, con una veintena de expedicionarios que se reincorporaron, más la temprana incorporación de campesinos y obreros a la guerrilla, el naciente Ejército Rebelde pone proa hacia la Sierra Maestra y comienza una lucha que haría realidad la predicción de Fidel de no cesar hasta derrocar al tirano.
Como homenaje a ese día glorioso del 2 de diciembre de 1956, la fecha señala el Día de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas, bastión hoy en la defensa de la Patria. Día en que todo nuestro pueblo les rinde homenaje a todos los combatientes que siguen vistiendo el uniforme verde olivo estrenado en Santiago de Cuba el 30 de noviembre de ese mismo año por los combatientes clandestinos bajo el mando de Frank País para secundar el desembarco.
En Cuba es una realidad que el ejército es el pueblo y el pueblo es el ejército. Por eso este día es de júbilo popular, ocasión para estrechar con más fuerza esos lazos indisolubles, con el orgullo de tener aún con nosotros  a los principales fundadores, como el Comandante en Jefe Fidel Castro y el General de Ejército Raúl Castro.

martes, 1 de diciembre de 2015

La oración de los médicos



Con el triunfo de la Revolución cubana, el 1ro. de enero de 1959, pudo
cumplirse un ruego que parecía imposible de ser escuchado y atendido. Esa súplica era…


La oración de los médicos

.Orlando Guevara Núñez
“(…)Haz que pueda con el mismo empeño cuidar al que carezca de  recursos que al rico que puede pagar con largueza mis servicios”(...)  Así imploraba a Dios aquel ruego. Lo encontré en un documento del  grupo de médicos cubanos, Las Ardillas, graduado en 1960. El sentido de la petición era humano, pero quimérico en una sociedad  injusta, donde el rico lo tenía todo y el pobre de todo carecía.
No sé si aquella oración era de origen cubano, o si tomada de las muchas que de ese tipo encontré en diversos sitios de Internet, incluso de la España del siglo XVIII, como una que reza:
“Da vigor a mi cuerpo y a mi espíritu, a fin de que estén siempre dispuestos a ayudar con buen ánimo al pobre y al rico, al malo y al bueno, al enemigo igual que al amigo. Haz que en el que sufre yo vea siempre a un ser humano”.
Dos premisas eran indispensables para el cumplimiento de la Oración de los Médicos. Una, la transformación del sistema social cubano, incluido su sistema de salud, con los recursos necesarios; otra, la existencia de médicos capaces de responder, con sus conocimientos y su consagración, a la difícil tarea de que la prestación de la  salud estuviera al alcance de todos, sin distinción de la posición social, credo, raza  u otras diferencias entre  los enfermos.
 Estos cambios comenzaron con el mismo triunfo revolucionario. No pretendo entrar ahora en el mundo de las cifras. Pero hay pequeños ejemplos cuyo mensaje es grande. Y escojo uno de ellos: una nota tomada del periódico Sierra Maestra, en su edición del  14 de enero de 1959:
La Comisión de Arqueo y Custodia del Hospital Saturnino Lora hace saber la necesidad imperiosa que confronta ese hospital de poseer un refrigerador para almacenar las medicinas de la Farmacia y las que le llegan de los Hospitales Rebeldes, lo que se comunica al pueblo por si alguna persona altruista desea hacer esa contribución que será altamente agradecida.
En este caso no era una oración, pero se pedía también un milagro que no pude saber si fue cumplido.  Pese a las grandes dificultades económicas heredadas, el sistema de salud cubano comenzó un vertiginoso cambio;  hoy el “Saturnino Lora” tiene un presupuesto superior al que tenía el país completo en 1958. Pero era necesaria la transformación decisiva: la formación de los médicos capaces de impulsarlo y sostenerlo.
El doctor  Pedro Baeza, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana en esa época,  había dicho a los nuevos profesionales que  se asomaban al mundo de la medicina: “Ser médico era un complejo mecanismo, creado y perfeccionado por la Universidad, que permitía a un grupo tener los conocimientos necesarios para poder curar a los que pagaban altos honorarios sin sentir escrúpulos de conciencia al saber que se morían cientos de niños y de adultos sin recibir la más elemental asistencia”.
El 27 de noviembre de 1960, el Comandante en Jefe Fidel Castro pronunció un discurso en la escalinata de la Universidad de La Habana. Y allí tuvo lugar un hecho histórico, cuando él leyó una comunicación entregada por el  grupo de estudiantes de medicina que en breve  obtendría su título. Era la graduación de las denominadas Ardillas. Fidel se regocijó al leer aquel mensaje con fuerza de presente y  presagio de futuro.
“Los abajo firmantes, alumnos del sexto año de medicina, que dentro de pocos meses terminarán su carrera, preocupados ante una serie de hechos acaecidos en los últimos días, y conscientes del momento crucial y revolucionario por el que pasa nuestra patria, quieren dejar sentado de manera definitiva su posición ante la Revolución Cubana, y su actitud ante el deber sagrado de cumplir su función social.
“Como consideramos improcedente hacer demandas económicas en momentos donde por un lado el pueblo de Cuba está dispuesto a los mayores sacrificios, y por eso los sátrapas del imperialismo yanki nos agreden cobardemente, es que hacemos responsablemente los siguientes pronunciamientos:
Primero: Apoyamos con la vida, si fuera necesario, las medidas y normas revolucionarias tomadas por el gobierno.
Segundo: Estamos a la disposición incondicional de las autoridades cubanas, para lo que nos necesiten, una vez adquirido nuestro título.
Tercero: Aceptaremos con entereza y espíritu de sacrificio, el sueldo que el gobierno estime oportuno que pueda pagarnos.
“Cuarto: Solo deseamos ser útiles a nuestro país y utilizar los conocimientos adquiridos en la universidad que paga el pueblo, en beneficio de ese pueblo.
Quinto: Rechazamos por contrarrevolucionaria toda otra actitud que tienda a menoscabar el espíritu revolucionario que fermenta hoy en nuestra patria.
Sexto: Pedimos a todos los compañeros de nuestro curso que adopten esta postura revolucionaria y demuestren ante el pueblo su gran espíritu de sacrificio y su amor a la patria que soñara Martí”
Nacía así una premisa esencial para cumplir el propósito de que la medicina en Cuba dejara de ser una mercancía y los enfermos simples clientes. La renuncia al ejercicio privado de esta profesión, tuvo en aquellos jóvenes a sus pioneros.Ahora sí, la Oración de los Médicos comenzaba a cumplirse.
Casi llegamos ahora a los 55 años de aquel acontecimiento. Del  grupo de Las Ardillas, auténticos iniciadores del cambio, siete viven aún en Santiago de Cuba.Ellos son Juan Díaz Sarduy, Héctor del Cueto Espinosa, Ángel Arias Lorente, Armando Valdés Valdés, Rolando Tamayo Gandol, Melba Puzo Hansen y Manuel León Nogueses. El servicio médico rural y la docencia médica, tienen en ellos una raíz que continúa alimentando frutos.

