lunes, 28 de febrero de 2022

Con todos y para el bien de todos


.Orlando Guevara  Núñez

Con este título es conocido uno de los documentos más valiosos del Héroe Nacional Cubano, en el cual aparecen otros pensamientos con una gran fuerza de presencia. Entre éstos:

Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad  plena del hombre

En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre

Las palmas son novias que esperan: ¡y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas!

La ocasión fue   un discurso  en el Liceo de Tampa, el 26  de noviembre de 1891.  Fueron estas palabras, reproducidas  y distribuidas en hojas sueltas, con el  título de Con todos y para el bien de todos, como se conoce también esta pieza oratoria.

Los allí reunidos  eran cubanos emigrados. El tema fue la necesidad de preparar la guerra no solo por la independencia, sino, para fundar una república provechosa para todos los cubanos.

“Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella” Así comenzó el discurso.    Yo abrazo a todos los que saben amar. Yo traigo la estrella, y traigo la paloma en mi corazón”.

 El tema de la unidad fue recurrente. Fustigando la inercia, estimulando el valor y la entrega, sin desdeñar peligros, pero sin reconocerlos infranqueables.

¡Unámonos, ante todo, en esta fe; juntemos las manos, en prenda de esa decisión, donde todos las vean, y donde no se olvida sin castigo; cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos!

 

El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber

Orlando Guevaara Núñez

Pensamiento  utilizado  para definir posiciones relacionadas con los intereses personales y colectivos, es éste. Fue citado por Fidel Castro en su alegado de auto defensa La historia me absolverá.

El pronunciamiento fue hecho  por el Apóstol  de nuestra independencia el 10 de octubre de 1890, en  Hardman Hall, Nueva York  con motivo de conmemorarse el aniversario 22 del inicio de la Guerra de los Diez Años, encabezada en La Demajagua por Carlos Manuel de Céspedes. El auditorio estaba integrado por emigrados cubanos.

Así lo dijo Martí:

“El hombre acude a la fortuna, como el mendigo al sol, y esquiva el sacrificio oscuro y la sombra del silencio; aunque el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ése es el verdadero hombre, el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales, y visto hervir los  pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber. Y si falla-dice- es que el deber no se entendió con toda pureza, sino con la liga de las pasiones menores, o no se ejercitó con desinterés y eficacia”.

Había  iniciado aquel histórico discurso con un  llamado inaplazable: “Me parece que veo cruzar, pasando lista, una sombra colérica y sublime, la sombra de la estrella en el sombrero; y mi deber, mientras me queden pies, el deber de todos nosotros, mientras nos queden pies, es ponernos en pie, y decir: "¡presente!"

Fue una  vehemente convocatoria  a la unidad para emprender la guerra truncada en 1878. 

“Porque nuestra espada no nos la quitó nadie de la mano, sino que la dejamos caer nosotros mismos; y no estamos aquí para decirnos ternezas mutuas, ni para coronar con flores de papel las estatuas heroicas, ni para entretener la conciencia con festividades funerales, ni para ofrecer, sobre el pedestal de los discursos, lo que no podemos ni intentamos cumplir; sino para ir poniendo en la mano tal firmeza que no volvamos a dejar caer la espada”.

“Y nosotros mantenemos –agregó- que los que son impotentes para hacer desaparecer las causas de la guerra en un país, necesitan, si aman a su patria y quieren ahorrarle males, tener preparado el país para la guerra”

Martí, como en otros muchos discursos y escritos, diserta sobre  la preparación de la  lucha  sin apresuramientos innecesarios.  Habla  de guerra y de fundación.

Refiriéndose a quienes  se han acomodado al pan, conviviendo con España, expresa su convicción de que, con la fuerza del pan nuevo, despertaría en los corazones el fantasma de Jimaguayú y San Lorenzo, es decir, de Ignacio Agramonte y Carlos Manuel de Céspedes.

