sábado, 18 de abril de 2020

Los días de Playa Girón, el Conferencista



                                            

.Orlando Guevara Núñez

Los días de Playa Girón fueron escenario de grandes definiciones. Y no sólo de los revolucionarios, sino también de los enemigos de la Revolución y de quienes permanecían sin inclinarse hacia uno u otro lado.
   El 17 de abril de 1961 fue así. Ese día, los mercenarios pagados por los yanquis invadieron nuestra tierra, pero la agresión no fue premiada con la impunidad. A decir verdad, desde el 15 de abril ya la cosa estaba caliente;  nadie sabía hasta dónde iban a llegar los acontecimientos. Y fue ahí donde adquirieron más valor las definiciones.
      Nuestra Brigada Juvenil de Trabajo Revolucionario, organización de base de la Asociación de Jóvenes Rebeldes en esa época, contaba con cincuenta integrantes, entre ellos siete muchachas. Y el día del ataque, todos nos presentamos al Puesto de Mando del municipio, deseosos de enfrentar al enemigo. Nos enardecíamos escuchando el Comunicado Nro. Uno de Fidel. También Raúl y el Che nos convocaban, especialmente a los jóvenes, al combate. La Patria había sido agredida. Sangre cubana bañaba ya nuestras costas. La impaciencia se enseñoreaba entre todos.
Siempre, en las grandes cosas, hay algunas pequeñas que, por intrascendentes y a veces con algo de chanza, uno recuerda. En aquel momento, sin embargo, no lo vimos con ninguna gracia. Solo que no lo entendimos. El caso es que ya en el área donde nos presentamos, cuando vinimos a darnos cuenta, donde estábamos era dentro de un salón, ante la presencia de un  inspirado conferencista.
   Nosotros esperando la misión. Y él, sin inmutarse, hablándonos sobre el Estanco del Tabaco, sobre la rebelión de los vegueros de Jesús del Monte y el crimen cometido contra ellos.  Nosotros tratando de preguntarle cuándo salíamos para Playa Girón. Y él pasando al tema de la toma de La Habana por los ingleses y el heroísmo de Pepe Antonio. Y nosotros pensando: pero ¡me caso en diez!,  ¿qué demonios tendrá que ver lo que está hablando este hombre con lo que está pasando ahora? ¿No se dará cuenta de que no son los ingleses, sino mercenarios al servicio de los yanquis de mierda quienes nos están atacando?
   Pero el conferencista sólo hizo una pausa cuando alguien se le acercó a entregarle un papelito. Y el instante fue aprovechado para hacerle una pregunta salida del grupo como por la boca de un cañón:
   - Oiga, compay, ¿cuándo salimos para Girón?
   Pero él ni siquiera se dio por aludido. Y continuó su disertación, explicando con lujo de detalles las conspiraciones de La Escalera y Soles y Rayos de Bolívar. Hasta que llegó a percatarse de que nadie le estaba poniendo asunto. Por la radio estaban difundiendo el comunicado de Fidel. Y un locutor diciendo que nosotros éramos socialistas. Entonces, el conferencista nos llama la atención y dice que somos indisciplinados y así no llegaríamos nunca a ser buenos revolucionarios. En realidad, todos éramos campesinos, algunos todavía analfabetos.
    Por fin, como a las ocho de la noche, terminó la conferencia. Y el conferencista se marchó con aires doctorales, no sin antes tirar una ojeada para calcular la cifra de sus oyentes. No habíamos comido nada, ni teníamos esperanzas ni perspectivas de hacerlo.
   A esa hora, llegó un teniente pidiendo un grupo de muchachos para hacer guardia. Y salimos todos, pero escogieron a una parte. A mí me soltaron en la punta de un muellecito  cercano, con un fusil, diciéndome que debía velar si por allí se acercaba alguien queriendo desembarcar y que mi misión era avisar. Al quedarme solo, es que me percato de que cómo voy a avisar, si allí no hay ningún medio para hacerlo.
   Pero me consolé mirando mi flamante fusil R-2, llegando a la conclusión de que si venía el enemigo por el mar, le dispararía, alguien debía oír los tiros y ése sería el aviso. Y contando las balas, me di cuenta de que tenía 120. Y yo mismo me asombré de la diferencia entre aquel fusil y las escopeticas de palo con las cuales dos o tres  años atrás jugábamos los muchachos del barrio.
   Pensé en todo lo que a esa hora estaría pasando en Playa Girón. En mi mente se elaboraron y desarrollaron combates en los cuales el perdedor fue siempre el enemigo. Fui protagonista imaginario de hechos heroicos que nunca tuvieron lugar y me representé, incluso, escenas donde estaba cercado, herido y con la disposición de no entregarme.
      Hasta que llegó el relevo, como a las diez de la mañana del siguiente día. El mar estaba muy tranquilo. Y los mosquitos también, saciada su sed de sangre. Mi única heroicidad esa noche - entre las muchas pensadas - fue resistir el asedio de esos insectos.
   Ese mismo día, 18 de abril, continuamos haciendo guardia. Y por la noche, ¡de nuevo ante el conferencista!  Los partes proseguían hablando sobre los combates y se dijo que Fidel estaba en Playa Girón. Pero el conferencista estaba inmerso ahora en el tema del reformismo, del autonomismo, del anexionismo, del independentismo, de la Cámara…
   Al otro día, los mercenarios fueron aniquilados y tras ese acontecimiento regresamos a nuestros hogares sin tener que combatir, sin ni siquiera salir para Playa Girón, aunque habíamos conocido muchos hechos históricos sobre los cuales no teníamos antes ninguna referencia.
  Un tiempo después me encontré con el Conferencista.  Y hablamos sobre muchas cosas, menos sobre las conferencias. Pienso que los dos nos confabulamos para omitir ese tema, dejando el espacio para otros en los cuales teníamos plena coincidencia.
   En cuanto a los Jóvenes Rebeldes que vivimos aquellos días, creo que afianzamos nuestra definición al lado de Fidel. Y comenzó entonces otro proceso definitorio que no tropezó nunca con escollo alguno: la aceptación del socialismo y nuestro eterno compromiso de construirlo y defenderlo.
   Hay un hecho que recuerdo con nitidez. En esos días, muchas personas, de todas las edades, que habían mantenido una postura indiferente ante el proceso revolucionario, se presentaron y reclamaron su derecho a defenderla. Los llamados de Fidel, de Raúl, del Che y la propia invasión mercenaria, fueron un catalizador de conciencia. Esa fue otra victoria revolucionaria que la vivimos también durante los dramáticos días de la Crisis de Octubre.
   Los reaccionarios se alentaron inicialmente aquel l7 de abril, pero fueron acallados por el pueblo y terminaron tan aplastados como los mercenarios.  El día 19 festejamos la victoria. Pero confieso que aún sin la conciencia de la grandeza y trascendencia, más  allá de nuestras fronteras, de aquel hecho.

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