martes, 30 de abril de 2019

Otro fracaso golpista en Venezuela




.Orlando Guevara Núñez

De todas las cartas que Estados Unidos “tiene sobre  la mesa” para atacar a la Revolución venezolana, hoy acaba de gastar otra: el golpe de estado –otro más- fracasado por la acción conjunta de las fuerzas armadas, el gobierno y el pueblo.
Desde el imperio yanqui, voces prepotentes se empeñan en alentar una acción interna de los militares patriotas bolivarianos, pese a los descalabros ya sufridos ante la firme actitud de éstos y su fidelidad a Chávez, a Maduro, a la Revolución y al socialismo.
Por otra parte, “alertan” a Rusia y a Cuba de que no intervengan en los problemas de Venezuela. Son tan estúpidos que no entienden una realidad: el pueblo de Venezuela es capaz, por sí solo, de derrotar cualquier agresión extranjera.
Ahí están sus aguerridas fuerzas militares. Ahí están los más de  dos millones de milicianos, organizados en más de 51 700 Unidades Populares de Defensa Integral, dispuesto a hacer pagar bien cara la osadía de una agresión. Y ahí está ese pueblo heroico e inclaudicable que desea la paz, pero no teme a una guerra si el enemigo la impone.
Y como siempre, dentro de las “cartas”  utilizadas por Trump y sus cómplices, está la mentira. La gran prensa de su país y de otros que forman parte de la agresión, fabricando supuestos triunfos de los opositores, tratando de confundir a la opinión pública, escondiendo la realidad  e inventando argumentos para una invasión a este hermano país.
Mientras tanto, la guerra genocida contra Venezuela continúa. Bloqueo, robo de dinero, presiones a otros países para que se sumen a la agresión. Y llama la atención la pálida acción de organismos como la ONU, limitada  a un llamado al diálogo, cuando debía proclamar su enérgica condena al imperio agresor.
Recuerdo una ocasión en que el Comandante en Jefe Fidel Castro, al analizar las amenazas norteamericanas de destruir a la Revolución cubana, expresó  que nuestro pueblo estaba dispuesto a defenderse aún cuando sus derechos no fueran garantizados por la ONU ni por la OEA. Y así, conservamos la vida porque hemos sido capaces  de arriesgarla frente a la política  guerrerista de todos los gobiernos norteamericanos desde el mismo triunfo de la Revolución.
Si alguien puede comprender, admirar y apoyar al pueblo de Venezuela, a sus líderes y su lucha, es precisamente el pueblo cubano, que ha sufrido y sufre las mismas heridas, del mismo enemigo, y con el mismo propósito de destruir la Revolución.
Por esa razón, seremos siempre solidarios con este hermano pueblo. Cuba y Venezuela seguirán hermanadas en esta lucha, al decir de Raúl Castro, con la fe inconmovible en la victoria.

