Difícil sería encontrar a un
cubano que no haya escuchado este pensamiento martiano, sobre todo en boca de
sus maestros. Fue de los primeros que aprendí en mi niñez. Pero muy poca
aplicación tenía entonces.
Lo que hasta hace poco
conocí fue que ese pensamiento martiano está contenido en una carta por él
dirigida a Ricardo Rodríguez Otero, de Sagua la Grande, fechada en New York, el
16 de mayo de 1886.
Lo conocíamos con las cinco
palabras señaladas. En realidad Martí lo dijo de forma más extensa: La Patria necesita sacrificios. Es ara y no
pedestal. Se le sirve, pero no se la
toma para servirse de ella.
La referida carta es algo
extensa. Su móvil principal es que el
destinatario, en un libro que publicó, refiere que escuchó de Martí la aseveración
de que: “cualquiera que sea mi pasado yo acataré sin reserva alguna la solución
que España dé a los problemas de Cuba, si llega a satisfacer a la mayoría de
mis compatriotas”.
Martí desmiente esa versión.
“He de confesar a usted- dice Martí- que en mis labios no sería sincera, ni en
mi corazón, esa palabra de acatamiento a lo que España quisiese hacer de Cuba,
aún cuando contentase a la mayoría de los cubanos, porque no estamos ya en
condición de obedecer, sino con pleno
derecho de exigir (…) lo que sí acataré
yo toda mi vida es la voluntad manifiesta de mi tierra, aún cuando sea
contraria a la mía, no a la voluntad española”.
Habla de la incapacidad de
España para contentar a los cubanos. Y Afirma su pensamiento de que creía la guerra tan abominable como posible y
que no hay vanagloria que lo fuerce, por
adquirir fama de austero o de emancipador, a contribuir a llevar a su patria,
antes que ella dé muestras patentes de
desearla, la guerra que en todo instante puede llevársele, pero no debe ir
hasta que los elementos que tienen que combatir no hayan en gran parte venido a
tierra por sí mismos, o en el silencio del corazón se vayan poniendo a su lado.
El modo que Martí utiliza en
el escritor no es mordaz. Véase como le
replica: “Y solo me falta rogarle ahora que no se enoje usted conmigo porque no
acepto como precisamente mías las palabras “cualquiera que sea mi pasado” “En eso sí que su memoria, tan cariñosa
conmigo, le fue infiel, porque a mí no se me ocurre nunca, pensar en mí mismo
en las cosas de la patria, a no ser para cuidar desde aquí por su bien en la medida de mis fuerzas “(…) Y puntualiza que:
“A la patria no se le ha de servir por el beneficio que se pueda sacar de
ella, sea de gloria o de cualquier otro interés, sino por el placer
desinteresado de serle útil”.
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