.Orlando Guevara Núñez
Un colega me hizo llegar el texto del recién publicado
libro La habitación donde ocurrió, de John Bolton ex asesor de seguridad
nacional de los Estados Unidos. Lo primero es lo falso del título. En una
habitación puede haber cosas buenas, regulares o malas. Pero allí, en el
escenario que él describe, solo coexisten intrigas, planes de estrangulamiento,
de saqueo, de crímenes, de chantajes. Por lo tanto, al libro le asentaría más
el título de El matadero donde ocurrió.
Pero lo más abominable del testimonio de Bolton no está
en el título. Lo aborrecible está en la crudeza de cómo la Casa Blanca, autodenominada la campeona de
la democracia y de los derechos humanos en el mundo, esta convertida hoy en un
antro de hampones que se creen dueños del mundo y con su estúpida política
ponen cada día al mundo al borde de un holocausto del cual ni ellos mismos
saldrían ilesos.
Es indignante como este individuo, en una pretendida
acusación a su antiguo amo, el presidente Trump, por haberlo destituido de su
cargo, se está acusando él mismo. Y se vanagloria de decisiones que no
compartió y recomendaciones suyas que no se cumplieron.
Tan desalmado como su amo, expone las medidas que no se
cumplieron y por ese error ha podido resistir la Revolución bolivariana de
Venezuela, cuando uno y otro pretendieron matarla, pero no acertaron cómo.
Sobre Cuba es igualmente brutal todo lo programado en esa
habitación diabólica: las medidas para arreciar el bloqueo, impedir la llegada
de petróleo, bloqueo al turismo, las remesas, los vuelos, junto a la ruindad de
tratar de impedir la colaboración médica con los países que la han solicitado.
Cuba, Venezuela y Nicaragua son para ellos un eje del
mal, al mismo tiempo que, con el mayor descaro del mundo, confiesan el papel
servil de otros gobiernos para cumplir sus planes de desestabilización y
agresión contra estos tres países.
Si la llamada comunidad internacional en algo fuera útil
a la seguridad de las naciones, el libro de Bolton sería valioso para que el
gobierno de los Estados Unidos fuera juzgado y sancionado por sus crímenes.
Suficiente para que la ONU decidiera excluirlo de su Consejo de Seguridad,
donde deben estar quienes defiendan la soberanía de los pueblos y no quienes
los atacan y saquean; suficiente para que el Tribunal Penal Internacional lo
sometiera a proceso por crímenes de lesa humanidad.
La Organización Mundial del Comercio, el Consejo de
Derechos Humanos y otros mecanismos internacionales, no necesitarían otros
argumentos para señalar y en consecuencia sancionar, al gobierno norteamericano
como el más terrorista, el más criminal y agresor del planeta que habitamos.
Bolton no critica a Trump por el mal que ha hecho, sino
por su incapacidad para hacer un mal mayor. Y una realidad queda clara: lo único que ha frenado los
desmanes norteamericanos, ha sido la decisión de algunas naciones a no
doblegarse ante sus amenazas, sanciones y chantajes.
Y otra cosa importante revela el libro de Bolton: La
podredumbre en la más alta esfera del gobierno yanqui. El aventurerismo, las
más groseras violaciones de las normas internacionales, sus enfermizos
propósitos de saqueo a otras naciones, su política de fuerza y su desprecio por
la vida y el bienestar de los pueblos.
La habitación a la cual se refiere Bolton, podría ser
calificada también como la Gran Carpa, donde un elenco de payasos ensaya cada
día sus números, no precisamente para provocar alegrías, sino la muerte, el
luto, el hambre, la miseria y el desamparo de millones de seres humanos en el
mundo.
No he terminado de leer el libro. Aún así basta para
condolerse de un pueblo cuyos gobernantes están desprovistos de los más
elementales sentimientos humanos, de ética política, y solo utilizan sus cargos
para apuntalar sus más mezquinos
intereses individuales.Gobernantes cuya arma principal es siempre la mentira. Y junto a la mentira, el crimen.
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