lunes, 29 de abril de 2019

La verdad sobre el socialismo en Cuba: la justicia social





. Orlando Guevara Núñez

Antes del triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959, Cuba padecía una de las más feroces tiranías que han asolado a los pueblos de América Latina. Una dictadura apoyada, armada  y asesorada por el gobierno imperialista de los Estados Unidos. Después de pagar el alto precio de más de veinte mil vidas, los cubanos ganamos la libertad. Y fue entonces que comenzamos a ser “un peligro” para la seguridad de esa brutal potencia.
Comenzamos a ser agredidos antes de que la Revolución se proclamara socialista. Porque desde el mismo triunfo comenzaron las transformaciones para alcanzar el sueño martiano de crear una república con todos y para el bien de todos. Ese es el modelo que quieren destruir Trump y su padilla gobernante.
Lo primero que hizo la Revolución  al llegar al poder fue destruir el aparato de poder burgués y desactivar los  órganos de represión, causantes de miles de asesinatos, torturas y persecución. Y sustituirlos por un nuevo poder, el poder del pueblo.  Solo así fue posible alcanzar la justicia social que tenemos, mucho más democrática, más justa y humana que la existente en el imperio que nos ataca.
El Artículo 42 de nuestra nueva Constitución, refrendó lo que hace rato era obra de la Revolución: “Todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana. Todas tienen derecho a disfrutar de los mismos espacios públicos y establecimientos de servicios. Asimismo, reciben igual salario por igual trabajo, sin discriminación alguna.
La violación del principio de igualdad está proscrita y es sancionada por la ley”.
En Cuba no hay ningún ciudadano abandonado a su suerte. Y en Estados Unidos hay millones.
Hace apenas algo más de un año, la  relatoría  sobre  pobreza extrema y derechos humanos de la ONU,  refiriéndose  a los  Estados Unidos, aseguró que  su enorme riqueza choca contra una realidad de 40 millones de personas en la pobreza, de las cuales 18, 5 millones sufren pobreza extrema y 5,3 millones en esa categoría propia de los países del tercer mundo”. Entre estas víctimas, hay 13, 3 millones de niños.
Denuncia el referido informe que más de ll millones de indocumentados  viven en ese país, de los cuales trabajan unos ocho millones, obligados al pago de impuestos y  de la seguridad social, pero con un irrisorio acceso a los beneficios de ésta.
Un estudio de la Universidad de Chicago dio a conocer que en el llamado “paraíso norteamericano”  “Al menos 4, 2 millones de niños y jóvenes se encuentran viviendo en las calles, refugios o en casa de terceras personas, por no poseer una vivienda propia”
Para esos ciudadanos norteamericanos, el lecho es el suelo y el techo el cielo.
Registró, además, “700.000 adolescentes (entre 13 y 17 años) y 3,5 millones de adultos jóvenes  (entre 18 y 25 años) en situación de calle”. 
El oprobio que el  socialismo cubano, bloqueado, agredido y amenazado erradicó para todos los cubanos, el capitalismo- en su país insignia- lo mantiene y –lo que es peor -lo incrementa.
“Las familias afroamericanas, los latinos y la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales), tienen la cifra más alta dentro de la población excluida en materia de vivienda en ese país tanto en las regiones rurales, como en las urbanas”, precisa la relatoría de la ONU, la que apunta otra cruda verdad:
"Castigar y apresar a los pobres es la respuesta típicamente estadounidense a la pobreza en el siglo XXI".  "El encarcelamiento masivo es usado para hacer invisibles de forma temporal los problemas sociales y crear la ilusión de que se ha hecho algo”.
En Cuba, no hay diferencias en el salario de un hombre y una mujer que tengan la misma calificación y ocupen puestos similares. En  el “paradigma” de justicia yanqui, el salario de la mujer es inferior.
Una irrefutable prueba de la carencia de justicia social en el norte revuelto que nos desprecia- como lo denunció José Martí- es que, tal como lo describe el referido informe de la ONU:
 “Los negros tienen 2,5 más probabilidades que los blancos de vivir en la pobreza,  y una tasa de mortalidad infantil 2,3 veces superior. Su nivel de desempleo duplica el de los blancos y usualmente ganan solo 82,5 centavos para cada dólar que obtienen estos. Además su tasa de encarcelamiento es 6,4 veces mayor.
El relator de la ONU, de apellido Alston, luego del estudio y la exposición, expresó dos importantes conclusiones: desentrañando una teoría de los poderosos:
"Los ricos son trabajadores, emprendedores, patriotas e impulsores del éxito económico. Los pobres son vagos, perdedores y tramposos. Como consecuencia de ello, (se considera que) el dinero que se gaste en bienestar social es dinero tirado a las cañerías", critica Alston.
"Estas vergonzosas estadísticas solo pueden ser explicadas por la duradera discriminación estructural basada en la raza, lo que refleja el legado duradero de la esclavitud".
A todo esto, agréguese que Estados Unidos es el país mayor consumidor de drogas en el mundo y el de mayor población penal. Tiene legalizada la tortura como método para obtener información, y es el que más aplica la pena de muerte, en casos, incluso, a reos cuya inocencia se ha comprobado después.
La  realidad del socialismo cubano y del capitalismo norteamericano – y a escala universal- demuestra que lo más importante no es el volumen de los recursos de un país, sino la forma en que los distribuye. En el capitalismo, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. En el socialismo, los recursos están en función de respaldar el bienestar de todos los ciudadanos, sin discriminación de ningún tipo.
El capitalismo norteamericano tiene unas 800 bases militares y unos 250 000 efectivos militares distribuidos en el mundo. Sus guerras para saquear recursos, principalmente el petróleo, han costado a la humanidad decenas de millones de muertos, millones de heridos y desplazados. El socialismo cubano, ha enviado y envía  miles de médicos a decenas de países para salvar vidas, curar, aliviar o prevenir enfermedades.
Sobre estas diferencias entre socialismo y capitalismo, como otras veces hemos sugerido, ¡Juzgue el lector!

