Orlando Guevara Núñez
En un trabajo publicado en Bohemia,
el 21 de julio de 1972, escribió Sarusky:
“ Un combatiente del Moncada que no conocía a
nadie en Santiago entró en una casa aquel 26 de julio. Puso la pistola en la
mesa de la sala, explicó su situación y la mujer de la casa lo sentó a su lado
en la cocina. Lo tranquilizó. Más tarde, cuando llegó su hijo que era soldado y
regresaba del Moncada, lo tomó por una mano y lo llevó al último cuarto donde
se encontraba el combatiente y le dijo:
-Tú estás vivo y él también.
El vino a matarte y ahí está. El tiene una madre como tú me tienes a mí. No te
permitiré que hagas algo contra él, ni lo denunciarás ni nada. Este es otro
hijo mío igual que lo eres tú.
Tiempo después, el propio
soldado trasladaba al combatiente a La Habana”.
“Como otras tantas veces la
Historia tenía una cita con el pueblo de Santiago de Cuba aquel 2 6 de julio de
1953. Santiago de los Maceo antes, o Santiago de los País, después, era la
misma ciudad y era su mismo pueblo generoso y abierto, bravío y audaz,
arriesgado y alegre. El heroísmo era natural como pan de cada día. Desde el
mismo 10 de marzo dijeron NO al tirano. Ama demasiado la vida el santiaguero
para hacerse cómplice de tan grotesco enviado de la muerte”.
“Habían transcurrido
minutos, horas apenas, de aquel asalto al cielo cubano que fue el Moncada y ya
se abrían para los héroes errantes por la ciudad los campos aledaños, las casas
y los bohíos y hasta las cuevas”.
“Muy
poco o nada sabían los santiagueros de
aquellos hombres armados de viejos fusiles coincidían con ellos en su amor a la
vida porque iban al asalto de la fortaleza símbolo de la muerte. Y tan era así
que pocas veces registra la historia una ciudad que establece tan pronta y
espontáneamente tan fantástica e increíble cadena de solidaridad humana para
con personas desconocidas como la que brindó Santiago y muchos santiagueros a
los muchachos del Moncada”.
“Es
verdad, no se conocían combatientes y santiagueros, nada sabían unos de otros,
pero aquellas horas desgarradoras y terribles que siguieron evidenciaron que
eran del mismo partido: el Partido de la Vida, el Partido del Mañana”.
“Y
salieron los hombres y mujeres de Santiago a las calles a salvar a aquellos
hombres que era como salvar sus propios hermanos, sus propias ideas; y
defendieron a los heridos no ya de una muerte posible, sino segura; y
entregaron sus hogares a los que no tenían protección y consiguieron alimentos
y ropas y dinero y aquello que no tenía precio y sin embargo es tan preciado:
calor humano; y así fue también con los heridos en los hospitales; y los caídos
en combate o asesinados por el bando de la Muerte tuvieron manos y brazos
amorosos que todo lo arriesgaban para que quedara fijado para la Historia aquel
pedazo de tierra santiaguera que cubría sus restos”.
“El 26 de Julio les da a los
santiagueros y al resto de los cubanos una bandera, un símbolo: Fidel y los
muchachos del Moncada. Después se sabría, pero entonces, entre tanto dolor y
tanta muerte, surgía la esperanza y la lucha, es decir, la vida. Porque la
generosidad y la valentía de los santiagueros en la ciudad, y la de los
campesinos en las zonas aledañas, seguramente, conformaban ya, anticipando con
su actitud arriesgada y su espíritu de sacrificio, lo que sería la
participación popular en la insurrección
y luego la victoria que culminó el primero de enero de 1959”.
( 26 ) Jaime
Sarusky Milles. Periodista, escritor.
Laboró en los periódicos Revolución y Granma, en la Gaceta de Cuba y la revista Bohemia. Falleció el 29
de agosto de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario