Orlando Guevara Núñez
Otro de los pensamientos de José Martí citados por Fidel Castro en su alegato La historia me absolverá. Previo a ese legado, escribió nuestro Apóstol que “Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado”
En esta ocasión se estaba refiriendo a tres grandes próceres de nuestra América: Simón Bolívar, de Venezuela; el sacerdote Miguel Hidalgo, de México; y José de San Martín, de Argentina.
Sobre Bolívar dijo que parecía como si estuviera esperando siempre la hora de montar a caballo. Y que vivía en un país oprimido lo que no lo dejaba vivir en paz. Analiza que, en esos momentos, la América estaba como despertando, que un hombre no vale nunca más que un pueblo, pero hay hombres que no se cansan cuando su pueblo se cansa y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto. Dice que Bolívar murió pobre y dejó una familia de pueblos.
De Hidalgo aseveró que fue, desde niño, de la raza buena, de los que quieren saber, y que son de la raza mala los que no quieren saber. Señaló su misión al frente del pueblo mexicano en su lucha por la independencia frente a España. Tras él marcharon miles de guerreros, ganó y perdió batallas y murió en su empeño, fusilado por el ejército colonial. Dice que los españoles, antes de matarlo, lo despojaron de toda su vestimenta de sacerdote y que los cadáveres fueron enterrados sin cabezas. Pero la obra de Hidalgo no había sido en vano, pues México era libre.
San Martín, fue calificado por Martí como que parecía de acero, miraba como un águila, nadie lo desobedecía, y su caballo iba y venía por el campo de pelea, como el rayo por el aire. Describe su gran obra como guerrero por la liberación de América. Hasta que concluida su campaña, luego de cederle a Bolívar la gloria en el Perú, marchó a Europa, donde murió.
En ese escrito, titulado Tres Héroes, contenido en la revista La Edad de Oro, dice Martí que el corazón se llena de ternura al pensar en esos gigantescos fundadores.
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