.Orlando Guevara Núñez
Millones de seres humanos en nuestro planeta sufren hoy
el embate de una epidemia que cada día crece, cercenando vidas, minando la
salud, engrosando las filas de los desocupados, causando estragos aún en las
más fuertes economías. Una terrible enfermedad que no distingue entre posiciones
sociales, aunque demuestra que son los desposeídos los mayores afectados.
A cada ser humano le debe doler la muerte de otro. Y un dolor ajeno debía ser, en cada persona
honrada, un dolor asumido como propio. Si esos principios fuesen aplicados a
escala global, ninguna epidemia podría lograr lo que está logrando Covid-19.
Por eso cabe preguntarse si la vil actitud del presidente
de los Estados Unidos, Donald Trump, y su camarilla gobernante, puede hacerlos
merecedores de ser llamados personas, sin que ello constituya una ofensa al
género humano.
Mientras que su propio pueblo está sufriendo el brutal
impacto de la epidemia que le ha causado ya más de
5 000 muertes, y cada día se incrementan de forma alarmante los casos de
contagio, con pronósticos de apocalipsis, este hombre, en su miserable afán de
seguir sentado en el trono, miente con el mayor descaro, inventando pretextos
que justifiquen una agresión directa a Venezuela, lo que constituye una
flagrante violación del derecho de cada nación a ser dueña de su destino.
Con ese objetivo, se han concentrado grandes fuerzas
militares en el Caribe, acompañadas por la mentira de que es para proteger al
pueblo estadounidense del contrabando de drogas que afectaría a su país.
Con ese mismo cinismo, han impedido que una de sus naves
aéreas que traía recursos donados por China para países afectados por la
epidemia, tocara suelo cubano. Y Hacen presiones contra varios países para que
no acepten la ayuda solidaria cubana, ni utilicen medicamentos de nuestro país
con probada eficacia contra el virus de la pandemia.
Asesino auto declarado. Criminal frente a otros muchos pueblos del
mundo. Y ahora, está demostrando su más irracional desprecio por el propio
pueblo que lo eligió como presidente. Los revolucionarios cubanos, bloqueados,
agredidos, calumniados, cercados cada día con más saña por ese imperio
criminal, nos sentimos conmovidos ante la suerte del pueblo de los Estados
Unidos, nos duelen sus muertos, sus enfermos, su desamparo, y sentimos la
angustia de no poder contribuir a socorrerlos con nuestros médicos y medicinas
en un momento tan dramático. Y es que, para sus gobernantes, el odio hacia
nosotros los complace más que el amor por la vida de sus gobernados.
Nuestro Héroe Nacional, José Martí, afirmó que las
grandes desgracias son grandes escuelas. Y esta pandemia está demostrando esa
gran verdad. Ojalá la barbarie de Trump y sus cómplices no pueda seguir
imponiéndose en el mundo y contra su propio pueblo. Y que la formidable escuela que
está siendo Covid-l9, se imponga, como vía para preservar la especie humana, a
la cual no son dignos de pertenecer los empeñados en destruirla.
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