.Orlando
Guevara Núñez
Este
19 de mayo, se cumplen 125 años de la caída en combate del Héroe Nacional
cubano, José Martí Pérez. Aquí, en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, de
Santiago de Cuba, se atesoran sus restos.
Hoy
el homenaje cubano adquiere dimensión de pueblo. Porque se resume el tributo de
todos los días. Ahora, cuando visitamos
su Mausoleo, sentimos la satisfacción de haber cumplido bien dos deseos por él
expresados para después de su muerte.
En
uno de sus Versos Sencillos, pidió: Yo
quiero cuando me muera/ sin patria, pero sin amo/ tener en mi losa un ramo/ de
flores y una bandera. Desde el mismo triunfo de la Revolución, los cubanos
tenemos patria y no tenemos amo. Y allí, sobre la urna que le sirve de honroso
lecho, permanece una bandera cubana y nunca le faltan las flores.
Pero
hay otro sueño martiano también cumplido
con creces. En 1894 él escribió sobre un poeta nicaragüense, José María Mayorga
Rivas, devenido héroe que cayó defendiendo la libertad de Honduras: “Y yo envidio esa abnegación sublime de
dar la propia vida porque vivan libres y felices los demás”.
Le
escribe a Román Mayorga que sobre la tumba de su hermano”Han debido plantar no
un ciprés, sino una bandera, y al pie de la bandera, laureles, muchos laureles,
porque eso piden y requieren las tumbas
de los héroes que mueren en el campo de batalla peleando por la libertad”.
“Y yo
quisiera – afirmó - merecer para la
tumba mía, eso: la bandera de mi estrella solitaria; pero no los
laureles, sino rotas al pie del asta enhiesta, las cadenas coloniales, tan
infamantes y aborrecidas”.
Y
así es. Allí, junto a su bandera, la Revolución le ofrendó, rotas, las cadenas
coloniales. Y mucho más: rotas las cadenas neocoloniales. Y le ganó, con su
sacrificio y con su sangre, la república libre e independiente que él quería,
con todos y para el bien de todos.
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