Hacia el aniversario 510 de Santiago de Cuba
Capital de la Dignidad; símbolo del heroísmo
Revista Bohemia, edición especial, 11 de enero de 1959
.- Orlando Guevara Núñez
Santiago, la ciudad cien veces heroica
No hay que repetirlo, porque todos lo sabemos: Santiago de Cuba, capital de Oriente- Capital de la Dignidad- es el símbolo del heroísmo. El sol que la calienta, el mar que le baña los pies, las montañas que le regalan el cielo, están llorando de horror. ¡Jamás corrió tanta sangre por las calles! ¡Jamás descendieron del alma humana tantos ríos de lágrimas! ¡Jamás un pueblo halló tanto infierno a su alrededor!
Todo lloraba en Santiago.
Pero un día, cuando los ojos exprimidos se acabó el llanto, el llanto lloró en sí mismo.
El crimen, la ignominia, el escarnio … ¡la muerte! iban regando ataúdes en la ciudad! Las cruces- las que se encontraban-espigaban dondequiera.
¡Nunca se mutilo tanta vida como en los días tenebrosos que espantaron a Santiago de Cuba!
De tanto sobresalto, los corazones no latían: agonizaban desesperadamente, angustiosamente, desconsoladamente.
El alma estaba siempre a media asta.
Y las madres querían meter a sus hijos otra vez en sus entrañas para salvarlos de las bestias. Y los padres se mataban el instinto para que no le saliera por los ojos. Y los niños se hacían crecer el dolor para que estallara en pedazos de valentía. Y todo, todo estaba herido en Santiago. Todo tenía un olor de sangre, de angustia, de imposible.
Los verdugos andaban babeando por las aceras, por los parques, por las avenidas. Violaban los hogares, asaltaban los hogares, pisoteaban los hogares.
De día y de noche, los verdugos cortaban la alegría de las rosas, mutilaban el júbilo de la juventud, despedazaban el sueño.
Pero una vez el heroísmo se metió en Santiago. Se instaló en toda la ciudad, como en la época de los mambises aguerridos. Como en los tiempos de Guillermón.
Sobre el sufrimiento, sobre la mutilación de la esperanza, el heroísmo se posó en las manos, habitó en los pechos encendidos, residió en las miradas gastadas por el desfile de la muerte.
Y las madres empujaron a sus hijos hacia las montañas, hacia la Cordillera redentora, hacia donde hubiera un pedazo de libertad.
Y hasta la angustia peleó.
Pelearon los buenos contra los malos, contra los que abrían sementeras de oprobio, contra los que intentaban ahogar la tierra con sangre.
Y Santiago de Cuba fue heroica y brava cien veces.
A ti, Santiago, hay que darte la flor que solo pueden recibir los que se volcaron en valor y estoicismo y resistieron hasta sucumbir.
Mereces, Santiago, un río de astros, un vendaval de ángeles un océano de albas.
Mereces por eso, Santiago, el color del infinito.
Tu sacrificio tiene una dimensión de oro. Es el sacrificio de los sacrificios. Es la abnegación desconocida. Es el drama que solo has visto tú en ti misma.
Pero tu dolor, Santiago, es el dolor de Cuba. Tus muertos son nuestros muertos. Las vidas segadas en tus calles, florecen dentro de nosotros y nos llenan de palomas el chorro de las venas.
Por tu dolor, Santiago, que es el dolor supremo, todos estamos apretándote contra nuestro pecho, contra nuestra tristeza, contra nuestra pena sin orillas.
Sí, aquí estamos, sintiéndote como si fueras un dios herido, como si tu sacrificio nos mantuviera salpicando todavía del horror que derramaron sobre ti los hombres que no debieron haber nacido nunca.
Aquí estamos, Santiago, ofreciéndote nuestro pañuelo para que te seques la última lágrima.
Y para que duermas un poco con la cabeza sobre la almohada de nuestra pesadumbre.
Sobre la almohada inmensa de la gloria;
De tu gloria, Santiago, ¡Capital de la Dignidad!
jueves, 10 de julio de 2025
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