lunes, 1 de junio de 2020

La Patria es ara, no pedestal





. Orlando Guevara Núñez

Difícil sería encontrar a un cubano que no haya escuchado este pensamiento martiano, sobre todo en boca de sus maestros. Fue de los primeros que aprendí en mi niñez. Pero muy poca aplicación tenía entonces.
Lo que hasta hace poco conocí fue que ese pensamiento martiano está contenido en una carta por él dirigida a Ricardo Rodríguez Otero, de Sagua la Grande, fechada en New York, el 16 de mayo de 1886.
Lo conocíamos con las cinco palabras señaladas. En realidad Martí lo dijo de forma más extensa: La Patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se le sirve, pero no se  la toma para servirse de ella.
La referida carta es algo extensa. Su móvil  principal es que el destinatario, en un libro que publicó, refiere que escuchó de Martí la aseveración de que: “cualquiera que sea mi pasado yo acataré sin reserva alguna la solución que España dé a los problemas de Cuba, si llega a satisfacer a la mayoría de mis compatriotas”.
Martí desmiente esa versión. “He de confesar a usted- dice Martí- que en mis labios no sería sincera, ni en mi corazón, esa palabra de acatamiento a lo que España quisiese hacer de Cuba, aún cuando contentase a la mayoría de los cubanos, porque no estamos ya en condición  de obedecer, sino con pleno derecho de exigir (…)  lo que sí acataré yo toda mi vida es la voluntad manifiesta de mi tierra, aún cuando sea contraria a la mía, no a la voluntad española”.
Habla de la incapacidad de España para contentar a los cubanos. Y Afirma su pensamiento de que  creía la guerra tan abominable como posible y que no hay vanagloria que lo fuerce,  por adquirir fama de austero o de emancipador, a contribuir a llevar a su patria, antes que ella dé muestras  patentes de desearla, la guerra que en todo instante puede llevársele, pero no debe ir hasta que los elementos que tienen que combatir no hayan en gran parte venido a tierra por sí mismos, o en el silencio del corazón se vayan poniendo a su lado.
El modo que Martí utiliza en  el escritor no es mordaz. Véase como le replica: “Y solo me falta rogarle ahora que no se enoje usted conmigo porque no acepto como precisamente mías las palabras “cualquiera que sea mi pasado”  “En eso sí que su memoria, tan cariñosa conmigo, le fue infiel, porque a mí no se me ocurre nunca, pensar en mí mismo en las cosas de la patria, a no ser para cuidar desde aquí  por su bien en la medida de mis fuerzas “(…)   Y puntualiza que:
“A la patria no se le ha de  servir por el beneficio que se pueda sacar de ella, sea de gloria o de cualquier otro interés, sino por el placer desinteresado de serle útil”.

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