viernes, 26 de abril de 2019

La verdad sobre el socialismo en Cuba: la educación




.Orlando Guevara Núñez
En su delirio por destruir la Revolución cubana, Trump declaró recientemente su intención de recrudecer las medidas del criminal bloqueo, partiendo de que Cuba “no ha dado señales de restablecer la democracia”. Claro que se refiere a la  existente en nuestro país antes de 1959. Y en eso tiene razón. Esa caricatura de democracia no volverá a ser presente, ni futuro en la patria cubana.
En aquel sistema –el capitalista-  en 1958, en Cuba  los datos eran desgarradores. Un millón de analfabetos absolutos, más de un millón de semi analfabetos, 600 000 niños sin escuelas mientras que 10 000 maestros estaban sin trabajo.
Un millón y medio de habitantes mayores de seis años no tenían ningún grado escolar aprobado, al tiempo que la matrícula sólo registraba el 52 % de los niños de siete años, el 43,7 de los de ocho y el 36,6 de los de nueve.
En la democracia que Trump añora para Cuba, entre los 15 y 19 años, en la flor de su juventud, sólo el 17% de los cubanos recibía algún tipo de educación, mientras que el grado cultural promedio de los mayores de 15 años no llegaba al tercero.
En el país existían sólo 53 464 graduados universitarios, entre ellos 37 292 en la capital del país, con una población analfabeta de seis a nueve años que llegaba a 44,5 % en La Habana, al tiempo que en Oriente alcanzaba un 81,2 %, llegando a un 89% en las zonas rurales.
En 1961, más de 100 000 cubanos, principalmente jóvenes, se integraron a la ardua tarea de la alfabetización, enseñando a leer y escribir,  en solo un año,  a 707 000 adultos. Ya, en junio de ese mismo año, había sido proclamada la Ley de Nacionalización de la Enseñanza y el carácter gratuito de la educación en todos sus niveles. El 22 de diciembre de 1961, Cuba fue declarada Territorio Libre de Analfabetos.
Hoy la Patria de José Martí posee el pueblo culto y libre que él soñara. No existen niños sin escuelas y maestros, ni maestros sin aulas. Es Cuba el país de mayor cantidad de docentes por alumnos. La educación continúa gratuita, en todos los niveles, para todos los ciudadanos del país, sin discriminación de ningún tipo. Los graduados universitarios sobrepasan ahora el millón.
En nuestras escuelas, junto a los maestros, la Revolución ha llevado los más modernos medios de enseñanza: computadoras, vídeos, televisores y otros recursos que han borrado diferencias entre las escuelas rurales y urbanas.
En Cuba – si alguien conoce ejemplo igual valdría escucharlo –  mientras fue necesario, un centenar de escuelas tuvieron  la asombrosa cifra de ¡Un alumno! por encontrarse en zonas intrincadas. Y allí han llegado también los medios de enseñanza e incluso la electricidad derivada del aprovechamiento de la energía solar.
El sistema educacional cubano ha sido reconocido internacionalmente por su calidad, con métodos pedagógicos  que son  paradigma incluso  para  países desarrollados. 
