.Orlando Guevara Núñez
Marta Rojas es la
periodista, asistente al juicio por los hechos del 26 de Julio de 1953, que más
ha escrito sobre ese proceso, calificado por muchos como el más trascendente de
la historia cubana. Santiaguera de
nacimiento, reside ahora en La Habana. En su libro El juicio del Moncada, Marta
se refiere a la actitud de la
población de esta ciudad en aquellos dramáticos momentos.
“La población de Santiago de
Cuba, que habría de convertirse en la más heroica durante la etapa de la guerra
revolucionaria, fue enterándose por referencias de testigos presenciales por el
juicio del Moncada, que los acusadores habían devenido acusados” (…)
“Los métodos brutales del
régimen de facto, el cual degeneró en sangrienta tiranía, habían sido sufridos
en Santiago, como consecuencia de las represalias por los sucesos del Moncada,
antes que en ninguna otra población de Cuba; así que no era difícil imaginarse
lo que iba a ocurrir después que los culpables se supieran descubiertos”.
“A partir del 21 de
septiembre, en que se inició el gran juicio, empezó a conocerse la verdad de lo
ocurrido la mañana de la Santa Ana en la capital oriental, y, al día siguiente
de la segunda vista del proceso judicial, la población comenzó a tomar partido
en la causa que se examinaba (…)
“La amenaza de muerte que
acechaba a Fidel era evidente y los presos
comunes se habían encargado
de trasmitir tal sospecha, muy fundada, a
aquella pléyade de revolucionarios. La
vida de Fidel había que defenderla a toda costa, aun a riesgo de la integridad física de cada uno
de ellos. Los mensajes, advirtiendo el complot, habían llegado a tiempo a
conocimiento de Fidel”
“La solidaridad del pueblo
con los combatientes pudo ser experimentada por ellos desde el mismo día 26 de
julio, cuando después de la acción, muchos de los asaltantes encontraron
refugio entre los vecinos de Santiago de Cuba y de Bayamo; y aun antes, durante
el fragor del combate, entre el personal de enfermería y servicios del hospital
civil Saturnino Lora”.(…)
“Por otra parte, algunas
familias santiagueras se solidarizaron de tal forma con los combatientes, que
les hacían llegar a éstos alimentos y
medicinas a la cárcel.(…)
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