.Orlando Guevara Núñez
Los días de Playa Girón fueron
escenario de grandes definiciones. Y no sólo de los revolucionarios, sino
también de los enemigos de la Revolución y de quienes permanecían sin
inclinarse hacia uno u otro lado.
El 17 de abril de 1961 fue así. Ese día, los mercenarios pagados por los
yanquis invadieron nuestra tierra, pero la agresión no fue premiada con la
impunidad. A decir verdad, desde el 15 de abril ya la cosa estaba caliente; nadie sabía hasta dónde iban a llegar los
acontecimientos. Y fue ahí donde adquirieron más valor las definiciones.
Nuestra Brigada Juvenil de Trabajo Revolucionario, organización de base
de la Asociación
de Jóvenes Rebeldes en esa época, contaba con cincuenta integrantes, entre
ellos siete muchachas. Y el día del ataque, todos nos presentamos al Puesto de
Mando del municipio, deseosos de enfrentar al enemigo. Nos enardecíamos
escuchando el Comunicado Nro. Uno de Fidel. También Raúl y el Che nos
convocaban, especialmente a los jóvenes, al combate. La Patria había sido agredida.
Sangre cubana bañaba ya nuestras costas. La impaciencia se enseñoreaba entre
todos.
Siempre, en las grandes cosas, hay
algunas pequeñas que, por intrascendentes y a veces con algo de chanza, uno
recuerda. En aquel momento, sin embargo, no lo vimos con ninguna gracia. Solo que
no lo entendimos. El caso es que ya en el área donde nos presentamos, cuando
vinimos a darnos cuenta, donde estábamos era dentro de un salón, ante la
presencia de un inspirado conferencista.
Nosotros esperando la misión. Y él, sin inmutarse, hablándonos sobre el
Estanco del Tabaco, sobre la rebelión de los vegueros de Jesús del Monte y el
crimen cometido contra ellos. Nosotros
tratando de preguntarle cuándo salíamos para Playa Girón. Y él pasando al tema
de la toma de La Habana
por los ingleses y el heroísmo de Pepe Antonio. Y nosotros pensando: pero ¡me
caso en diez!, ¿qué demonios tendrá que
ver lo que está hablando este hombre con lo que está pasando ahora? ¿No se dará
cuenta de que no son los ingleses, sino mercenarios al servicio de los yanquis
de mierda quienes nos están atacando?
Pero el conferencista sólo hizo una pausa cuando alguien se le acercó a
entregarle un papelito. Y el instante fue aprovechado para hacerle una pregunta
salida del grupo como por la boca de un cañón:
- Oiga, compay, ¿cuándo salimos para Girón?
Pero él ni siquiera se dio por aludido. Y continuó su disertación,
explicando con lujo de detalles las conspiraciones de La Escalera y Soles y Rayos
de Bolívar. Hasta que llegó a percatarse de que nadie le estaba poniendo
asunto. Por la radio estaban difundiendo el comunicado de Fidel. Y un locutor
diciendo que nosotros éramos socialistas. Entonces, el conferencista nos llama
la atención y dice que somos indisciplinados y así no llegaríamos nunca a ser
buenos revolucionarios. En realidad, todos éramos campesinos, algunos todavía
analfabetos.
Por fin, como a las ocho de la noche, terminó la conferencia. Y el
conferencista se marchó con aires doctorales, no sin antes tirar una ojeada
para calcular la cifra de sus oyentes. No habíamos comido nada, ni teníamos
esperanzas ni perspectivas de hacerlo.
A esa hora, llegó un teniente pidiendo un grupo de muchachos para hacer
guardia. Y salimos todos, pero escogieron a una parte. A mí me soltaron en la
punta de un muellecito cercano, con un
fusil, diciéndome que debía velar si por allí se acercaba alguien queriendo
desembarcar y que mi misión era avisar. Al quedarme solo, es que me percato de
que cómo voy a avisar, si allí no hay ningún medio para hacerlo.
Pero me consolé mirando mi flamante fusil R-2, llegando a la conclusión
de que si venía el enemigo por el mar, le dispararía, alguien debía oír los
tiros y ése sería el aviso. Y contando las balas, me di cuenta de que tenía
120. Y yo mismo me asombré de la diferencia entre aquel fusil y las escopeticas
de palo con las cuales dos o tres años
atrás jugábamos los muchachos del barrio.
Pensé en todo lo que a esa hora estaría pasando en Playa Girón. En mi
mente se elaboraron y desarrollaron combates en los cuales el perdedor fue
siempre el enemigo. Fui protagonista imaginario de hechos heroicos que nunca
tuvieron lugar y me representé, incluso, escenas donde estaba cercado, herido y
con la disposición de no entregarme.
Hasta que llegó el relevo, como a las diez de la mañana del siguiente
día. El mar estaba muy tranquilo. Y los mosquitos también, saciada su sed de
sangre. Mi única heroicidad esa noche - entre las muchas pensadas - fue
resistir el asedio de esos insectos.
Ese mismo día, 18 de abril, continuamos haciendo guardia. Y por la
noche, ¡de nuevo ante el conferencista! Los
partes proseguían hablando sobre los combates y se dijo que Fidel estaba en
Playa Girón. Pero el conferencista estaba inmerso ahora en el tema del
reformismo, del autonomismo, del anexionismo, del independentismo, de la Cámara…
Al otro día, los mercenarios fueron aniquilados y tras ese acontecimiento
regresamos a nuestros hogares sin tener que combatir, sin ni siquiera salir
para Playa Girón, aunque habíamos conocido muchos hechos históricos sobre los
cuales no teníamos antes ninguna referencia.
Un
tiempo después me encontré con el Conferencista. Y hablamos sobre muchas cosas, menos sobre las
conferencias. Pienso que los dos nos confabulamos para omitir ese tema, dejando
el espacio para otros en los cuales teníamos plena coincidencia.
En cuanto a los Jóvenes Rebeldes que vivimos aquellos días, creo que
afianzamos nuestra definición al lado de Fidel. Y comenzó entonces otro proceso
definitorio que no tropezó nunca con escollo alguno: la aceptación del
socialismo y nuestro eterno compromiso de construirlo y defenderlo.
Hay un hecho que recuerdo con nitidez. En esos días, muchas personas, de
todas las edades, que habían mantenido una postura indiferente ante el proceso
revolucionario, se presentaron y reclamaron su derecho a defenderla. Los
llamados de Fidel, de Raúl, del Che y la propia invasión mercenaria, fueron un
catalizador de conciencia. Esa fue otra victoria revolucionaria que la vivimos
también durante los dramáticos días de la Crisis de Octubre.
Los reaccionarios se alentaron inicialmente aquel l7 de abril, pero
fueron acallados por el pueblo y terminaron tan aplastados como los
mercenarios. El día 19 festejamos la
victoria. Pero confieso que aún sin la conciencia de la grandeza y trascendencia,
más allá de nuestras fronteras, de aquel
hecho.
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