La obra de la Revolución en la educación, no cabe en el espacio de un artículo periodístico. Puede afirmarse, eso sí, que es una obra grandiosa que trasciende incluso los objetivos planteados en el Programa del Moncada. Y su gran artífice fue y sigue siendo Fidel.
La situación dolorosa y humillante que sirvió de razón a los combatientes moncadistas para su acción heroica, fue erradicada y sobre sus ruinas se levanta el baluarte que somos hoy y la seguridad de continuar siendo siempre un pueblo culto y libre.
Pero esa no es la democracia y los derechos humanos que Trump y sus secuaces quieren para Cuba. Quieren la del capitalismo, donde el sistema educacional vuelva a ser privado y la ignorancia  y el analfabetismo vuelvan a nuestros campos y ciudades.
Quieren la democracia Made in USA, país que, siendo la mayor potencia del mundo, tiene  más de 16 millones de analfabetos, donde  otros millones de personas no tienen acceso a la educación superior, y donde otros  tantos, al egresar de la universidades, salen con deudas que tardan hasta 30 años en pagar, supeditado esto al tipo de trabajo que consigan.
Organismos especializados en la educación han considerado que en Estados Unidos alrededor de 40 millones de adultos son semianalfabetos, con capacidad solo parar leer, con dificultades, las rutas de los ómnibus en que viajan.
En el historial de la educación en Estados Unidos, consta que hace 22 años, durante la Quinta Conferencia Internacional sobre la Educación de Adultos, organizada por la UNESCO, en Hamburgo, Alemania, el representante norteamericano – director de esa actividad en su país- reconoció la existencia allí de unos 90 millones de personas necesitadas de mejorar su nivel de alfabetización y mantenerlo en correspondencia con las exigencias del mundo moderno.
Así, el modelo que quieren imponernos los yanquis hace un significativo aporte a los 758 millones de analfabetos existentes en el mundo. Cuba, por su parte, además de no engrosar esa bochornosa cifra, ha contribuido a alfabetizar a casi 10 millones de personas, en disímiles países, tanto con la presencia de maestros como a través del método Yo sí puedo.
Y hay una diferencia de contenido, que destaca la grandeza de la educación en Cuba.  Aquí se aplica el concepto martiano de que “El pueblo más feliz  es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción  del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos. (…) Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”
Un último ejemplo sirve para diferenciar el carácter de la educación entre el capitalismo que quieren imponernos los gobernantes yanquis, y el socialismo que tenemos y defendemos los cubanos.
En Cuba, la educación es gratuita para todos. Nuestra Constitución reiteró en su Artículo 73 que: “La educación es un derecho de todas las personas y responsabilidad del Estado, que garantiza servicios de educación gratuitos, asequibles y de calidad para la formación integral, desde la primera infancia hasta la enseñanza universitaria de posgrado”.
En la Constitución de Estados Unidos no está refrendado ninguno de esos derechos. Se comprende. ¿Acaso gobernantes ignorantes pueden pretender el progreso de la educación?
Juzgue el lector.

