jueves, 30 de julio de 2020

Fidel Castro, el 30 de julio de 1959, en Santiago de Cuba: El Día de los Mártires es también el Día de la Ciudad Mártir de Cuba


. Orlando Guevara Núñez

(…)Aquí, en estas calles de Santiago de Cuba, cayeron los primeros combatientes revolucionarios.  En estas calles de Santiago de Cuba se perpetraron los primeros actos de salvaje represión contra los revolucionarios y contra la población civil.  En este cementerio de Santiago de Cuba y en los alrededores de Santiago de Cuba, fueron sepultados los hombres que constituyeron la primera legión de mártires combatiendo contra la tiranía (…)

(…)Por eso es lógico que el 30 de julio se venga a conmemorar a Santiago de Cuba y que los 30 de julio se conmemoren principalmente en Santiago de Cuba, porque el Día de los Mártires es también el día de la ciudad mártir de Cuba ; de la ciudad que a lo largo de la historia, desde la lucha por la independencia, ha demostrado la más extraordinaria dote de patriotismo, la ciudad entusiasta, la ciudad que ha estado a la cabeza, junto con las demás ciudades de la provincia.  Porque es justo que hablemos también de la provincia, porque esta provincia ha estado a la cabeza del patriotismo, esta provincia ha estado a la cabeza del civismo y esta provincia ha estado siempre a la cabeza del sacrificio.  Ahí, en ese cementerio glorioso de Santiago de Cuba, yacen los restos de nuestro apóstol Martí, con los restos de los revolucionarios de todas las generaciones que en número tan elevado se han sacrificado por la patria”(…)

(…)“Por eso, porque los mártires que estamos recordando fueron nuestros compañeros, es que el 30 de julio tiene que ser un día de meditación”(…).

(…)En otras fechas pasadas, cuando se conmemoraba un día como este, el primer sentimiento que nos invadía el pecho era la idea de que los ideales por los cuales habían caído aquellos hombres no se habían cumplido en nuestra patria, que los mártires de nuestras revoluciones habían sido más de una vez traicionados, que los sacrificios, si bien no habían sido en vano —porque no hay sacrificio en vano, no hay muerte gloriosa en vano—, no habían rendido sin embargo los mejores frutos para nuestra patria. (…)

(…)Por eso —repito— es día de meditación, porque aquí tenemos que venir todos los años a recordar a los muertos de la Revolución; pero tiene que ser como un examen de la conciencia y de la conducta de cada uno de nosotros, tiene que ser como un recuento de lo que se ha hecho, porque la antorcha moral, la llama de pureza que encendió nuestra Revolución, hay que mantenerla viva, hay que mantenerla limpia, hay que mantenerla encendida, puesto que no podemos permitir que se vuelva a apagar jamás la llama de las virtudes morales de nuestro pueblo(…)

(…)Hay que venir aquí todos los años a avivar y a atizar esa llama moral.  Hay que venir todos los años a hablar claro.  Hay que venir todos los años a reprochar cualquier desviación revolucionaria.  Hay que venir todos los años a reprochar cualquier adormecimiento del espíritu revolucionario no solo en el pueblo sino de todos los hombres que estén al frente de la Revolución.  Porque si algo no queremos —y bueno es decirlo aquí, en este primer aniversario de la muerte de Frank País y de Daniel, símbolo de toda la generación que se sacrificó—, bueno es decir aquí que lo que no queremos es que nadie pueda decir el día de mañana que nuestro pueblo se ha olvidado de sus muertos , que los sobrevivientes de esta lucha se han olvidado de sus compañeros caídos.  Lo que no queremos que se repita nunca más, lo que no queremos siquiera pensar, lo que no podemos siquiera imaginar, es que estos compañeros, que con tanta veneración, que con tanto cariño, que con tan profundo respeto y que con tan puro sentimiento de lealtad venimos a recordar aquí, sean alguna vez olvidados. (…)

(…)Por eso recuerdo siempre con tanta veneración a los primeros caídos de la Revolución y a todos los caídos de la Revolución.  Por eso, porque fueron los que iniciaron la lucha; porque fueron los que cuando nadie tenía fe ellos la tenían; porque fueron los que no se resignaron a creer que nuestro pueblo tenía que cruzarse de brazos, impotente, frente a la tiranía; porque fueron los hombres que, en las horas aquellas en que la esperanza no era sino como una débil llama, cuando parecía muy lejana y muy remota la hora del triunfo, no vacilaron.(…)

(…) Aquí, en nuestro suelo, están enterrados nuestros muertos.  Y hoy, que los que los asesinaron ya no están aquí; hoy, cuando los asesinos huyeron cobardemente; hoy, cuando esos mismos asesinos, aliados a todos los intereses, se preparan para volver a implantar aquí el terror, el luto y la humillación de ayer; hoy, cuando esos mismos asesinos se empeñan en movilizar cuantos enemigos sea posible para volver a implantar el terror sangriento que costó tantas vidas vencer, ¡hoy debemos decir y debemos proclamar y debemos jurar que esta tierra y esta Revolución las defenderemos hasta la última gota de sangre!  Que esta tierra y esta Revolución no volverán a arrebatárnosla, porque aquí no solo están sembradas las esperanzas de nuestro pueblo.  Aquí, en esta tierra, en la entraña de esta tierra, están enterrados los restos de nuestros muertos.  Y si les arrancaron a ellos la vida, y si el precio del triunfo fue las vidas que les arrancaron, las vidas podían arrancárselas, ¡pero las ideas y el ideal por el cual cayeron no podrán arrancarlos!  ¡El recuerdo no podrán arrancarlo!

“Pudieron arrancarles la vida, ¡pero no podrán arrancarnos los huesos de nuestros muertos!   Porque los verdaderos revolucionarios —¡los verdaderos revolucionarios!—, los que fuimos sus compañeros en las montañas, los que fuimos sus compañeros en las casas, los que fuimos sus compañeros en la mesa, estamos prestos a ser también sus compañeros en las tumbas”..

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