.Orlando Guevara Núñez
En Cuba pronunció José Martí
ese postulado. Fue un discurso leído el 28 de febrero de 1879, en el Liceo de
Guanabacoa, en memoria del fallecido poeta
cubano Alfredo Torroella y Romaguera (1845-1879).
Calificó a este insigne
cubano como “el muerto bien amado de la patria”, aunque, agregó, si la patria
lo ama no está muerto. Dijo que es ley
de los buenos ir doblando los hombros al peso de los males que redimen, y los
redimidos, allá en lo venidero, llevarán a su vez sobre los hombros a los
redentores.
Evocó las cualidades de
Torroella como padre, y afirmó que “Amigos fraternales son los padres, no
implacables censores. Fue cuando dijo que Fusta recogerá… Sentenció que: La única ley de la autoridad es el amor. Dijo que este hombre amaba
los héroes de la historia que su padre
le contaba. Y que nunca deben los padres
abandonar a otros el molde a que acomodan el alma de sus hijos.
En el análisis sobre la
labor del homenajeado, afirmó: “Fáciles le eran desde niño todas las formas
activas de la grandeza y la belleza. Sentía noble encanto en enseñar lo que
sabía” (…) ¡Que es doble manera de hacer el bien, dar pan al cuerpo y darlo al alma!
Haciendo una distinción
entre los poetas, expresó nuestro Héroe Nacional: ¡Corona de ceniza para los
poetas cortesanos! ¡Corona de himnos
para la frente del honrado poeta de los pobres! Dijo también, sobre el amor familiar de Torroella,
que amar no es más que el modo de
crecer.
Habló sobre la vida de
exiliado de Torroella en México, y aseguró que “Orador, arrastró; poeta,
sedujo; autor dramático, oyó de los mexicanos aplausos ferventísimos”.
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