jueves, 17 de febrero de 2022

Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos


Orlando Guevara Núñez

 

Hasta ahí conocía ese pensamiento martiano. Pero no se detuvo en ese punto. En carta a su amigo dominicano  Federico Hernández y Carvajal, firmada el 25 de marzo de 1895,  en Montecristi,  puede leerse la oración completa, que continúa: y sienten  con entrañas de nación, o de humanidad.
Martí está contestando una misiva del catedrático amigo. Le habla sobre la responsabilidad de la lucha en Cuba.  “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria no será nunca triunfo,  sino agonía y deber. Ya arde la sangre. Ahora hay que dar respeto y sentido humano al sacrificio (…)

“Quien piensa en sí no ama a la patria, afirma. Y  en otra parte de la misiva escribe: “Yo alzaré al mundo. Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado”.

Pero Martí no está pensando solamente en Cuba. Por eso afirma a su amigo: Para mí, ya es hora. Pero aún puedo servir a este único corazón de nuestras repúblicas. Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo

La despedida es emotiva:  “Me arranco de  Vd., y le dejo, con mi abrazo entrañable, el ruego de que en mi nombre, que solo vale por ser hoy el de mi patria, agradezca, por hoy y para mañana, cuanta justicia y caridad reciba Cuba. A quien me la ama, le digo en un gran grito: hermano. Y no tengo más hermanos que los que me la aman”

“Adiós y a mis nobles e indulgentes amigos. Debo a Vd. Un goce de altura y de limpieza, en lo áspero y feo de este universo humano. Levante bien la voz: que si caigo será también por la independencia de su patria”.

 

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