.Orlando Guevara Núñez
"Batista ha violado la Carta Magna de la República y por eso el
estudiantado y el pueblo en general sienten el deshonor en sus pechos". Esta afirmación, hecha por un joven santiaguero de sólo 22 años de edad,
ante un sicario batistiano que lo interrogó por su desacuerdo con el artero
golpe de estado del 10 de marzo de 1952, lo retrata en su dimensión y
proyección como combatiente revolucionario. Su nombre: José Tey Saint-Blancard,
nacido en la entonces capital de Oriente, Santiago de Cuba, el 2 de diciembre
de 1932.
A
Pepito Tey, caído heroicamente el 30 de noviembre de 1956, durante el
Levantamiento Armado de su ciudad natal como apoyo al desembarco de los
expedicionarios del Granma, en la cual era el segundo de Frank País, sus
compañeros de lucha lo recuerdan como un hombre de ideas y de acción.
Su
rebeldía tuvo un fructífero cauce en las luchas estudiantiles. En 1947 logra mediante exámenes el ingreso a la Escuela Profesional
de Comercio, plantel que abandona para
convertirse en alumno de la
Escuela Normal para Maestros de Oriente.
La
bochornosa situación que vivía el país, radicalizaría día por día sus
actividades revolucionarias. Primero, manifestaciones estudiantiles por el
aumento de plazas en la escuela, la matrícula gratis, la construcción de nuevos
edificios educacionales, la oficialización de escuelas politécnicas y de artes
plásticas, a la vez que denuncia la venta de títulos y nombramientos.
Su
activa participación en esas luchas, lo hace merecedor de ser electo como uno
de los tres delegados a la
Federación de Centros de la Enseñanza Media.
Pronto es fichado por la dictadura batistiana como uno de sus peligrosos
opositores.
Así,
cuando Santiago de Cuba es escenario del asalto al Cuartel Moncada, el 26 de
julio de 1953, la jauría sedienta de sangre llega hasta su hogar, buscándolo.
Pero Pepito andaba en la calle, tratando de localizar y salvar a los
asaltantes. A sus compañeros los reúne y los arenga con una visión de futuro: "Lo de hoy no ha sido un fracaso, ha sido
un triunfo enorme. La pelea ha comenzado con esta acción heroica y deseamos
secundarla".
En
la Escuela Normal
para Maestros, el joven luchador había demostrado sus cualidades para unir
voluntades y desarrollar acciones. En unas elecciones estudiantiles, se postula
para la presidencia de ese plantel, comicios que pierde ante otro excepcional
condiscípulo: Frank País García. Pero lo que algunos vieron como un antagonismo
entre ambos, selló para siempre su unión en la lucha.
Juntos
en la formación de Acción Revolucionaria Oriental y de Acción Nacional
Revolucionaria, organizaciones creadas por Frank para combatir por la libertad
cubana. Luego, juntos en la integración al Movimiento Revolucionario 26 de
Julio. La lucha entraría entonces en una nueva fase, con nuevas proyecciones y
mayores responsabilidades.
Ya
en 1955, Pepito Tey participa en el asalto a la estación de policía de El
Caney, dirigido por Frank. Se prepara con rapidez en el manejo de armas y la
técnica de explosivos, asumiendo luego el entrenamiento de los futuros protagonistas
del 30 de noviembre de 1956.
El
joven se había convertiría en el hombre
imprescindible para Frank País en la preparación de la acción del 30 de
noviembre. Sobre esa relación, afirma Josué de Quesada, combatiente de esa
gesta: “No se puede separar la personalidad de Pepito de la de Frank País. Son
dos elementos paralelos, dos amigos, dos compañeros, dos combatientes. Antes
del 30 de noviembre, se constituyó un Estado Mayor Militar para analizar con
los jefes de grupos las acciones que se realizarían. Y junto a Frank y Lèster
Rodríguez, estaba Pepito Tey”
A
medio siglo de la caída de este héroe de la Revolución cubana,
cuando le faltaban sólo dos días para cumplir los 24 años de edad, vale
rememorar algunas de sus características personales que lo retratan en toda su
estatura humana.
