.Orlando Guevara Núñez
El 30 de noviembre de 1959,
en un acto popular de respaldo a la
Revolución, en la Avenida de Garzón, expresaría el Comandante en Jefe Fidel
Castro su reconocimiento al heroísmo del pueblo de Santiago de Cuba y de todos los
orientales.
“¿Qué hacen unas cuantas
familias de ricachones y de latifundistas tratando de presentar a Santiago de Cuba,
nada menos que la ciudad revolucionaria y heroica de Santiago de Cuba, la
ciudad del 26 de Julio, la ciudad del 30 de Noviembre, la ciudad heroica que en
mayor proporción dio mártires a la patria, la ciudad rebelde, la ciudad cívica,
la ciudad donde nosotros hemos escrito las páginas más sentidas de nuestras
vidas, los actos más generosos e idealistas de nuestras vidas; qué hacen unos
cuantos ricachones hipócritas y egoístas, intolerantes e incapaces de acabar de
comprender toda la justicia de la Revolución, tratando de presentar esta ciudad
heroica de Santiago de Cuba como descontenta con el Gobierno
Revolucionario? Yo espero que a unos cuantos reaccionarios
intrigantes no se les ocurra negar que aquí está el
pueblo de Santiago de Cuba y con el pueblo de Santiago de Cuba, los guajiros de
la provincia de Oriente”.
“Consciente
pues del papel que nos ha correspondido desempeñar en nuestra patria,
consciente pues del deber en que estamos de llevar adelante una revolución
justiciera, una revolución que redima al hombre de la miseria, de la incultura,
de la humillación, del abuso y de la injusticia; consciente de la gran época
histórica que está viviendo nuestra patria, aquí, frente a mis orientales, a mi
pueblo de Oriente, a la provincia donde luché, a la provincia donde vinimos una
madrugada y con un grupo de hombres intentamos derrocar al tirano, a la
provincia donde desembarqué el 2 de diciembre de 1956 cumpliendo la promesa de
ser libres o ser mártires ; en las montañas donde libramos una guerra de 25
meses; en los llanos que nuestras fuerzas conquistaron luchando a brazo partido
contra un enemigo superior; en el Oriente donde se empezó la guerra; en el
Oriente donde se libraron las últimas batallas de la guerra; en el Oriente
donde surgió la chispa; en el Oriente donde sigue encendida la chispa —que ya
no es chispa sino llamarada inapagable—; en el Oriente de los Maceo, de los
Rabí, de los Calixto García y de toda aquella legión inolvidable de héroes; en
el Oriente donde empezó la guerra emancipadora; en el Oriente donde empezó la
guerra libertadora, la última guerra libertadora, la que nos dio al fin la
libertad; en este Oriente donde dije un día —cuando tal vez nadie sospechaba lo
que iba a ocurrir en nuestra patria— que, si alguna vez aquel ejército se
apoderaba del poder por la fuerza para oprimir al pueblo, cambiaríamos nuestras
escobas por nuestros fusiles para librar a la patria definitivamente; en el
Oriente donde hice y cumplí siempre mis promesas; en el Oriente en quien confío
ciegamente; en el Oriente donde he vivido desde mi infancia los momentos más
emocionantes de mi vida; en el Oriente donde siempre he tenido la inspiración
de los ideales más sinceros y más profundos; en el Oriente donde surgieron y se
hicieron realidad nuestros sueños; en nuestro Oriente, en el Oriente que nunca
olvidaremos, en el Oriente por el cual seguiremos luchando siempre con
redoblado cariño; en el Oriente que crecerá parejo con la Cuba de todos; en el
Oriente que verá la justicia junto con todas las demás provincias de mi patria,
aquí, en este lugar querido, ratifico mi fe en el destino de la patria,
ratifico la promesa de que la Revolución seguirá adelante, ¡ratifico la promesa
de vencer o morir! ¡Ratifico la fe en mi
patria, ratifico la fe en mi pueblo y, sobre todo, en los hombres humildes de
mi pueblo!”
“Y reafirmo mi sentimiento y mi entusiasmo. Y por ese mismo sentimiento de
reconocimiento, por esa misma alegría interna, por esa inmensa satisfacción de
los que —como nosotros— no aspiramos a otra cosa que a la satisfacción de
cumplir con el deber; con esa infinita satisfacción de ver cómo ha respondido
Santiago de Cuba y cómo ha respondido Oriente; y al ver esta prueba de
respaldo, al ver este premio de reconocimiento y de solidaridad, al ver este
recuerdo devoto por los gloriosos caídos, al ver este reconocimiento de nuestro
pueblo hacia sus mártires, al ver este entusiasmo y al ver este respaldo, solo
me resta expresar una palabra, una palabra para los orientales, que es la misma
palabra que yo he escuchado muchas veces de boca del pueblo: ¡Gracias,
santiagueros! ¡Gracias, orientales!”
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