 El hombre de actos sólo respeta al hombre de actos. El que se ha encarado mil veces con la muerte, y llegó a conocerle la hermosura, no acata, ni puede acatar, la autoridad de los que temen a la muerte”, afirma.

Otros bellos y útiles  conceptos fueron expresados por nuestro Héroe Nacional en aquella ocasión: Las palabras deshonran cuando no llevan detrás un corazón limpio y entero. Las palabras están de más cuando no fundan, cuando no esclarecen, cuando no atraen, cuando no añaden”  “Un pueblo que entra en revolución no sale de ella hasta que se extingue o la corona”.

Y, como colofón, un preludio de lucha y esperanzas: “Sin que el corazón se nos fatigue ni nos espanten los años, paseamos el fuego insepulto, como enseña que ha de juntar, con ayuda de todos los amigos de la libertad, a los cubanos fieles esparcidos al viento del mundo: ¡y levantaremos,  en brazos de la América libre, nuestra patria buena y grande!”

 

sábado, 26 de febrero de 2022

Raúl y Almeida: Martianas estrellas insurrectas


 Orlando Guevara Núñez

El 27 de febrero de 1958, en un lugar cercano a San Lorenzo, en la Sierra Maestra, el Jefe del Ejército Rebelde, Fidel Castro, firmó el ascenso al grado de Comandante a los hasta entonces capitanes guerrilleros Raúl Castro Ruz y Juan Almeida Bosque.

Tanto Raúl como Almeida, habían combatido en el Moncada, sufrieron prisión después del asalto y luego de la amnistía lograda por la presión popular el 15 de mayo de 1955, marcharon al exilio en México, desde donde partieron  junto a Fidel como expedicionarios del yate Granma, desembarcando cerca de Playas Coloradas, en Niquero, el 2 de diciembre de 1956.

En la expedición, los dos venían como capitanes. Raúl como jefe del pelotón de retaguardia, mientras que Almeida tenía igual responsabilidad en el pelotón del centro. Ambos participaron en el combate de Alegría de Pío y luego de la dispersión tras la inicial derrota, se unieron de nuevo a Fidel para continuar la lucha guerrillera.

Cuando el máximo jefe de la Revolución logró reagrupar a una pequeña parte de los expedicionarios - un total de 18 - entre ellos estaban Raúl y Almeida. En los primeros 15 días, 21 de los 82 integrantes de la expedición habían caído

- tres en combate y 18 asesinados - , 22  habían sido hechos prisioneros y  21, evadiendo la feroz persecución, lograron salir de la zona de operaciones.

El 17 de enero de 1957, Raúl y Almeida participan en el combate de La Plata, primera victoria del naciente Ejército Rebelde sobre las fuerzas de la tiranía batistiana. Y cuando el 28 de mayo de ese mismo año se produce el combate de  El Uvero Che, allí están ellos, distinguiéndose entre los primeros. Entre los heridos figura Almeida.

Formados en la disciplina, fogueados en los combates y en las difíciles condiciones de la lucha guerrillera, los dos combatientes demuestran sus cualidades como jefes. Son así, sus méritos ganados, sus mejores avales no sólo para el ascenso al grado de Comandante, sino para recibir del máximo jefe rebelde la misión de conducir las columnas  que extenderían la lucha armada hacia otras zonas de la provincia oriental.

