Orlando Guevara Núñez
El 4 de febrero de 1962, como respuesta a la expulsión de Cuba de la OEA, más de un millón de cubanos se reunieron en la capital cubana, constituyéndose en Asamblea General del Pueblo de Cuba, la cual aprobó la Segunda Declaración de la Habana. De aquel histórico acontecimiento, todavía con fuerza de presencia, recordaremos algunos momentos, tanto del discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro, como del texto de la Declaración.
Fragmentos de la II Declaración de La Habana
Los pueblos saben que en Punta del Este, los cancilleres que
expulsaron a Cuba se reunieron para renunciar a la soberanía nacional; que allí
el gobierno de Estados Unidos fue a sentar las bases no solo para la agresión a
Cuba, sino para intervenir en cualquier país de América contra el movimiento
liberador de los pueblos; que Estados Unidos prepara a la América Latina un
drama sangriento; que las oligarquías explotadoras, lo mismo que ahora
renuncian al principio de la soberanía, no vacilarán en solicitar la
intervención de las tropas yankis contra sus propios pueblos, y que con ese fin
la delegación norteamericana propuso un comité de vigilancia contra la
subversión en la Junta Interamericana de Defensa, con facultades ejecutivas, y
la adopción de medidas colectivas. Subversión para los imperialistas yankis es
la lucha de los pueblos hambrientos por el pan, la lucha de los pueblos contra
la explotación imperialista. Comité de vigilancia en la Junta
Interamericana de Defensa con facultades ejecutivas, significa fuerza de
represión continental contra los pueblos a las órdenes del Pentágono.
Medidas colectivas significan desembarcos de infantes de marina yankis en
cualquier país de América.
Frente a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución, respondemos:
las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos (APLAUSOS). Lo que
Cuba puede dar a los pueblos, y ha dado ya, es su ejemplo (APLAUSOS).
¿Y qué enseña la Revolución Cubana? Que la revolución es posible, que los
pueblos pueden hacerla (APLAUSOS), que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas
capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos.
Allí donde están cerrados los caminos de los pueblos, donde la
represión de los obreros y campesinos es feroz, donde es más fuerte el dominio
de los monopolios yankis, lo primero y más importantes es comprender que no es
justo ni es correcto entretener a los pueblos con la vana y acomodaticia
ilusión de arrancar, por vías legales que no existen ni existirán, a las clases
dominantes, atrincheradas en todas las posiciones del Estado, monopolizadoras
de la instrucción, dueñas de todos los vehículos de divulgación y poseedoras de
infinitos recursos financieros, un poder que los monopolios y las oligarquías
defenderán a sangre y fuego con la fuerza de sus policías y de sus ejércitos.
El deber de todo revolucionario es hacer la revolución (APLAUSOS). Se
sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de
revolucionarios sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del
imperialismo (APLAUSOS). El papel de Job no cuadra con el de un
revolucionario. Cada año que se acelere la liberación de América,
significará millones de niños que se salven para la vida, millones de
inteligencias que se salven para la cultura, infinitos caudales de dolor que se
ahorrarían los pueblos. Aun cuando los imperialistas yankis preparen para
América un drama de sangre, no lograrán aplastar la lucha de los pueblos,
concitarán contra ellos el odio universal, y será también el drama que marque
el ocaso de su voraz y cavernícola sistema (APLAUSOS).
Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de
200 millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos
sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino, y
cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo
entero (APLAUSOS).
Con lo grande que fue la epopeya de la independencia de América Latina, con lo
heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy les
ha tocado una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad.
Porque aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una
España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. Hoy les toca la
lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del mundo,
frente a la fuerza más importante del sistema imperialista mundial, y para
prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande del que le prestaron
nuestros antepasados.
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