lunes, 30 de junio de 2025

  Josué, Floro y Salvador

                         Nuestros fiscales supremos

.Orlando Guevara Núñez

En junio de 1957, la rebeldía del pueblo santiaguero y de todo el territorio oriental se había multiplicado. Luego de los días azarosos y funestos del desembarco del Granma, se había producido el primer combate victorioso del naciente Ejército Rebelde en La Plata, el 17 de enero, y un mes después la entrevista concedida por Fidel en la Sierra Maestra al periodista norteamericano Herbert Matthews. Ambos acontecimientos desmentían la patraña gubernamental de que los rebeldes estaban aniquilados y de que la paz reinaba en esta combativa provincia.

El 28 de mayo de 1957, el combate de El Uvero había reafirmado la verdad que el régimen batistiano y los medios de prensa querían silenciar. Ese mismo día, los esbirros de la tiranía asesinaron a 16 expedicionarios del Corynthia, que habían desembarcado por la costa norte de Oriente para combatir contra Batista. El heroico asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de ese año, reafirmaba la rebeldía de los cubanos en todo el país.

En Santiago de Cuba el pueblo se enfrentaba valerosamente a las fuerzas militares opresoras y muchos de sus hijos eran perseguidos, torturados y asesinados en las calles. En ese propio junio,  Herbert Matthews,  escribía en el diario The New York  Time sus impresiones  sobre la capital oriental.

Esta es una ciudad en revolución contra el presidente Fulgencio Batista. Ninguna otra descripción podría señalar el hecho de que virtualmente todo hombre, mujer y niño en Santiago de Cuba, excepto la policía y las autoridades militares, están luchando al costo de lo que ellos pueden para derribar a la dictadura militar en La Habana. Lo que se aplica a Santiago puede aplicarse a toda la provincia de Oriente, al extremo oriental de la Isla, la más densamente poblada y la más fértil región de Cuba y que tradicionalmente ha sido la cuna de la lucha por la libertad”.

Era ésa la realidad que pretendían ocultar el dictador y sus cómplices, quienes se empeñaban en  hacer creer a la opinión pública que en Santiago de Cuba y Oriente había estabilidad política y tranquilidad ciudadana. Con ese engañoso objetivo, personeros batistianos, entre ellos el asesino Rolando Masferrer, organizaron ese 30 de junio un llamado “mitin de la paz” que tendría lugar en el Parque Céspedes, ubicado en el mismo corazón de la ciudad.

Pero los jóvenes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, comandados por el héroe de la lucha clandestina, Frank País García, se aprestaron a demostrar lo contrario, con un audaz plan de acción. Una bomba de tiempo, colocada debajo de la tribuna, no llegó a explotar, fallando así el aviso para que tres pequeños grupos de revolucionarios salieran a la calle demostrando su presencia y  dispuestos al enfrentamiento con el enemigo. Faltó la señal, pero los jóvenes combatientes cumplieron la parte que les correspondía.

Entre los intrépidos muchachos estaban Josué País García, Floromiro Bistel Somodevilla y Salvador Pascual Salcedo. Impacientes por la ausencia de la explosión, Josué trató de comunicarse con Agustín Navarrete, responsabilizado con la acción, lo que no fue posible. Las palabras ofensivas y demagógicas de los personeros batistianos durante el mitin, enardecieron más a los jóvenes. “Estamos en esta tarde-dijo uno de los sicarios- librando en Santiago de Cuba la batalla por el futuro, por la tranquilidad, por la paz y el progreso de la nación. A la bomba, al petardo, oponemos el alma de nuestras mujeres, el pecho de nuestros hombres y la voluntad del pueblo, que quiere elecciones, que quiere paz, que quiere trabajo”.

Ante esa y otras ofensas, los tres jóvenes decidieron iniciar la operación. Salieron a la calle, ocuparon un auto de alquiler y caminaron hasta ser interceptados en la calzada de Martí y Crombet por un vehículo militar que ya los perseguía, pues el dueño del auto ocupado había hecho la denuncia a las fuerzas represivas. Refuerzos de los asesinos acudieron de inmediato. Cercados y  atacados por los esbirros, los tres jóvenes prefirieron morir en desigual combate, antes que rendirse al enemigo.

