.Orlando Guevara Nüñez
Con
muy sobradas razones, alguien dijo una vez que el único pariente de los ricos
es el dinero. Y los Castillo -apellido ligado a lo portentoso- no fueron nunca
una excepción de esa regla. Y menos cuando se trataba de aquellos parientes no
favorecidos por la fortuna y carentes de los recursos elementales para vivir.
Porque esos eran vistos siempre no como parte de la familia, sino como extraños
que en cualquier momento podrían valerse de los lazos sanguíneos para pedir una
ayuda.
Y Julio conocía bien a sus parientes ricos.
Para decir mejor, se conocían muy bien
unos a otros. Por eso el pequeño rancho del pariente pobre no fue visitado
nunca por los dueños de la mejor casa de todos aquellos campos y del poblado
cercano, juntando a ello ser los mayores latifundistas de la zona. Y por
conocerlos bien, Julio no les pidió nunca dinero ni ayuda
O sí, una vez les pidió un poco de leche
para sus necesitados y en ese momento enfermos hijos ; pero los parientes se
negaron, admitiendo que criaban puercos
con ese producto, pero no podían dárselo para los muchachos, porque eso
sentaría un precedente malo que estimularía a otros a pedir.
Así eran los Castillo. Y por eso Julio no
insistió. Había comprendido claramente que la ambición no reconocía las
necesidades de los demás, mejor dicho, de los pobres. Y lo único que le
envenenaba el alma era saber que el alimento negado para sus hijos era
consumido a cántaras por los puercos. Y todo, sencillamente, porque el padre de
los muchachos era pobre y los dueños de los puercos eran ricos.
No fue extraño, por eso, que desde el mismo
comienzo de la guerra revolucionaria, los Castillo estuvieran de un lado y
Julio estuviera del otro. En definitiva, estaba probado que muchas cosas
separaban a los parientes y absolutamente nada los unía. Ahora Julio era
perseguido por los mismos guardias que cuidaban a sus parientes. Por eso tenía
que cuidarse de ambos.
Y llegó el día en que el pariente pobre, con
una destartalada escopeta, se alzó entre los mismos montes propiedad de los parientes
ricos. Y cada palmo de aquellas tierras vibró bajo las botas de Julio. Y los
caminos supieron de emboscadas y las cañas fueron abrasadas por el fuego, y los
perdigones inspiraron tanto miedo, que los Castillo abandonaron el campo y se
fueron a vivir a la ciudad.
En aquellos días, se juntaron de un lado
los parientes ricos; los pobres se juntaron también, pero en otro bando.
Hasta que en 1959 desapareció el ejército
que cuidaba a los ricos y sus intereses. Y Julio pertenecía al nuevo ejército
de pueblo. Y todo el que conoció a Julio podrá decir que tenía mucho genio,
pero no que alguna vez hubiese sido rencoroso, ni se dejara llevar por el odio.
Aunque él mismo me confesara una vez que sintió un desprecio profundo la
ocasión que escuchó cuando lo llamaban amigablemente pariente y era la misma voz
que le había negado la leche para los muchachos.
Para esa fecha ya se hablaba de Reforma
Agraria. Y los parientes ricos de Julio pensaron que la diferencia entre el
traje verde olivo y el amarillo radicaba tan solo en el color. Por eso ahora sí
estaban en condiciones de admitir a Julio como pariente. Y entre familia se podía hablar con toda
confianza.
-
Oiga, pariente, tenemos mucho que
conversar, vaya por mi casa y pasaremos
un buen rato. ¡Esto se está poniendo malo!
En algo tenía razón el pariente rico. La
cosa para él se estaba poniendo mala, pero parecía no darse cuenta de que para
Julio se estaba poniendo buena.
Por eso Julio lo único que hizo fue sonreír,
asintió con la cabeza y no pronunció palabra alguna, aunque ellas quedaron
jugueteando en su pensamiento.
- Es posible que vaya pronto, pariente, es posible. Creo que la Reforma Agraria
está necesitando esa visita…
La categoría filosófica de lucha de clases no
era entonces conocida por ninguna de las dos partes. Pero sus manifestaciones
estaban presentes y poco a poco iban poniendo a cada cual del lado que le
pertenecía.
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