jueves, 25 de abril de 2019

La verdad sobre el socialismo en Cuba: la salud





.Orlando Guevara Núñez

En su empeño de destruir a la Revolución cubana, el presidente de los Estados Unidos y sus cómplices, no se cansan de inventar mentiras que ni ellos mismos  creen. Tendrían que ser muy estúpidos para no estar conscientes de que mienten.
Su objetivo es calumniar al socialismo y tratar de convencer a la opinión pública  de que nuestro sistema  es sinónimo de opresión y de miseria. El fin, es restaurar el capitalismo en Cuba, sistema que no volverá jamás a nuestro país.
Los cubanos tenemos razones para defender lo que somos y no volver nunca a lo que fuimos. Y a nuestras razones, junto a las palabras, las acompaña una realidad inobjetable. Juzgue el lector.
Antes de 1959 – en el capitalismo, la tasa de mortalidad infantil era de 60 por cada mil nacidos vivos. El socialismo la ha rebajado a 4. El índice mejor de América Latina y de la llamada insignia del capitalismo en el mundo: los Estados Unidos.
En el sistema “democrático” del capitalismo en nuestro país, la esperanza de vida de la población era de menos de 60 años. Ahora es de 78 y continúa mejorando. Cuba ha sido declarada como único país en América Latina sin desnutrición infantil.
El capitalismo en Cuba tenía un sistema de salud donde la medicina era una mercancía y el enfermo un cliente. A ese, el más sagrado de los derechos humanos- el derecho a la vida- solo tenían acceso los ricos y una pequeña parte de la población,  siempre mal atendida. El socialismo cubano garantiza la atención médica con calidad – y totalmente gratuitas- para todos los cubanos.
Mientras el socialismo puede proclamar esa verdad, en el mundo capitalista decenas de millones de personas mueren cada año de enfermedades curables, sin atención médica. En el propio “paraíso” yanqui más de 45 millones de norteamericanos no tienen garantizado el seguro médico.
El sistema cubano de salud, prioriza el nivel primario de atención, la prevención, la educación de la población, la búsqueda para la detección precoz de las enfermedades y su tratamiento oportuno, al tiempo que alerta sobre los malos hábitos de alimentación y otros que conspiran contra la salud.
Cuba se encuentra entre los primeros países del mundo donde la población vive más años después de haber cumplido los 60 de edad. Y es la nación del mundo con más médicos por habitantes. En el capitalismo, la salud pública era un negocio. Para el socialismo, es un sentido y un deber humanos.
El total de los niños cubanos está protegido contra 13 enfermedades, con vacunas totalmente gratis. El capitalismo nunca garantizó ese beneficio, por lo que miles de infantes morían cada año o quedaban invalidados para siempre, por dolencias  hoy erradicadas.
Algunos ejemplos de la salud en el territorio de Santiago durante el capitalismo salvaje que teníamos, retrata a ese brutal sistema. En el actual municipio de Guamá, ubicado entre el Mar Caribe y la Sierra Maestra, existen, como testigos acusadores, 22  pequeños cementerios. Allí bajaban los campesinos con sus enfermos, en espera de una goleta que les hiciera el favor de trasladarlos hasta Santiago de Cuba con la esperanza de lograr una atención médica. Y cuando no llegaba ese milagro, los enfermos morían y eran enterrados allí  mismo, ante la imposibilidad del regreso.
En el año 1957, en el Valle de Mayarí Arriba, el 80 por ciento de los niños menores de un año murieron por  una epidemia de gastroenteritis, sin atención médica. Y en la propia capital oriental, en 1953,  en la fecha que Fidel atacó el Moncada, dos niños morían diariamente por esta enfermedad curable.
El capitalismo, sin escrúpulos de ningún tipo, para el ingreso a un hospital, exigía al enfermo y sus familiares  la entrega de las cédulas electorales. El socialismo barrió ese oprobio y puso la atención médica al servicio de todos, sin discriminación de ningún tipo.
Pero el socialismo cubano no solo ha garantizado la salud de su pueblo. Miles de profesionales nuestros han marchado a decenas de países a salvar vidas, a curar  y prevenir  males. Es ese uno de los ejércitos más calumniados por el gobierno de los Estados Unidos, al decir de Fidel, el glorioso ejército de las batas blancas.
No son todos los argumentos que tenemos para defender el socialismo y desbaratar mentiras imperiales. Y mucho más allá de la salud. Otros espacios serán necesarios. Y se ocuparán. De todas formas, ¡Juzgue el lector!