Floro y Salvador, luego de responder al fuego contrario, murieron al instante, mientras que Josué, herido de gravedad, fue hecho prisionero, montado en un carro militar y – según testimonio de muchos – asesinado como respuesta a sus exclamaciones de ¡Viva la Revolución!

En un artículo del investigador histórico, combatiente y biógrafo de Josué País, Francis Velázquez Fuentes, donde se analizan los hechos de ese día, se expresa que otro de los grupos revolucionarios decidió también salir, pero al tratar de ocupar un auto fueron descubiertos y se enfrentaron a los sicarios, causándoles dos muertos y un herido, logrando ellos escapar ilesos.

El fracaso del mitin fue evidente. En carta fechada el 5 de julio de 1957, el propio Frank País le comunicaría al máximo jefe de la Revolución, Comandante Fidel Castro, la siguiente valoración:

“Tuvieron que dar el mitin apoyados en tanques de guerra, con 3 000 soldados sobre las armas y más de 200 apapipios de Masferrer (…) El pueblo se portó muy bien, nadie fue; había solamente unas 5 000 personas y eso que las trajeron de toda la República. Tal fue el fracaso que el gobierno ha trazado planes para Oriente (…)”

A este fracaso de los politiqueros hay que unir otro. El Movimiento Revolucionario 26 de Julio, como parte del plan, se había propuesto interferir la transmisión del mitin. Uno de sus militantes, Carlos Amat, empleado de la Cuban Telephone Company, era el encargado de las líneas telefónicas a través de las cuales la transmisión llegaría a varias emisoras nacionales. Y precisamente en el momento que le correspondía hablar al asesino Masferrer, lo que salieron al aire fueron las consignas revolucionarias de ¡Viva Fidel!, ¡Viva la Revolución!, ¡Abajo Batista!

Ese mismo 30 de junio, además de la caída de Josué, Floro y Salvador, el Movimiento sufrió otro duro golpe: el fracaso del intento de apertura de un segundo frente de combate, en la zona de Miranda,  actual municipio de Mella, en la provincia santiaguera. Como la “semana terrible”, bautizaría Frank País estos hechos al informar a Fidel sobre los acontecimientos.

Pero los combatientes clandestinos no se amilanaron. Fortalecieron su organización, golpearon con más fuerza a los esbirros de la tiranía y se convirtieron en un firme bastión de apoyo a los guerrilleros que en las montañas orientales también incrementaban sus acciones, en una lucha sin tregua cuyo colofón fue la victoria revolucionaria del 1ro. de enero de 1959.                                   

                                                     

                                                   Los tres héroes

 

Josué País García era el hermano menor de Frank. Nació en Santiago de Cuba, el 28 de diciembre de 1937. Al morir contaba con sólo 19 años de edad. De conocida procedencia humilde, sus inquietudes revolucionarias lo habían integrado a la lucha estudiantil en el Instituto santiaguero. Formó parte del Bloque Estudiantil Martiano. Sus aspiraciones de estudiar ingeniería en la Universidad, quedaron truncas ante los requerimientos de su actividad revolucionaria.

Junto a los jóvenes que se rebelaron contra el golpe militar que el 10 de marzo de 1952 llevó al sanguinario Batista al poder, estaba Josué. Se suma de lleno a la lucha revolucionaria junto a Frank, Pepito Tey y otros destacados revolucionarios. El asalto al Cuartel Moncada, incentiva en el joven su ideal libertario. Es perseguido y detenido varias veces por los esbirros lo que, lejos de amedrentarlo, lo enardece. Ingresa al Movimiento Revolucionario 26 de Julio y figura entre los combatientes del 30 de noviembre de 1956.

Su muerte conmovió en lo más profundo a su hermano Frank, quien refiriéndose al trágico acontecimiento le escribe a Fidel: “Aquí perdimos tres compañeros más, sorprendidos cuando iban a realizar un trabajo delicado y que prefirieron morir peleando antes de dejarse detener, entre ellos el más pequeño que me ha dejado un vacío en el pecho y un dolor muy mío en el alma”.

Floromiro Bistel  Somodevilla nació en Santiago de Cuba, el 18 de mayo de 1934. No había cumplido los 23 años de edad cuando ofrendó su vida a la libertad de la Patria.