Maestro.
Deportista en varias disciplinas, como fueron el baloncesto, voleibol, pelota,
natación, carreras, pesas… Jovial,
jaranero hasta con la seriedad de Frank, decidido, temerario, con una fidelidad
sin límites a la causa revolucionaria.
Capaz
en el mando y en las decisiones. Así lo recuerdan sus compañeros de lucha.
El
27de noviembre de 1956, llega a la casa de Arturo Duque de Estrada, sita en San
Fermín 358, en Santiago de Cuba, el telegrama
Obra pedida agotada. Era la
señal para el alzamiento que secundaría el desembarco del Granma. Pepito Tey es
el encargado de entregarlo a Frank País.
Convocados
los revolucionarios, la noche del 28 de noviembre Pepito se dirigió a ellos: Mañana "llega Fidel, tenemos solamente una noche
para prepararlo todo. ¿Alguien tiene alguna objeción que hacer?" No hubo objeción alguna. Después se
informó que se disponía de un día más para los preparativos.
El
día 29 –expresaría luego Frank País- trabajamos frenéticamente en la preparación
de las casas y la repartición de las armas y los uniformes.
Esa
misma noche, la casa de Pepito Tey se convirtió en cuartel de un grupo de
jóvenes que protagonizarían durante la
mañana siguiente la acción heroica.
Wibbardo
Ernesto Rodríguez Badell (Wipi) uno de los integrantes del grupo de Pepito,
recuerda que “Tony Alomà, cuñado mío, me dijo que fuera y llevara mi granada
esa noche, a las siete, a la casa de Pepito. Cuando llegué allí, vi las armas y
se comenzó a orientar cómo iba a ser el
ataque. Ahí pasamos la noche, nos pusimos los uniformes, nos dieron una
pastillita, un tilo y se hizo café con leche. Por la mañana salimos para la Estación de Policía”. El
combatiente agrega que al salir, los grupos se ligaron y él combatió entonces
junto a Otto Parellada, por lo cual no fue testigo de la caída de su jefe. “Lo
que me admiraba de él –afirma- era su aplomo. Una vez me fue a buscar para una
acción y simplemente me dijo que íbamos a hacer un trabajo, como si me
estuviera invitando al cine o a un teatro”.
Josué
de Quesada, estuvo en otra posición durante el combate, junto a Otto, pero
afirma que otros compañeros cercanos testimonian que Pepito subió por Padre
Pico, a campo abierto, lo tirotean y retrocede, pero vuelve al intento y es
cuando lo matan, lo acribillan a balazos. “Para nosotros, los combatientes del
30 de noviembre-dice Josué- Pepito fue uno de los compañeros más valiosos del
Movimiento 26 de Julio, que luchó hasta su muerte”.
La
misma noche del 29 de noviembre, al ver los preparativos y despedirse, la madre
de Pepito, Olga Saint-Blancard, besó a su hijo. El padre, José Tey Lambert,
hizo lo mismo. El joven, aunque consciente del peligro, trató de tranquilizar a
sus progenitores diciéndoles que no se preocuparan, que esa no era una
despedida, sino sólo un hasta luego. Los presentimientos de Olga y José, sin
embargo, fueron dolorosamente confirmados la mañana del 30 de noviembre.
Ahora,
al cumplirse el aniversario 62 años de su caída en combate, la figura de Pepito Tey
Saint-Blancard se agiganta en el tiempo. Su estudiantado continúa siendo
rebelde y revolucionario. Su ciudad,
vestida de verde olivo. Su pueblo
construyendo y defendiendo la obra por él iniciada. La antigua Estación de Policía, donde
combatió y murió, es hoy el Museo de la Lucha Clandestina,
sitio al cual las nuevas generaciones
acuden para conocer los episodios más importantes de la épica lucha de aquella
generación de cubanos para ganarnos de
pie la libertad que hoy tenemos. Pepito siempre presente.
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