.Orlando
Guevara Núñez
La
fecha del 9 de abril de 1958, está
marcada en la historia cubana como un día de ofrenda de sangre y vidas que
cimentaron el triunfo de la Revolución. Fue una jornada gloriosa del pueblo frente a
la tiranía batistiana, en la cual Santiago de Cuba le aportó raíces nuevas a su
martirologio.
Firmado
en la Sierra Maestra, el 12 de marzo de ese año, por el Comandante Jefe de las
Fuerzas Rebeldes, Fidel Castro y el Dr. Faustino Pérez, como Delegado de la
Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, un manifiesto al
pueblo de Cuba había hecho un llamado a la Huelga General Revolucionaria,
respaldada por la lucha armada para derrocar al tirano.
Ese
día noveno de abril, al decir de Faustino Pérez, se luchó y murió en todo el país. En
disímiles puntos de la geografía cubana los revolucionarios se lanzaron al
combate. Se cerraron unidades comerciales, se paralizaron servicios y se
realizaron sabotajes, junto a otras muchas acciones, reprimidas por una feroz
represalia de la tiranía. Más de un centenar de muertos costó el intento.
En
Santiago de Cuba, bajo el mando de René Ramos Latour (Comandante Daniel) la
ciudad fue dividida en cuatro zonas, con igual número de escuadrones de las
Milicias del 26 de Julio, distribuidas en 15
locales para su preparación previa al combate.
A
las 11 de la mañana de aquel memorable 9 de abril, se dio la orden de inicio de
la huelga. Pero ya algunos combatientes- según testimonio plasmado en el libro Santiago 9 de abril de 1958, de
Belarmino Castilla Mas (Comandante Aníbal) habían sido víctimas de la
represión.
El
día fue asesinado el combatiente Gil
Suárez Neyra. Y en la madrugada del siguiente día había caído un valeroso trío
de milicianos: Roberto Ramos Campos, Eugenio Nogués Vera y Adrián Troncoso
Losada. Sorprendidos en su lugar de acuartelamiento combatieron contra una
fuerza superior en número y armas. No se rindieron y pelearon hasta caer
heridos y ser masacrados allí mismo por
los esbirros uniformados.
Otros
siete revolucionarios cayeron el mismo día de inicio de la huelga. He aquí sus
nombres: Antonio Robert Ducassé, Armando Suárez Sotomayor, José Mustelier
Cuevas, Miguel A. Díaz Mejías, Rubén Guzmán Castillo, José Rodríguez Bell y
Mario Enrique Hernández Sarmiento.
El
10 de abril, la sangre de nueve combatientes santiagueros se sumó a la pléyade
de mártires de la patria: Héctor Pavón García, Adolfo Lescay, Alberto Sánchez Fernández, José Agustín López Blanco,
José Rodríguez Limonta, Sixto Efraín Medina Cala, Luis Mariano Durrutí Sagarra,
Fernando Mendoza Rivera y Ángel Espinosa Gómez.
Al
día siguiente, ofrendaría su vida otro joven miliciano Miguel Genaro Vázquez
Dinza. Y el 16 de ese propio mes, la sangrienta jornada cerraría con el
asesinato de los hermanos Sergio, Melquíades, Conrado y Hernán Marañón Pérez, y
un primo de ellos, Marcelo Pacheco Pérez,
A
26 ascendió la cifra de mártires santiagueros en aquella heroica epopeya
huelguística. El mayor tributo de una ciudad en el país. En Sagua la Grande, en
la entonces provincia villareña, el heroísmo y hazaña de los combatientes fue
notable, pues lograron ocupar durante dos días la ciudad, al costo de la vida
de 15 de ellos.
Todos
los santiagueros caídos eran jóvenes. El de mayor edad tenía
32 años y cinco de ellos solo habían cumplido 17, al tiempo que otros cinco
estaban entre los 20 y 21 años.
Aquella acción en Santiago de Cuba tuvo mucha trascendencia. El mismo día 9 fue
atacado el cuartel de Boniato y se rechazó un refuerzo procedente del Cuartel
Moncada que acudía en su ayuda. Y surgió la Columna 9, al mando primero de
Daniel y luego de Belarmino, que el 28 de ese propio mes atacó y tomó el
cuartel de Ramón de las Yaguas, con una rotunda victoria, integrándose a
mediados del mes siguiente al Segundo Frente Frank País, bajo el mando de Raúl,
como Columna 19 “José Tey”, para esa fecha con más de un centenar de
combatientes.
.Como
es conocido, la Huelga de Abril constituyó un fracaso, pues el objetivo revolucionario
propuesto no fue logrado. Envalentonada, la tiranía creyó llegado el momento
para dar un golpe de muerte a la insurrección y preparó la llamada Ofensiva de
Verano, mediante la cual lanzó más de diez mil hombres respaldados por la
fuerza aérea, la marina, tanques y artillería, contra los rebeldes encabezados
por Fidel en la Sierra Maestra y también sobre el territorio del Segundo
Frente.
Pero
la dirección revolucionaria no se amedrentó ante el fracaso. Así, el 3 de mayo
de 1958, se realizó en Alto de Mompié, escenario guerrillero, una histórica
reunión del Movimiento 26 de Julio, donde se hizo un crítico análisis sobre los
factores que determinaron el revés y se adoptaron importantes decisiones que
condujeron a la victoria final.
De
esa reunión emanó la decisión de nombrar a Fidel Castro como Comandante en Jefe
de todas las fuerzas, es decir, de la Sierra y del Llano, incluyendo a las
milicias. El Ejército Revolucionario del Movimiento Revolucionario 26 de Julio
pasó a nombrarse Ejército Rebelde, como expresión no de representación de una
organización, sino de todo el pueblo.
Se
realizaron diversos cambios en la dirección del Movimiento en el Llano y
asimiladas las experiencias del fracaso, la jefatura revolucionaria salió
fortalecida.
La
tan cacareada ofensiva enemiga, bautizada por ellos como Plan FF, es decir, Fin de Fidel, terminó siendo FF, pero
con un contenido distinto: Fin de
Fulgencio. La dictadura fue finalmente derrotada y se produjo entonces el
hecho más trascendente de la historia cubana del siglo XX: el triunfo de la
Revolución cubana.
Ahora,
a 62 años de la Huelga de Abril, epopeya
que se suma al aval de Santiago de Cuba para ganar el título de Ciudad Héroe de
la República de Cuba, el recuerdo de los caídos y de quienes estuvieron
dispuestos a caer, nos convoca al
homenaje agradecido y al compromiso de continuar engrandeciendo y
defendiendo la obra con su sangre y sacrificio cimentada.
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