No tuvo oportunidad de continuar estudiando después de alcanzar el sexto grado, pues la necesidad lo obligó a trabajar desde muy joven para contribuir al sustento de su humilde hogar. Laboró como chofer en una fábrica de galletas en su ciudad natal.

Se integró al Movimiento Revolucionario 26 de Julio y sus principales actividades las desarrolló  en un grupo de acción, junto a Josué País y Salvador Pascual.

Participó en el Levantamiento Armado del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba y fue detenido el  2 de diciembre de ese año, permaneciendo en prisión hasta mayo de 1957, ocasión en que se reintegra a la lucha hasta su caída heroica pocos días después.

Salvador Pascual Salcedo tenía 23 años al caer en combate, el 30 de junio de 1957. Había nacido en Santiago de Cuba, el 8 de abril de 1934, en el seno de una humilde familia. Estudió Derecho Administrativo en la Universidad de La Habana, trabajando luego en las tiendas de ropas Luxor y La Francia, de la ciudad santiaguera.

Con sólo 18 años de edad, ya estaba vinculado a la lucha revolucionaria y bajo las órdenes de Pepito Tey cumplió diversas y riesgosas misiones clandestinas. Por estar cumpliendo una de ellas, en el antiguo central Río Cauto (hoy José Nemesio Figueredo, en la provincia de Granma) no participó en las acciones del 30 de noviembre de 1956, en Santiago de Cuba.

Al caer en combate su jefe, Pepito Tey, el joven revolucionario continúa cumpliendo misiones junto a Frank País, hasta su muerte heroica.

                                         Presencia de los caídos

La muerte de los tres revolucionarios santiagueros, causó una profunda impresión entre  el pueblo de Santiago de Cuba y de los combatientes guerrilleros de la Sierra Maestra. Así, el 21 de julio de 1957, el Ejército Rebelde escribe a Frank País una carta de condolencia, la cual no llegó a las manos del jefe clandestino, por su también heroica muerte el día 30 de ese mismo mes.

En esa emotiva carta, un párrafo lo leemos hoy con impresionante fuerza de presencia.  “Si el destino nos lo permite, juntos iremos un día a su tumba para decirle a él y a toda esa legión de Niños Héroes, que hemos cumplido con la primera parte de esta lucha y que con la misma entereza y espíritu de sacrificio nos disponemos a culminar la obra de nuestra generación, teniéndolos a ellos como fiscales supremos de nuestros actos futuros”

Y para ti, hermano querido, - expresa la propia misiva- nada tenemos que añadirte, porque también es nuestro el dolor del joven águila caído.

Hoy el compromiso de culminar la obra de Josué, de Floro y de Salvador, la asume un pueblo entero que los continuará considerando, eternamente, fiscales supremos de nuestros actos presentes y futuros. Y el joven águila caído continúa elevando su vuelo para, junto a los Niños Héroes inmolados aquel 30 de junio y en otras fechas, continuar su ascenso hacia el sitial más alto de la Patria

 

sábado, 28 de junio de 2025

 

Hacia el aniversario 510 de Santiago de Cuba

Vilma, sobre una historia de la cual ella fue protagonista

.Orlando Guevara Núñez

Cuando se hable del heroísmo de Santiago de Cuba, el nombre de Vilma Espín  Guillois será siempre imprescindible. Ella fue protagonista del heroísmo de los días más difíciles. Heroína de la clandestinidad y del Ejército Rebelde. Heroína de la República de Cuba. La Vilma de Santiago y de toda Cuba.

En el libro Una Revolución que comienza, de la Editorial Oriente,  pág. 79, Vilma dejó plasmadas algunas de sus vivencias sobre Santiago de Cuba.

La caída de Frank País.

“Bueno, esa tarde fue tremenda para todos nosotros. Inmediatamente llamamos a la mamá de Frank y a su novia América Domitro para que fueran enseguida a reclamar el cadáver”.

“Frank estaba tirado en medio de la calle y todo el pueblo se fue arremolinando allí, se pusieron cordones. Había una situación popular tremenda. Frank muerto, y Santiago de Cuba estaba hirviendo. Esa misma tarde, los dueños de los almacenes y la gente de la Resistencia Cívica empezaron una huelga; los patronos y los obreros, todo el mundo. Ahí si es verdad que todo el mundo se puso de acuerdo, y empezaron a cerrar”.

