.Orlando Guevara
El 16 de octubre de 1953, en
su alegato La historia me absolverá, ante
el tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de ese año, Fidel
Castro hizo una contundente denuncia sobre la dramática situación de la
vivienda en Cuba.
“Tan
grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y
chozas; cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en
barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene
y salud; dos millones doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan
alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos; y dos
millones ochocientas mil de nuestra población rural y suburbana carecen de luz
eléctrica”.
Otros datos grafican con
igual elocuencia la situación. En ese mismo año 1953 - cifras ofrecidas por el
Censo Nacional de esa fecha - sólo el 13 por ciento de las viviendas estaban conceptuadas como
buenas; el 20 por ciento fueron
catalogadas como aceptables, mientras que la categoría de regular abarcó al 21
por ciento; las clasificadas como malas llegaron al 32 por ciento, y el resto, casi un 15 por ciento fueron
declaradas en estado ruinoso.
Fidel denunció, además, la injusticia
de los casatenientes – dueños de cientos
y miles de viviendas- que lucraban con los altos alquileres, y no vacilaban en
desahuciar a las familias pobres que no podían pagar las mensualidades por no
contar con los ingresos suficientes. Y a los inversionistas en la construcción
de viviendas, quienes edificaban teniendo en cuenta no las necesidades de la
población, sino sus ganancias.
En fecha tan temprana como
el 6 de marzo de 1959, fue dictada una Ley que rebajaba en hasta un 50 por
ciento los alquileres a la población; y
el 14 de octubre de 1960, se dictó la Ley de Reforma Urbana, que convirtió en
dueños de la vivienda a quienes las habitaban.
En un trabajo sobre este tema, el compañero Eugenio Suárez Pérez, de la
Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, anota que al día siguiente
de la proclamación de la trascendente medida,
proclamaría el máximo jefe de la Revolución: “La Ley de la Reforma Urbana se
concibió desde la época del Moncada. Además, es el único punto que faltaba del
Programa del Moncada. Así que tiene sus orígenes en aquella época. […] El
principio fundamental de esta Ley era convertir en propietario de las casas a
los arrendatarios. ¿Por qué? Porque en realidad el arrendatario está pagando
casi durante 15, 20, 25… hay familias que llevan 30 años pagando casa. Han
pagado la casa varias veces. Nunca son dueños de la casa”.
Los abusivos alquileres y
los desahucios, pasaron a formar parte de un pasado sin posible regreso a la
nación cubana. En Cuba no existe la tragedia, como en los propios Estados
Unidos y otros países capitalistas, donde millones de personas tienen como
lecho el suelo y como techo el cielo.
La Revolución comenzó a
construir viviendas en los campos, para obreros agrícolas y campesinos
organizados en Cooperativas. Otros programas fueron dirigidos a las ciudades.
Mediante éstos, surgieron centenares de nuevos asentamientos rurales y urbanos,
decenas de miles de edificios multifamiliares para las familias más necesitadas.
Pese a ser el sector de la
construcción uno de los más golpeados por el criminal bloqueo imperialista, el programa de nuevas
viviendas no se ha detenido y es, en estos momentos, de alta prioridad para el
Estado cubano. Especial atención han
recibido y reciben las miles de familias cuyas viviendas han sido afectadas por
los fenómenos climatológicos, como huracanes y tornados.
En Cuba, más del 85% de las
personas son propietarias de su vivienda, y el resto paga alquileres bajos.
Miles de personas sin posibilidades económicas para construir o reparar sus
viviendas logran hacerlo mediante subsidios del Estado. Nadie queda
desamparado, y es un derecho refrendado
en la Constitución aprobada el pasado 24 de febrero en nuestro país.
Aquel histórico 14 de
octubre, se cumplía en su esencia, y se sobre cumplía en muchos aspectos, el Programa del Moncada, expuesto por
Fidel, exactamente siete años atrás, cuando para muchos la aspiración parecía
un sueño, ahora convertido en feliz
realidad. La Revolución ascendía hacia otra etapa de trabajo.
Queda mucho por hacer en
esta dirección, pero la Revolución no ha dejado de hacer ingentes
esfuerzos para mejorar las condiciones del fondo habitacional, distinto en
mucho a las calamidades de la fecha en que se produjo el asalto glorioso del 26
de julio de 1953.
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