.Orlando Guevara Núñez
Recuerdo que en sus rebuznos en una Asamblea General de las Naciones Unidas, el entonces presidente norteamericano W. Bush, calificó a Fidel Castro de cruel tirano. Después, ante la noticia del fallecimiento de nuestro Comandante en Jefe, el presidente norteamericano, el cavernícola Donald Trump, lo calificó como brutal dictador.
En su demencia e impotencia, el cavernículo mandatario imperial hizo añicos cuantas normas de ética, moral, diplomacia y respeto existen en el mundo, empleando sus armas preferidas: la ofensa y la mentira.
Ha sido una constante, desde el
mismo triunfo de la Revolución cubana, que los representantes del imperio
norteamericano califiquen a Fidel como un destructor. Y sacando cuentas, pienso
que las cosas destruidas por el máximo dirigente cubano- en beneficio siempre
del pueblo cubano y de la humanidad- son las que más duelen a los prepotentes
del Norte revuelto y brutal que nos
desprecia, como lo sentenció José Martí.
Fidel destruyó en Cuba el mito de que el pueblo podía luchar junto al ejército
o sin el ejército, pero nunca contra el ejército, en nuestro caso asesorado y
apoyado por el gobierno norteamericano. Fidel luchó contra el ejército tiránico
y lo destruyó, sustituyéndolo por otro donde el ejército es el pueblo y el
pueblo es el ejército.
Fidel destruyó el mito de que una nación pequeña no podía luchar frente a una
gran potencia como los Estados Unidos. En Cuba, Fidel destruyó el
analfabetismo, el desempleo, la discriminación racial. Destruyó el
latifundismo, la explotación de los obreros y de los campesinos. Pulverizó el
dominio norteamericano sobre Cuba y nuestra condición de neocolonia yanqui.
Fidel destruyó la miseria en nuestros campos y ciudades, los desalojos y
desahucios que lanzaban a las calles y caminos reales a centenares de familias
desposeídas. El propio concepto de desposeído y de paria en su propia tierra,
fue erradicado.
Fidel destruyó la mentira de la democracia burguesa que durante tantos años
engañó al pueblo cubano. E instauró un sistema donde el gobierno es el pueblo y
el pueblo es el gobierno. Destruyó el poder de los ricos sobre los pobres y
cercenó los humillantes grilletes de la esclavitud. Fidel erradicó un sistema
de salud en el cual el paciente era un cliente y la medicina una mercancía
vetada para la mayoría de la población.
Fidel borró las bochornosas marcas de la incultura, del subdesarrollo en el
deporte, la cultura y en las ciencias, cuyos adelantos asombran hoy al mundo.
Fidel, en Playa Girón, destrozó la creencia de la militar
del imperialismo en América.
Fidel ha sido un permanente
destructor de las mentiras yanquis. Y allá, en las preteridas tierras
africanas, destruyó los intentos imperiales de apoderarse de la República
Popular de Angola y contribuyó a romper las oprobiosas cadenas del colonialismo
y del apartheid en otros pueblos.
Fidel ha roto y está rompiendo la oscuridad que negaba y niega la luz a las
pupilas de centenares de miles de hermanos latinoamericanos pobres. Y ha
cerrado las puertas al luto en miles de hogares acosados en el mundo por la
miseria y los desastres naturales. Ha roto también para millones de personas en
distintos continentes, las barreras del analfabetismo.
Fidel rompió todos los pronósticos de quienes en los primeros años aseguraban
que la Revolución no podría sostenerse en el poder y de quienes, al
desmoronarse la Unión Soviética y el Campo Socialista, fijaron un breve plazo a
la existencia de Cuba como nación socialista.
En la persona de Fidel se ha roto un record, pienso que imposible de igualar,
de 638 intentos de asesinato promovidos,
organizados o apoyados por la Agencia Central de Inteligencia de Estados
Unidos, en asqueroso maridaje con la mafia contrarrevolucionaria de Miami.
Son tantas las cosas que en aras del bien y la felicidad de los cubanos y de la
humanidad ha destruido Fidel, que, de conocerlas todas, se haría más inmenso el
cariño y la admiración que hacia él profesan millones de personas en disímiles latitudes
del Universo.
Es comprensible que los gobernantes norteamericanos revolviéndose en su
propio lodo, utilicen engañosos calificativos sobre la figura de Fidel.
Esas mentiras, como lo está demostrando la realidad, chocan cada vez más contra
la verdad y contra la conciencia de los pueblos, acerca de quiénes defienden
sus derechos y quiénes hacen lo indecible para arrebatárselos y pisoteárselos.
Pienso – y creo que otros muchos compartirán el deseo- que ojalà contara el
mundo
con muchos gobernantes dispuestos a destruir injusticias como las tantas destruidas por Fidel. Para ello, sería indispensable una condición lograda en Cuba: Fidel, pueblo, Revolución, Partido Comunista, socialismo , instituciones armadas y gobierno, son un haz indestructible que, como lo preconizó José Martì, existe con todos y para el bien de todos.
Hoy, Fidel, aún después de su fallecimiento, en su condición de eterno Comandante en Jefe de la Revolución cubana, sigue destruyendo las posiciones enemigas y edificando las que benefician a su pueblo y a la humanidad.
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