Por fin me pusieron a Rosario al teléfono. Entonces yo le dije: “Usted tiene que ir y fajarse de cualquier manera, con los dientes, de cualquier manera para que le entreguen el cadáver de Frank”. Y ella, que es una mujer de un temple tremendo, arrancó para allá con una fuerza enorme”.

 “Ya lo habían llevado para el necrocomio cuando ella llegó, porque en los primeros momentos la gente quería llegar hasta el cadáver y hubo forcejeos con los guardias. Es que la reacción popular fue espontánea, muy poderosa, y desde ese momento se paró la ciudad, la gente se dedicó a ir donde estaba Frank. Entonces ellos entregaron el cadáver. Actuaron inteligentemente en ese momento: lo que hicieron fue replegar todas las fuerzas y acuartelarlas, mientras la gente se aglomeraba alrededor de la casa de América, que fue donde se tendió”.

Allí se le puso el uniforme, porque Frank tenía dos vocaciones bien marcadas, pero yo diría que la primera era la militar y la segunda, la de maestro. Yo insistí en que le pusieran el uniforme y la boina sobre el pecho, porque a él le gustaba la boina y la usaba desde antes, y que le pusieran una rosa blanca sobre la boina y el brazalete del 26. Además, los grados de tres estrellas correspondientes al plan de los nuevos grados que él estaba elaborando para mandárselo a Fidel”.

El entierro fue una manifestación de todo el pueblo. Los centros de trabajo estaban cerrados, no había fuerzas públicas por ninguna parte y la ciudad entera estaba tomada por el pueblo. La gente que no iba en el entierro, tiraba flores a su paso, y hubo caso de gente de la Marina que esperaron el entierro y se cuadraban cuando pasaba; fueron los que participaron, menos de dos meses después, en la acción de Cienfuegos (esto lo supe luego)…”

En carta  a Léster Rodríguez, sobre la muerte de Frank, Vilma escribe:

“El día 31 fue el día más extraordinario de cuantos han conocido en esta etapa de la historia de Cuba, aún así, ni siquiera tuvo el consuelo de poder ver cuanto ocurrió. Sabes que ese día vino el Embajador Smith; aún antes de lo de Frank ya se tenía preparada una demostración de las mujeres santiagueras; imagínate tú lo enardecidas que estaban todas con lo que acababa de ocurrir, ese día la mujer santiaguera escribió una página admirable de coraje. Fueron golpeadas, vejadas, les pusieron las mangueras de los carros de bomberos y no se movieron”.

“Según se llevaban un grupo de mujeres por un lado del parque, aparecía otro por el otro extremo. A las doce del día había 50 mujeres presas en el Palacio Provincial y el embajador estaba asqueado e indignado con la represión policíaca. Toda la preocupación de las presas ensopadas y golpeadas era que las soltaran a tiempo para ir al entierro. Esta fue la más imponente y colosal demostración de duelo que se ha visto en Cuba. Por la tarde no abrió ningún comercio para que todo el mundo pudiera ir al entierro. La ciudad entera se quedó vacía mientras se acumulaban más de 20 cuadras de gente en apretada masa desde la casa de América. Procuramos que el entierro de Pujol se uniera, sabes que él fue formidable, según me dicen, trató de cubrir a Frank con su cuerpo”.

“Todo ese imponente desfile de la ciudadanía santiaguera bajó Heredia hasta San Pedro y de ahí al cementerio. Martí estaba abarrotada  de gente que se unió luego, de los balcones caían flores al paso del cortejo. Se procuró que fueran solamente cantando el Himno Nacional, pero de vez en cuando salía un grito de rebeldía apoyado por todo el pueblo. Los viva y los  ¡abajo! Pudieron contenerse un poco al principio, pero luego se desbordaron”.

“Las autoridades tuvieron el buen tino de acuartelar sus tropas, aquella multitud no hubiera temido a nada; a la vista de un uniforme hubieran destrozado al que lo llevara. Se izaron banderas del 26 en el cementerio.  (…)”

 “Ese día Frank ganó la más grande de sus batallas, con sus estrellas de coronel, me hice la idea de que sonreía”.                

