Orlando Guevara Núñez
Esta afirmación de José Martí fue pronunciada durante su discurso en el Club de Comercio de Caracas, Venezuela, el 21 de marzo de 1881. Recuérdese que en enero de ese año había llegado allí, en condición de emigrado.
Y sobre ese tema versó ese día su oratoria. Su evocación primera es precisamente para un grande de Venezuela y de América: Simón Bolívar.
Expone sus emociones ante la tumba del héroe. (…)” Como tiembla la superficie de la tierra al ser movida por el fuego interior de los volcanes, fuime a pagar, frente a una tumba blanca, como cumplía a un alma tan pura, mi tributo impaciente, y, si por menguado temor de parecer vulgar o lisonjero no doblé reverente ante las cenizas del hombre entero y envidiable un segundo la rodilla, con efusión filial le envié un beso amorosísimo, de largo tiempo contenido, y con mis ojos nublados no sé si de las lágrimas o de dolor por los males de mi pueblo, o de vapor de gloria, busqué en torno mío la montaña más alta de Los Andes, como si allá, en la más alta cresta, debiera reposar nuestro gigante, como mensaje, el más enérgico que pudiera enviar la tierra al cielo”.
Su verbo fue todo de gesta. Habló del imperativo de la lucha. Se refirió al aislamiento de los hombres y los pueblos que luchan por la realización “inmediata y absoluta de los ideales de América”.
Y se auto proclamó parte de esa batalla. Basta, para ser grande, intentar lo grande. “Y yo tomo mi cruz humildemente, y la rocío con las amargas lágrimas del desconocido, y ayudaré a este pueblo a sus trabajos…”
El dolor por la patria oprimida lo entristece.
“Luché en mi patria, y fui vencido. Se sabe que al poema de 1810 le falta una estrofa, y yo, cuando sus verdaderos poetas habían desaparecido, quise escribirla. No me han arrancado, no me arrancarán la pluma de las manos, pero la ha vuelto contra mi pecho la fortuna, y se nos ha clavado en el corazón, que palpita ¡ay! en este instante mismo acelerado con el recuerdo de aquellos que a compás suyo latieron y ya han muerto”
Habla Martí, con vehemencia, de la necesaria unión de los pueblos para enfrentar similar lucha e idénticos intereses y necesidades.
“Así, armado de este amor, vengo a ocupar mi puesto en este aire sagrado, cargado de las sales del mar libre y del espíritu potente e inspirador de hombres egregios; a pedir vengo a los hijos de Bolívar un puesto en la milicia de la paz”.
Al final dice nuestro José Martí, recordando su presencia ante la tumba de El Libertador:” Parecíame respirar embriagante aire de batalla, como si todavía no hubiesen llegado a sus cuarteles de descanso los jinetes de Bolívar o como si aquellas olas espesas y flotantes átomos fueran la natural nube de polvo que debió levantar, al caer al suelo, nuestro terrible manto de cadenas”.
Consecuente con su pensamiento, José Martí, Héroe Nacional cubano, intentó lo grande y por eso fue grande.
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