Este 26 de julio, se cumplen 67
años del asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos
Manuel de Céspedes, de Bayamo. Aunque en distintos puntos de la geografía
oriental cubana, las dos acciones estaban fundidas en una, dirigida por el
entonces joven revolucionario Fidel Castro Ruz.
Aquella
no fue solo una arremetida contra dos
cuarteles de la tiranía batistiana. Lo fue contra el sistema social del cual se
alimentaba esa tiranía. En un artículo publicado en ocasión del VIII aniversario
de ese hecho glorioso, el hoy General de Ejército Raúl Castro definiría con
mayor precisión y alcance ese concepto.
“Aquel
no era el asalto a una fortaleza para alcanzar el poder con la acción de un
centenar de hombres: era el primer paso de un grupo decidido para armar al
pueblo de Cuba e iniciar la Revolución”. Y afirmaría Raúl en el artículo citado:
“No era una acción para quitar simplemente a Batista y sus cómplices del poder; era el inicio de una acción para transformar todo el régimen político y económico-social de Cuba y acabar con la opresión extranjera, con la miseria, con el desempleo, con la insalubridad y la incultura que pesaban sobre la patria y el pueblo”.
Como se sabe, la acción militar no fue coronada con el éxito. Y la tiranía trató de engañar a la opinión pública, calumniando a los asaltantes, al tiempo que cometía contra ellos las más atroces torturas y horripilantes asesinatos. Pero la verdad se fue abriendo paso de una forma incontenible. En el propio juicio, los asaltantes expresaron no solo las razones que los condujeron a combatir a la tiranía, sino que también denunciaron con valentía los crímenes cometidos contra sus compañeros.
“No era una acción para quitar simplemente a Batista y sus cómplices del poder; era el inicio de una acción para transformar todo el régimen político y económico-social de Cuba y acabar con la opresión extranjera, con la miseria, con el desempleo, con la insalubridad y la incultura que pesaban sobre la patria y el pueblo”.
Como se sabe, la acción militar no fue coronada con el éxito. Y la tiranía trató de engañar a la opinión pública, calumniando a los asaltantes, al tiempo que cometía contra ellos las más atroces torturas y horripilantes asesinatos. Pero la verdad se fue abriendo paso de una forma incontenible. En el propio juicio, los asaltantes expresaron no solo las razones que los condujeron a combatir a la tiranía, sino que también denunciaron con valentía los crímenes cometidos contra sus compañeros.
Un
momento cumbre de ese proceso, tuvo lugar el 16 de octubre de 1953, cuando el
máximo jefe del asalto, Fidel Castro, ejerció su propia defensa ante el
tribunal que los juzgaba. “Los revolucionarios-advirtió - han de proclamar sus
ideas valientemente, definir sus principios y expresar sus intenciones para que
nadie se engañe, ni amigos ni enemigos”.
Fustigó
también los graves problemas políticos, económicos y sociales que hundían a la
nación cubana en la corrupción de los gobernantes, la miseria, la explotación,
la insalubridad, el analfabetismo, el subdesarrollo, el abandono de los
pobladores rurales y la desesperanza del pueblo ante las maniobras politiqueras
que mucho prometían y nada hacían contra las injusticias imperantes.
El
problema de la tierra, el problema de la salud, el problema de la educación, el
problema de la vivienda, el problema del empleo, el problema de la
industrialización. Sobre el dramatismo que vivía el pueblo en esos seis
aspectos, mientras que los ricos engordaban cada vez más sus arcas, hizo el
joven combatiente las más profundas reflexiones.
Así,
su discurso de auto defensa fue, a la vez, denuncia y programa de lucha. Desde
ese punto de vista, los hechos del 26 de julio de 1953 representaron un éxito
para los revolucionarios bajo el mando de Fidel.
La
dimensión histórica de aquel asalto la describiría también Raúl, al plantear
que esa acción inició un período de lucha armada que no terminó hasta la
derrota de la tiranía; creó, además, una nueva dirección y una nueva
organización que repudiaban el quietismo y el reformismo, que eran combatientes
y decididas (…) rechazaban el plattismo de los viejos dirigentes que fueron
quedando atrás, perdiendo influencia entre las masas; destacó a Fidel Castro
como el dirigente y organizador de la lucha armada y de la acción política
radical del pueblo de Cuba. Y sirvió de antecedente y experiencia para la
organización de la expedición del Granma y la acción guerrillera de la Sierra
Maestra.
Del
Moncada nació un programa para erradicar los
graves males de la nación cubana y construir una patria nueva, con el
pueblo como protagonista principal. Y fue trazado el camino para alcanzar ese
objetivo.
El
ataque del 26 de Julio de 1953, fue seguido por la prisión, el exilio, el
desembarco del Granma para reiniciar la
lucha armada, la acción guerrillera en las montañas y el rigor del combate
clandestino en los llanos y ciudades. Las ideas defendidas por un pequeño grupo
en el Moncada, se convirtieron, poco a poco, en ideas de todo el pueblo. Hasta
el 1ro. de enero de 1959, fecha en que muy cerca del entonces Cuartel Moncada,
exactamente a los cinco años, cinco meses y cinco días de haberse producido el
ataque, fue proclamado por Fidel el triunfo revolucionario.
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