viernes, 4 de febrero de 2022

El deber de todo revolucionario es hacer la revolución


Orlando Guevara Núñez

 

El 4 de febrero de 1962, como respuesta a la expulsión de Cuba de la OEA, más de un millón de cubanos se reunieron en la capital cubana, constituyéndose en Asamblea General del  Pueblo de Cuba, la cual aprobó la Segunda Declaración de la Habana. De aquel histórico acontecimiento,  todavía con fuerza de presencia, recordaremos algunos momentos, tanto del discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro, como del texto de la Declaración.

                                            Fragmentos  de la II Declaración de La Habana

 

Los pueblos saben que en Punta del Este, los cancilleres que expulsaron a Cuba se reunieron para renunciar a la soberanía nacional; que allí el gobierno de Estados Unidos fue a sentar las bases no solo para la agresión a Cuba, sino para intervenir en cualquier país de América contra el movimiento liberador de los pueblos; que Estados Unidos prepara a la América Latina un drama sangriento; que las oligarquías explotadoras, lo mismo que ahora renuncian al principio de la soberanía, no vacilarán en solicitar la intervención de las tropas yankis contra sus propios pueblos, y que con ese fin la delegación norteamericana propuso un comité de vigilancia contra la subversión en la Junta Interamericana de Defensa, con facultades ejecutivas, y la adopción de medidas colectivas. Subversión para los imperialistas yankis es la lucha de los pueblos hambrientos por el pan, la lucha de los pueblos contra la explotación imperialista.  Comité de vigilancia en la Junta Interamericana de Defensa con facultades ejecutivas, significa fuerza de represión continental contra los pueblos a las órdenes del Pentágono.  Medidas colectivas significan desembarcos de infantes de marina yankis en cualquier país de América.

Frente a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución, respondemos:  las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos (APLAUSOS).  Lo que Cuba puede dar a los pueblos, y ha dado ya, es su ejemplo (APLAUSOS).

¿Y qué enseña la Revolución Cubana?  Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla (APLAUSOS), que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos.

Allí donde están cerrados los caminos de los pueblos, donde la represión de los obreros y campesinos es feroz, donde es más fuerte el dominio de los monopolios yankis, lo primero y más importantes es comprender que no es justo ni es correcto entretener a los pueblos con la vana y acomodaticia ilusión de arrancar, por vías legales que no existen ni existirán, a las clases dominantes, atrincheradas en todas las posiciones del Estado, monopolizadoras de la instrucción, dueñas de todos los vehículos de divulgación y poseedoras de infinitos recursos financieros, un poder que los monopolios y las oligarquías defenderán a sangre y fuego con la fuerza de sus policías y de sus ejércitos.

El deber de todo revolucionario es hacer la revolución (APLAUSOS).  Se sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo (APLAUSOS).  El papel de Job no cuadra con el de un revolucionario.  Cada año que se acelere la liberación de América, significará millones de niños que se salven para la vida, millones de inteligencias que se salven para la cultura, infinitos caudales de dolor que se ahorrarían los pueblos.  Aun cuando los imperialistas yankis preparen para América un drama de sangre, no lograrán aplastar la lucha de los pueblos, concitarán contra ellos el odio universal, y será también el drama que marque el ocaso de su voraz y cavernícola sistema (APLAUSOS).

Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de 200 millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino, y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero (APLAUSOS).

Con lo grande que fue la epopeya de la independencia de América Latina, con lo heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy les ha tocado una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad.  Porque aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón.  Hoy les toca la lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del mundo, frente a la fuerza más importante del sistema imperialista mundial, y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande del que le prestaron nuestros antepasados.

 

 

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