.Orlando Guevara Núñez
El pueblo de los Estados Unidos está sufriendo uno de los
más tristes episodios de su existencia. Más de 100 000 norteamericanos han
muerto víctimas de la pandemia de la Covid-19. Otros miles corren el peligro de
morir, mientras que su presidente está más preocupado por la economía – la economía
de los millonarios- que por la vida humana.
En medio de esa tragedia, un crimen más de la policía contra
un ciudadano negro, expresión del más
brutal racismo existente en ese país, ha
indignado a millones de norteamericanos, quienes se han lanzado a la calle para
protestar contra la barbarie y exigir justicia.
La reacción del presidente, sin embargo, ha sido la de
calificar de terroristas a los manifestantes. Y ha amenazado con lanzar sobre
ellos a la policía y al ejército, con órdenes de reprimir, de encarcelar, de matar
si es preciso. O lo que es lo mismo: provocar otra pandemia nacida no de un
virus, sino del odio, del racismo, y del desprecio por la vida humana.
El desprestigio de los gobernantes yanquis es cada día
mayor. Su doble moral – mejor es decir falta de
moral- los descubre como los despreciables hipócritas que son. Hacen
todo lo posible por provocar desobediencia en Cuba, Venezuela, Nicaragua y
otros países que no se someten a sus dictados. Y califican de patriotas a
quienes hacen por lo menos el intento. Pero ahora, los que se lanzan a las
calles en su propio país, no son patriotas, sino peligrosos terroristas.
Las escenas del atropello policial son indignantes.
Golpes, gases lacrimógenos, balas de goma y de plomo, detenciones, abusos,
pisoteo de la dignidad humana.
Mientras, Trump promueve más violencia, aunque se esconde
cuando ve cerca el peligro. Para él, los más de 100 000 muertos por el virus
son un logro no una derrota. Y en su enfermizo propósito de reelección, todo lo
subordina a engañar al pueblo, a tratar de ganar votos, despreciando a los
muertos y a los vivos. Es una realidad
que ninguna de sus constantes mentiras puede ni podrá ocultar.
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