.Orlando
Guevara Núñez
Se sabe que
el 17 de abril de 1961, comenzó el desembarco mercenario de Playa Girón, inicio
de una agresión que costó sangre y vidas al pueblo cubano. Pero es bueno
recordar que nueve años después, el 17 de abril de 1970, una infiltración contrarrevolucionaria,
también organizada, entrenada, armada y financiada por el gobierno de los
Estados Unidos, desembarcó por Punta del Silencio, desembocadura del río
Yumurí, a unos 32 kilómetros hacia el este de la ciudad oriental de Baracoa.
Ahora, a 50 años de aquella nueva felonía yanqui, terminada en otro rotundo
fracaso, pero al costo de nuevas vidas cubanas, revivo los recuerdos, tiempos
atrás escritos.
Los trece
mercenarios, que traían como objetivo sembrar el terror en esa zona oriental,
venían armados con fusiles AR-15, AR-18 y M-16, además de explosivos y granadas
de mano, todo de fabricación estadounidense. Llegaron a bordo de un buque que
los condujo hasta cerca de la costa —según posteriores confesiones de los
detenidos— un camarógrafo se encargaría de tomar vistas que serían luego
utilizadas en los Estados Unidos para hacer propaganda, vanagloriarse de sus
desmanes y recaudar dinero.
Pese a lo
intrincado del lugar, la presencia mercenaria fue de inmediato detectada. Luego
de una rápida movilización, efectivos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias,
del Ministerio del Interior y de las Milicias Serranas, con el apoyo de la
población campesina, persiguieron, cercaron y apresaron al grupo enemigo.
Otra vez el
dolor y el luto en muchos hogares humildes. La barbarie yanqui sumaba a su
tenebrosa lista niños huérfanos, mujeres viudas... Seis vidas de jóvenes
combatientes fueron segadas.
El teniente
Ramón Guevara Montano, entonces jefe de la Sección Política de la División
Territorial de Baracoa, fue uno de los caídos. Tenía 28 años de edad y procedía
de una familia de obreros agrícolas de Niquero, actual provincia de Granma. Fue
ascendido póstumamente al grado de primer teniente. Andrés y María Luisa, sus
padres, sufrieron la pérdida de su hijo. Julieta, la novia, quedó sin realizar
su sueño de la boda, tronchada por el acto criminal de los agresores. Este joven
era mi primo. Junto habíamos fundado la Asociación de Jóvenes Rebeldes en
nuestro barrio. Por orden de Raúl Castro, recibió el ascenso póstumo al grado
de Primer Teniente.
Luis de la
Rosa Callamo, descendiente de una familia campesina de la zona de Cueto,
Mayarí, pertenecía a la Brigada de la Frontera. Fue ascendido, también
póstumamente, a sargento de tercera. El resto de los caídos durante las operaciones de aniquilamiento de la
banda mercenaria, eran milicianos de Baracoa, quienes con prontitud se habían
presentado a sus unidades al conocer sobre la infiltración.
José A. Sánchez
Marzo, contaba con solo 24 años de edad. De extracción campesina, dejó una hija
de 11 meses de nacida, y a su esposa esperando otro alumbramiento. Ovidio
Hernández Matos, también de 24 años, campesino devenido carpintero. Con su
muerte, dos niños quedaron huérfanos. Evodino Marzo Marzo era padre de cuatro
niños, campesino y barbero. El enemigo tronchó su vida cuando había vivido solo
33 años.
Los restos
de todos ellos fueron velados en el pequeño poblado de La Máquina, cercano a la
zona de operaciones. Durante la velada solemne para rendirles postrer tributo,
el Comandante en Jefe Fidel Castro realizó ante sus cuerpos inertes una guardia
de honor, y en el entierro expresó:
“En breves
minutos se les dará sepultura a esos compañeros. Han caído en el cumplimiento
del deber. Las balas pueden tronchar vidas, las balas enemigas y traicioneras
pueden atravesar el pecho, pueden atravesar la frente, pueden atravesar la
carne, pueden atravesar los huesos, pueden atravesar el corazón, pueden atravesar
a un hombre, pero lo que no podrán jamás esas balas criminales será inmolar las
ideas, tronchar la causa, atravesar la bandera y la justicia que esos hombres
defendieron con su cuerpo. Los hombres podemos caer, pero las ideas que
defendemos no caerán jamás.
El día 26 de
aquel abril fueron capturados los dos últimos mercenarios invasores. Una nueva
agresión imperialista contra nuestro pueblo había sido derrotada. En el parte
firmado por el entonces jefe del Ejército Oriental, Raúl Menéndez Tomassevich —al
frente de las operaciones— se incluía entre los caídos a otro miliciano:
Arquímedes Borges Bolaño.
Cinco
combatientes habían resultado heridos: Jorge Sosa, Mauro Almaguer, Virgilio
Rodríguez, Humberto Véliz y Humberto Noa.
Así, el 17
de abril, en tiempos distintos, nos convoca al recuerdo agradecido a nuestros
mártires. Porque ellos nos siguen y
seguirán inspirando en los combates presentes y los que están por venir.
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