miércoles, 6 de mayo de 2020

Los dolores ignorados, suelen ser siempre los más terribles dolores




 .Orlando Guevara Núñez


Quienes hayan leído  El presidio político en Cuba, de José Martí, conocerán, sin dudas, lo que en este caso se denuncia. Con el solo título de Castillo, fue publicado un artículo en el periódico de Cádiz, La Soberanía Nacional, el 24 de marzo de 1871. Aunque se omite el nombre del autor, se conoce la autoría martiana, quien en enero de ese año había salido, desterrado, para la metrópolis colonial. 
Nicolás Castillo era un anciano, compañero de prisión con Martí en las Canteras de San Lázaro. Y en él se ensañaron los más bárbaros atropellos de que fue capaz el gobierno español contra el pueblo cubano en esos tiempos.
Nuestro Apóstol lo define así:”Los hombres de corazón escriben en la primera línea de la historia del sufrimiento humano, ¡Jesús!  Los hijos de Cuba deben escribir  en la primera página de su historia de dolores, ¡Castillo! Todas las grandes historias tienen su Nazareno, y Nicolás del Castillo es nuestro Nazareno infortunado” Y sobre ese dolor escribió, para que no fuera ignorado.
Martí no concebía que en el género humano pudiese existir esa barbarie, pero la presenció allí, también bajo el dolor del grillete. Y cuando quiso saber la razón por la cual aquel hombre de 75 años de edad recibía aquel brutal castigo, sus compañeros de prisión le hicieron la dantesca descripción:
“Estábamos una tarde en la cantera a donde irá usted mañana. El anciano Castillo picaba piedras: uno de los vigilantes habló con el brigada, éste hizo levantar al anciano, mandándolo cargar cajones: desde el punto donde estaba la piedra al  en que debía amontonarse, se hallaban dos cabos de vara y el brigada. Cada vez que el viejo Nicolás pasaba por delante de cada uno de ellos, recibía un palo: al retorno, se verificaba lo mismo. A la hora, el cajón rodó de la cabeza; los brazos se abrieron; el anciano cayó desmayado entre el polvo de las piedras”
Y cuando la visita médica vio a Nicolás, adolorido, con llagas putrefactas en las espaldas, sin poder sostenerse en pie, el deshumanismo y la bestialidad  tuvieron otro castigo: ventosas en lugar de otras curas necesarias. Y un dictamen: que eso se curaba con “baños de cantera”.
Busque el lector este artículo de Martí cuando aún le faltaban días para cumplir 18 años de edad. Y busque y lea El presidio político en Cuba. En  ambos casos, se tendrá una explicación sobre cómo se forjó su espíritu de rebeldía y de independencia.
Él mismo lo diría, con otras palabras, en el citado artículo:”En cada una de las flores de mi alma, dejó una negra lágrima el dolor; pero estoy tranquilo, estoy contento, estoy hasta ufano con mis dolores. Si sufrir es morir para la alegría, en cambio es nacer para la vida del bien... Gracias para los que me han hecho sufrir tanto. Gracias para los que arrancaron de mi frente la corona de la inocencia, colgando de mis hombros la túnica del firme, del enérgico, del fuerte varón”.

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