.Orlando Guevara Núñez
Vino
el médico amarillo
A darme
su medicina,
Con una
mano cetrina
Y la
otra mano al bolsillo:
¡Yo
tengo allá en un rincón
Un médico
que no manca
Con una
mano muy blanca
Y otra
mano al corazón!
Así, como los quiso nuestro Héroe Nacional, son los médicos cubanos. Glorioso ejército de las
batas blancas. Un ejército que no provoca muertes, sino que salva vidas, Que
cura enfermedades y las previene. Que cura o alivia males. Esos son sus
principios, su ética. Y con ese principio estaban en Brasil nuestros médicos.
Allá fueron no como mercaderes de la medicina, ni a
engrosar sus bolsillos a costa del dolor de los demás. Abanderados del
pensamiento martiano y de Fidel, llegaron a lugares donde millones de
brasileños no habían recibido nunca la atención de un médico, ni siquiera de
los de manos cetrinas. En lugares apartados, muchas veces inhóspitos,
arriesgaron no solo su comodidad y cercanía familiar en Cuba, sino hasta su propia
salud y su vida por salvar la de millones de seres humanos.
Pero el actual gobierno de ese pueblo hermano, que ha
sido incapaz de entender esos valores de los profesionales cubanos de la salud,
ha pretendido burlarse de ellos, los ha ofendido y ha violado lo establecido
con la Organización Panamericana de la Salud y los gobiernos de Cuba y Brasil
como basamento para este programa.
El presidente brasileño creyó que podía humillar impunemente a Cuba y sus
médicos. Carente él de dignidad y principios, se imaginó igual a los demás. En Cuba,
admirábamos a nuestro personal médico allá; ahora los admiramos más aquí. Aquí,
con sus manos blancas y las manos en el corazón, se consagrarán a la atención a
su pueblo. Y estarán listos para ir a cualquier parte del mundo, a continuar
luchando por la vida, por la salud, por ese derecho humano más sagrado, del
cual carecen millones de pobres, de humanos sin derechos.
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