Sobre  otro  momento trágico para  los revolucionarios santiagueros,  la muerte de Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, el 30 de noviembre de 1956, Vilma  ofrece su testimonio sobre lo acontecido  cuando se velaba el cadáver de Pepito.  Recogido en el libro José Tey Saint-Blancard, su última cita de honor, de Yolanda Portuondo López, pág. 304,  citando como fuente al diario  Juventud Rebelde, de 30 de noviembre de 1966.

“Al día siguiente se efectuó el entierro de Pepito Tey, que fue al doblar de nuestra casa de San Jerónimo. Fuimos hasta allí Haydée, Armando y yo. Todavía estaban los guardias haciendo disparos, pues el pánico los invadía. Recuerdo que uno de ellos, trepado en un camión, se orinó en los pantalones a la vista de todos. No sabían qué hacer. Mucha gente concurrió al velorio. Había de todas las procedencias: comerciantes, obreros, gente acomodada, gente humilde. Los soldados estaban frente a la puerta de la funeraria provocando. En cierto momento pasó un soldado y disparó una ráfaga de ametralladora contra el entierro. El público se lanzó al suelo y el féretro salió rodando en el correcorre. Tuve que sacar de allí a la mamá de Pepito. La soldadesca trató de entrar al velorio y se produjo un momento emocionante. La gente que estaba allí, en casi su totalidad, eran  gente pacífica, gente del pueblo. Pero cuando los militares se movieron hacia la entrada, los hombres que se hallaban en el vestíbulo, calladamente, como respondiendo a un impulso interior, formaron un semicírculo y se quedaron aguardando con los puños cerrados. Un sargento se dio cuenta de que iba a haber pelea y decidió llamar por teléfono para pedir instrucciones. Entonces le dieron órdenes de no dejar entrar más público al velorio.

Armando, Haydée y yo nos situamos en la escalinata de la funeraria y al pasar  el féretro saludamos militarmente. Los soldados estaban tan nerviosos que no hicieron caso de aquello.

viernes, 27 de junio de 2025

 

Hacia el aniversario 510 de Santiago de Cuba

La pasión de Melba por esta ciudad y sus habitantes

Orlando Guevara Núñez 

 

 La pasión de Melba  por Santiago de Cuba-por la  ciudad y por los santiagueros- es conmovedora.

En entrevista realizada por este autor, con motivo del aniversario 40 del asalto al Cuartel Moncada, la  combatiente  revolucionaria expresó:

Llegué a Santiago de Cuba sobre las cuatro de la tarde. Nunca había ido a Santiago de Cuba, no obstante haber soñado siempre con esa ciudad como símbolo de la Patria, como símbolo de rebeldía, como expresión de los Maceo, expresión de nuestras luchas mambisas. Siempre soñaba con Santiago de Cuba. Llegué allí y me esperaban en la estación de ferrocarril Abel Santamaría y Renato Guitart. Esperé a que bajara un poco de gente para eludir la curiosidad sobre el cargamento que llevaba. Y así fue”.

Santiago de Cuba forma parte de la historia de Melba y Haydée; y Haydée y Melba forman parte de la historia de Santiago de Cuba. ¿Ha reflexionado alguna vez sobre esa realidad?

Sobre Santiago y nosotras, ¿cómo no habríamos de reflexionar mucho Yeyé y yo?  Santiago se convirtió para nosotras…  Santiago guarda lo más sagrado de nosotras, Santiago guarda a nuestros compañeros caídos, asesinados; caídos en combate no, asesinados por aquellos esbirros. Santiago, desde el primer instante, se convirtió en una fuerza nueva en nuestra decisión de lucha”.

 

 Luchábamos por la Patria, por rescatar la libertad y la independencia de Cuba, luchábamos por Cuba en sentido general, luchábamos en particular por Santiago de Cuba. Tengo que decirlo así.  Después, en el trabajo clandestino, fui muchas veces a Santiago de Cuba, acompañada por la doctora María Antonia Figueroa e iba a la casa de Cayita  Araújo. Pude comprobar lo que Abel me había dicho en el momento de mi llegada a Santiago de Cuba y el acierto de Fidel cuando se escogió a Santiago para nuestra acción”.