En la orden de ascenso a Raúl, apuntaría Fidel: “Se comunica por este medio que ha sido ascendido al grado de Comandante el Capitán Raúl Castro Ruz y se le nombra jefe de la Columna 6 que operará en el territorio montañoso situado al Norte de la provincia de Oriente, desde el Término Municipal de Mayarí al de Baracoa, quedando bajo su mando las patrullas rebeldes que operan en dicha zona” (…)

En el caso de Almeida, señala el Comandante en Jefe: “Se comunica por este medio que ha sido ascendido al grado de Comandante el Capitán Juan Almeida Bosque y se le nombra jefe de la Columna 3 que operará en el territorio de la Sierra Maestra, situado al este del poblado de María Tomasa, debiendo extender el campo de operaciones lo más lejos posible hacia esa dirección” (…)

Antes de Raúl y Almeida, el grado de Comandante del Ejército Rebelde, otorgado por el Comandante en Jefe, en la Sierra Maestra sólo lo poseía el Che, desde julio de 1957. Ernesto Guevara de la Serna, había venido en el Granma como Teniente jefe de Sanidad y comandó la Columna 4, primera que se desprendió de la Columna Uno José Martí, dirigida por Fidel.

Las columnas conducidas por Raúl y Almeida, dieron origen al Segundo Frente Oriental Frank País  y al Tercer Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, los que cumplieron sus misiones y fueron un puntal decisivo en la victoria.

Hoy, transcurridos 64   años de aquel histórico ascenso, los patriotas cubanos nos sentimos orgullosos de haber tenido  junto a Fidel, como conductores y defensores de nuestra obra, a Raúl y Almeida. Al General de Ejército y al Comandante de la Revolución - Héroes de la República de Cuba .Hoy brillan  con más intensidad aquellas  estrellas martianas e insurrectas.

Estrellas sostenidas por quienes haciendo realidad los versos patrióticos de Raúl Gómez García al partir hacia el asalto al Moncada, sintieron en lo más hondo la sed enfebrecida de la Patria y pusieron en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.

 

 

A nada se va con la hipocresía


Orlando Guevara Núñez

Con estas certeras palabras, inicia José Martí un artículo titulado La Guerra, publicado en el periódico Patria, el  9 de julio de 1892.   Y argumenta: “Porque cerremos los ojos, no desaparece de nuestra vista lo que está delante de ella, Con ponerle las manos al paso, no se desvía el rayo de nuestras cabezas”.

Se refiere a las riquezas materiales y a las morales. Y conoce cómo actúan esos factores en la conducta de los hombres. Por eso afirma: “Pero los pueblos no están hechos de los hombres como debieran ser, sino de los hombres como son. Y las revoluciones no triunfan, y los pueblos no se mejoran si aguardan a que la naturaleza humana cambie; sino que han de obrar conforme  a la naturaleza humana y de batallar con los hombres como son, o contra ellos.

Y vuelve sobre el tema de la hipocresía. “Pena es que la sangre no le hierva al hombre en las  venas, como hirvió la de nuestros padres, mucho más ricos que nosotros, cuando un dueño brutal se le sienta sobre toda la casa, y lo obliga a la perpetua cobardía de la mentira, y emplea en mantener  escandalosos vicios, a la puerta de nuestros hogares arruinados, el tributo que tenemos que pagar con el alquiler de nuestra honra y la hipoteca de nuestras fincas”.

“Pena es que el hombre- continúa -  no vea que la riqueza material, aún cuando esté más segura que la de los hijos del sesenta y ocho,  está bajo el sable de sus deportadores, no da a la vida el goce y plenitud de la riqueza menor, o de la mayor pobreza, cuando por todo el rededor palpita, en la franca aspiración criolla, el hombre libre”.  Y plantea una interrogante: ¿Qué diferencia hay, en el fondo, entre un esclavo que rompe la tierra, y un esclavo que gasta en el aturdimiento lo que le deja de su tierra una metrópolis voraz? El bochorno de la inercia hará más amarga, aunque él se lo disimule, la existencia del esclavo dorado”.

Otra  aseveración incluye: “Pena es que el hombre no salte de su asiento al ver que vive sin poder sacar la verdad a los labios, que acata y besa la mano que lo burla y que lo azota, que crecen en la tiniebla y en la persecución sus hijos”. Y comenta que de ese argumento del interés hay que tomar nota por lo que tiene de humano, de fuerte y lo que hay en él de justo.