.Orlando Guevara Núñez
No existe ley en el mundo, surgida para
proteger el derecho de los pueblos, su seguridad y la cooperación entre las
naciones, que no sea violada y pisoteada por el gobierno de los Estados Unidos.
Para el imperio norteamericano, todo
cuanto no se le subordine, debe ser eliminado. Así lo proclama con el mayor
cinismo. Y así actúa, aún cuando para lograrlo cometa los más repudiables
crímenes y genocidios.
Eso lo sabe muy bien el pueblo cubano. Seis décadas hemos resistido agresiones, amenazas, sabotajes, bloqueo,
intentos de aislamiento, campañas difamatorias. Siempre, junto al crimen, la
mentira. Solo que los cubanos hemos aplicado- y seguimos aplicando- el principio expresado por nuestro Comandante
en Jefe, Fidel Castro, el 26 de septiembre de 1960 en la Asamblea General de
las Naciones Unidas:
(…)”Nuestro pueblo que ha
aprendido en esta escuela de los últimos acontecimientos internacionales, sabe
que a última hora, cuando su derecho ha sido negado, cuando sobre él se enciman
las fuerzas agresivas, le queda el recurso supremo y el recurso heroico de
resistir, cuando su derecho no sea garantizado ni en la OEA ni en la ONU”. Es
el único escudo efectivo. El único lenguaje que entienden los yanquis, aunque
lo desprecien.
La
Organización de las Naciones Unidas (ONU), está definida como
“una asociación de gobiernos global que facilita la cooperación en asuntos como
el derecho internacional, la paz y
seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos
humanitarios y los derechos humanos ”. Figuran entre sus postulados:
Reducir las tensiones internacionales. Prevenir
conflictos. Poner fin a las hostilidades que ya se hayan producido. Legislar
sobre el medio ambiente, el espacio ultraterrestre y los fondos marinos.
Erradicar enfermedades. Incrementar la producción de alimentos. Atender y
proteger a los refugiados. Luchar contra el analfabetismo. Reaccionar
rápidamente en situaciones de desastres naturales. Establecer normas mundiales
en materia de derechos humanos. Proteger y promover los derechos de todas las personas.
No existe uno solo de estos
preceptos respetado por el imperio yanqui. Y para colmo, Estados Unidos, en el
Consejo de Seguridad de la ONU, tiene derecho al veto, el cual ejerce siempre
para entorpecer la justicia y santificar
el despojo y el atropello.
La OEA es un caso parecido. Con razón
Fidel la calificó como Ministerio de Colonias Yanquis. Surgió
en 1948 con el objetivo de “lograr en sus Estados
miembros, como lo estipula el Artículo 1 de la Carta, un orden de paz y de
justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su
soberanía, su integridad territorial y su independencia”.
Estados
Unidos ha convertido a la OEA en uno de sus instrumentos más eficaces contra
los pueblos de nuestra América. Antro de
Caínes. Cuba, por suerte, dejó hace
mucho rato de pertenecer a ese bochornoso
“Ministerio”, cuya función es el lacayismo y la traición.
Se habla de una Comunidad Internacional, con
instituciones encargadas de promover la justicia y el derecho de las
naciones. Tal es el caso de la Corte
Penal Internacional, cuya misión es”
juzgar a las personas acusadas de cometer crímenes de genocidio, de guerra, de
agresión y de lesa humanidad” Pero el gobierno de los Estados Unidos, claro
culpable de violar todos los días esos preceptos, no ha sido juzgado. Si ese
mecanismo funcionara Estados Unidos fuera el país más sancionado del mundo. Y
aún así, no pagaría todos sus crímenes contra la humanidad.
Otro caso es el de la Organización Mundial del Comercio (OMC), con el encargo de
ocuparse “de las normas que rigen el
comercio entre los países”. Los pilares sobre los que descansa son los Acuerdos
de la OMC, que han sido “negociados y firmados por la gran mayoría de los
países que participan en el comercio mundial y ratificados por sus respectivos
parlamentos”. No hay una sola de estas
instituciones que sea respetada por el imperio norteamericano. Y casos
existen en los que éstas han hecho
llamados a la conciliación entre “las partes en conflicto” pero sin dejar clara la condena a los
agresores y el apoyo a los agredidos.
Ese imperio desafía todas
las normas. Agrede, amenaza, roba, sin otro contén que el de la decisión de los
gobiernos y pueblos dispuestos a sacrificarlo todo en pos de su soberanía e
independencia. Cuba y Venezuela constituyen dos grandes ejemplos
En cuanto a Cuba, los
intentos yanquis de destruir la Revolución, se estrellarán siempre ante un
legado martiano: ¡Antes que cejar en el empeño de hacer libre y próspera a la patria, se unirá el mar del
Sur al mar del Norte, y nacerá una serpiente de un huevo de águila! Otro de
Fidel: “Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se
hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie”. Y
otro principio expresado por Raúl de que frente a nuestros enemigos no existirá
nunca ni conciliación, ni rendición, ni derrota.
Los tiempos, sin embargo,
han cambiado. El poder militar, económico y político norteamericano ha dejado de ser hegemónico. El mundo está
tomando otro derrotero. Pero el imperio no atiende a estos cambios, que
seguirán su curso inexorable y los pueblos, ante los caminos que se les cierran, están
abriendo - amplias y esplendorosas- aunque cimentadas, con sacrificio, dolor y sangre, las nuevas alamedas.
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