Yo tengo que decir que Santiago de Cuba, cuando la lucha clandestina, cuando yo iba entrando a la ciudad, sentía fuerzas nuevas. Y hoy, cuando visito a Santiago, yo reflexiono mucho, yo pienso mucho en Frank, en los muchachos santiagueros, yo tengo muy presente a Cayita Araújo, a María Antonia, que fue una valiente luchadora santiaguera que nos acompañó y nos siguió en todas nuestras gestiones de lucha cuantas veces fue necesario”.

Y yo tengo un sentimiento muy profundo de gratitud, porque siempre hemos sentido el sostén de la mano santiaguera muy en la nuestra. Y todo nuestro pueblo es igual. El pueblo cubano tiene la misma firmeza, la misma decisión, también lo miro con mucho amor y con mucha gratitud. Sobre todo el hecho de que hoy nos entiendan y que hagan suyos los planteamientos de Fidel en el momento actual, la firmeza ante la defensa del carácter socialista de nuestra Patria”.

Eso es lo que yo siento por Santiago de Cuba y, efectivamente, Santiago está en nosotros y nosotros estamos en Santiago. Y me atrevo a hablar así en nombre de Yeyé también, quien guardó siempre este reconocimiento y estos recuerdos de gratitud para Santiago y los santiagueros”.

Cuando visita a Santiago de Cuba, ¿Qué es lo que más le impresiona?

“Cuando visito a Santiago de Cuba, yo quisiera llevármelo todo en mi cabeza, quisiera verlo todo. A mí allí todo me impresiona. Algo que yo no puedo mirar sin emocionarme es esa calle de Padre Pico; ese lugar allí, ver las escalinatas, me dice: ¡Ya estás en Santiago de  Cuba!  Y a mí allí me impresiona todo”.

Como es natural, la Granjita Siboney para nosotros es Santiago, para los santiagueros, para los combatientes del 26 de Julio. Me atrevo a mencionar también a Almeida. La Granjita Siboney nos guarda a nosotros, guarda a los que ya no están y debemos cuidarla y conservarla por siempre para la historia, para cuantas generaciones tienen que venir. El Cuartel Moncada, muy importante. Lo caminamos, lo registramos. Siempre que entramos a él, reconstruimos aquellas horas del 26 de Julio de 1953. En Santiago me gusta verlo todo, sentirlo todo, lo amo todo allí. No puedo decir otra cosa. Para mi es un honor que fuera Santiago de Cuba donde se celebrara el Cuarto Congreso del Partido, en el cual se me reeligiera miembro del Comité Central del Partido. Para mí, Santiago es eso”.

Sobre su prisión en Boniato.

Allí, en la cárcel de Boniato, fueron días en los cuales, a pesar del grado de incomunicación en que estábamos, recibíamos mensajes de los santiagueros que estaban fuera de la cárcel, que no podían llegar hasta nosotros, pero siempre se valían o del médico o de algún preso que tenía cierta libertad para moverse y a través de estos santiagueros recibíamos el mensaje y el apoyo del pueblo de Santiago de Cuba”.

 Allí, en la cárcel de Boniato, estrenamos la marcha del 26 de Julio, dirigida por su autor, el compañero Agustín Díaz Cartaya y la acompañamos con golpes en cajones, en latas; las voces de los muchachos resonaban y llegaban hasta allá, hasta el pabellón donde radicaba la dirección penal.

Y en ese caso tengo que referirme a una gloriosa santiaguera que todos ustedes recuerdan, a la compañera Gloria Cuadras y al esposo de ella, quienes desde el primer instante en que empezaron a trasladar los cuerpos de nuestros compañeros muertos para el cementerio Santa Ifigenia, se ligaron a nosotros. Ellos cuidaron de nuestros gloriosos cadáveres hasta dejarlos  depositados en Santa Ifigenia y siempre nos mandaron mensajes de que estaban bien cuidados y de que se les ponía flores. Siempre muy cerca de nosotros el pueblo de Santiago de Cuba y muy especial el caso ejemplar de esa luchadora que se llamó Gloria Cuadras y de su esposo (Amaro Iglesias, N.A.) un compañero altamente querido, que cada vez que voy a Santiago lo visito”.