Ya fallecidos, recordamos a  Luis Barrios Chávez, Alberto Mora Docampo, Manuel Dols Castellano, Manuel Pérez Fernández  y más reciente a Arturo Sánchez Borges.
En La Habana se radicaron: Esteban Regalado García, Iván Méndez Larramendi, Raúl Pérez Atencio, Rafael Inclán Díaz y Juan José Ceballos Arrieta.
De  aquel grupo dije  un día, al escribir sobre Las Ardillas, que los ocho restantes abandonaron el país. Si son personas honestas y viven,  donde estén, tal vez sigan  evocando la Oración del médico, aunque el ruego no pueda ser respondido en sociedades donde la salud, ese tan preciado derecho humano, es solo patrimonio de quienes pueden comprarlo.
Hoy la obra de la medicina cubana trasciende  fronteras y se inserta en disímiles latitudes del mundo, salvando vidas, curando males, previniendo enfermedades. La Oración de los Médicos fue cumplida en Cuba, donde ahora recursos materiales  y humanos, juntos, garantizan para todos, de forma gratuita, el más sagrado de los derechos humanos, el de la vida.
Bonito homenaje para nuestros profesionales de la salud en este 3 de diciembre, su día. Hoy contamos con una legión de Ardillas multiplicadas. Y tenemos razones para sentirnos orgullosos de nuestros profesionales de la salud. De quienes cumplen misiones en otros países y de quienes en suelo cubano simbolizan el esfuerzo y la lucha por la vida de todos los cubanos.