.Orlando Guevara Núñez
Hoy, cuando las generaciones presentes de santiagueros –y de todo el país- lean estas líneas, les costará trabajo admitir que en la Cuba de antes de 1959 pudiesen existir ignominias como las aquí narradas. Ofensa grande para José Martí, quien expresó su deseo de que la ley primera de la república fuera el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
La discriminación racial está, institucionalmente, abolida en Cuba. Y se combate cualquier rasgo de este tipo en lo político, lo social o económico, en toda la vida de la nación. La igualdad racial es un derecho conquistado por la Revolución del 1ro. de enero de 1959.
Pero es necesario hurgar en el pasado no solo para entender, sino, sobre todo, para valorar el presente.
En el primer lustro de la década de 1930, una de las luchas más tenaces de las organizaciones sindicales cubanas fue contra la discriminación racial en el trabajo. De esa época, se conservan documentos acusatorios sobre esa ominosa práctica.
El IV Congreso de Unidad Sindical de la Confederación Nacional Obrera de Cuba – primer lustro de 1930- tuvo fuertes pronunciamientos sobre este tema. Se solidarizó con la entonces llamada Franja negra de Oriente, que abarcaba a Baracoa, Guantánamo, Santiago de Cuba, La Maya, Alto Songo, El Caney, El Cobre, San Luis y Palma Soriano, mencionadas como las zonas con mayoría de población de ese color en esta región. Se abogó por la igualdad social, política y económica de negros y blancos. Utopía en aquella época.
Una de las demandas fue, al ocupar a nuevos trabajadores, enviar a un negro y a un blanco, con el fin de ir socavando la discriminación. También se pidió que a trabajo igual, el negro obtuviera igual salario que el blanco. Se especificó que en actividades consideradas como degradantes, tales como el corte de cañas, recogida de basura y venta de periódicos, el salario de los negros se equiparara con el de los blancos.
Se defendió el derecho de los trabajadores negros al aprendizaje de todos los oficios, especialmente aquellos a los cuales no tenían acceso, entre éstos linotipistas, sombrereros, cigarreros, escogedores y rezagadores de tabaquería.
El cónclave obrero exigió que fueran respetados los escalafones, sin discriminación contra los negros, en los oficios de ferrocarriles, tranvías y otros. Otra exigencia fue que los obreros negros fuesen tratados igual que los blancos en el trabajo.
El llamado fue a todos los obreros –negros y blancos- a la unidad y lucha por la igualdad. La convocatoria para ese fin incluye a los campesinos, intelectuales, artesanos, pequeña burguesía urbana negra.
Una nota aparecida en la página 562 del libro El Movimiento Obrero Cubano, documentos y artículos, describe la dramática situación de la población negra cubana de esa etapa de la Cuba neocolonial:
“En todos los trabajos son los negros los últimos en ser empleados y los primeros en ser despedidos; quienes reciben los salarios más bajos (…) En general ocupan los negros los oficios menos retribuidos, de más corto aprendizaje, los trabajos más brutales (…) obligados por la miseria en que nacen, viven y mueren”.
A tal grado llegaba la discriminación contra las personas de piel negra, que la Confederación Nacional Obrera de Cuba, aún reconociendo y admitiendo a los obreros negros y blancos, con iguales derechos, constituyó en sus direcciones regionales y otros niveles sindicales, los Departamentos Negros, tibunas para luchar por su igualdad.
Algunos podrían preguntarse, ¿hasta cuándo duraron esas prácticas racistas en Cuba? La respuesta es que desaparecieron cuando desapareció la sociedad que las sustentaba. Fueron sepultadas junto al capitalismo en nuestro país.
Cuando triunfó la Revolución hubo que enfrentar a las fuerzas reaccionarias que se oponían a los cambios. En una entrevista para el periódico Sierra Maestra, publicada el 7 de septiembre de 1982, diría José Nivaldo Causse, primer director de este órgano en 1959, sobre el tema de la discriminación racial:
“Y liquidamos los anuncios, las crónicas sociales y la pastorales.El pueblo saludó con alegría esa decisión. Todo esto permitió que desde Sierra Maestra se librara una campaña contra la existencia de las sociedades racistas, como el Club San Carlos, Vista Alegre Club, Tennis Club y otras para blancos, así como el Aponte, de negros; La luz de Oriente, de mulatos, y Casino, que no era ni para negros ni para blancos, ni mulatos, sino para otros mestisajes” (…)
Así, las luchas cubanas contra la discriminación racial y por la plena igualdad de derechos para todos, es una de las más preciadas conquistas de nuestro pueb lo. Está, por eso, entre las cosas que quieren revertir nuestros enemigos. Y debe estar siempre entre las ignominias pasadas sin posible presente para los cubanos.
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