.Orlando Guevara Núñez
El 31 de diciembre de 1958, fue el último día de
la esclavitud en Cuba. El último día de los siete cruentos años de tiranía. ¿Qué
estaba pasando en esa fecha en Santiago de Cuba? Hay muchas anécdotas y testimonios que
permanecen vivos en la memoria del pueblo.
Pero he querido recordar una
vivencia, la de Reynaldo Irzula Brea. Un joven de solo 19 años de edad que tuvo un papel protagónico en
el desenlace del día siguiente, del primer día de la libertad de Cuba, en ésta,
la capital del indómito Oriente cubano.
Rey- como se le conocía- ya
no está físicamente entre nosotros. Pero tuve la oportunidad de entrevistarlo y
obtener su testimonio.
Combatiente de la lucha
clandestina y de la Sierra Maestra,
Los
últimos días de 1958 fueron más convulsos que de costumbre en Santiago de Cuba.
Todo estaba preparado para el combate final que tendría lugar contra una
guarnición de cerca de 5 000 soldados
batistianos, agrupados en el Cuartel Moncada.
“Me encontraba en La Plata, junto a Fidel,
quien me mandó para Santiago de Cuba, con el fin de organizar una base de apoyo
al Ejército Rebelde y poner bajo control a las fuerzas de la tiranía. Eso fue
unos cuatro meses antes del triunfo. Muchos compañeros se habían ido para la Sierra, pero organizamos
los grupos con sus respectivos jefes, dividimos la ciudad en zonas y cumplimos
la tarea de que no se pararan las
acciones. Realizábamos el suministro de comida, armas, municiones y medicinas a
las tropas rebeldes.
“Cuando
la toma del BANFAIC (fortaleza de Maffo) me entrevisté con Fidel allí y me
mandó para Palma Soriano, donde me entregó unas armas, que eran como 100 o 104.
Antes de salir para la entrevista, yo había dejado la gente preparada en
Santiago. En la ensenada de Nima-Nima, cercana a la Refinería, ubiqué a unos
100 hombres y otro grupo grande quedó en la zona urbana.
“La
orden de Fidel era tomar la ciudad. Me dijo que hiciera las veces de policía.
Le pregunté qué hacía la policía y me contestó: controlar y evitar desórdenes,
robos, asaltos, abusos.
“Me
orientó que debían ser tomadas las posiciones enemigas, lo cual fue cumplido,
pues ocupamos la Estación
de Policía, los cuarteles de los masferreristas, el Vivac, el Gobierno
Provincial y el Municipal y la
Marina. Se tomó la ciudad completa, menos el Moncada. Eso
garantizaba que si era necesario combatir contra esa guarnición, no existieran
fuerzas que pudieran atacar a los rebeldes por la espalda. Las tropas de la
dictadura estaban desmoralizadas y ya lo que esperaban era que llegara alguien
para rendírsele.
“Estando
en la calle Martí-recuerda- me topé con parte de la Columna 10, del Tercer
Frente, dirigida por el Comandante René de los Santos, quien marchaba hacia el
Moncada”.
La
memoria del día del triunfo está fresca en la mente del combatiente:
“Imagínate, era el fin de una guerra en la cual tú no sabías cuándo iban a
sacarte de la casa para matarte. Nosotros con el triunfo, la ciudad totalmente
tomada, el pueblo en la calle, los gritos, el júbilo. La población estaba muy
alegre, desbordada, la gente conversaba con los rebeldes, se te tiraban encima para abrazarte.
“No
es tanto lo que hicimos nosotros como lo que hizo el pueblo. Hubo pequeños
tiroteos frente a masferreristas y otros asesinos que huían, tratando de
escapar. Y no eran solo las milicias clandestinas las que los perseguían. Era
todo el pueblo en la calle, sin dejarlos correr ni dos cuadras. Pero no hubo
desórdenes; los esbirros se cogían, se levantaba un acta y se remitían a los
Tribunales, donde se realizaban los juicios”.
Su
protagonismo en esos días es resumido por el combatiente con pocas palabras:
“Lo único que hice fue cumplir la orden de Fidel”.
Ese
era Santiago de Cuba la víspera del
triunfo. Así lo recordó aquel hijo de carbonero, con apenas un segundo grado de
escolaridad vencido, que alcanzó luego el grado de Mayor en el Ministerio del
Interior.
En
su hoja de servicios a la Patria figuran las gestas de Playa Girón, la Limpia
del Escambray, misión internacionalista en Angola y otros países.
Santiago
de Cuba, celebrará mañana, Primero de enero, el aniversario 60 del triunfo de
la Revolución. Válido, por eso, recordar el testimonio de un joven campesino,
pobre, que contribuyó a la derrota final de un ejército profesional, bien
armado y asesorado por el gobierno de los Estados Unidos. Son las raíces que no
han sido ni serán nunca traicionadas,