.Orlando Guevara Núñez
Quienes hayan leído El
presidio político en Cuba, de José Martí, conocerán, sin dudas, lo que en
este caso se denuncia. Con el solo título de Castillo, fue publicado un artículo en el periódico de Cádiz, La Soberanía Nacional, el 24 de marzo de
1871. Aunque se omite el nombre del autor, se conoce la autoría martiana, quien
en enero de ese año había salido, desterrado, para la metrópolis colonial.
Nicolás Castillo era un
anciano, compañero de prisión con Martí en las Canteras de San Lázaro. Y en él
se ensañaron los más bárbaros atropellos de que fue capaz el gobierno español
contra el pueblo cubano en esos tiempos.
Nuestro Apóstol lo define
así:”Los hombres de corazón escriben en la primera línea de la historia del
sufrimiento humano, ¡Jesús! Los hijos de
Cuba deben escribir en la primera página
de su historia de dolores, ¡Castillo! Todas las grandes historias tienen su
Nazareno, y Nicolás del Castillo es nuestro Nazareno infortunado” Y sobre ese
dolor escribió, para que no fuera ignorado.
Martí no concebía que en el
género humano pudiese existir esa barbarie, pero la presenció allí, también
bajo el dolor del grillete. Y cuando quiso saber la razón por la cual aquel
hombre de 75 años de edad recibía aquel brutal castigo, sus compañeros de
prisión le hicieron la dantesca descripción:
“Estábamos una tarde en la
cantera a donde irá usted mañana. El anciano Castillo picaba piedras: uno de
los vigilantes habló con el brigada, éste hizo levantar al anciano, mandándolo
cargar cajones: desde el punto donde estaba la piedra al en que debía amontonarse, se hallaban dos
cabos de vara y el brigada. Cada vez que el viejo Nicolás pasaba por delante de
cada uno de ellos, recibía un palo: al retorno, se verificaba lo mismo. A la
hora, el cajón rodó de la cabeza; los brazos se abrieron; el anciano cayó
desmayado entre el polvo de las piedras”
Y cuando la visita médica
vio a Nicolás, adolorido, con llagas putrefactas en las espaldas, sin poder
sostenerse en pie, el deshumanismo y la bestialidad tuvieron otro castigo: ventosas en lugar de
otras curas necesarias. Y un dictamen: que eso se curaba con “baños de
cantera”.
Busque el lector este
artículo de Martí cuando aún le faltaban días para cumplir 18 años de edad. Y
busque y lea El presidio político en
Cuba. En ambos casos, se tendrá una
explicación sobre cómo se forjó su espíritu de rebeldía y de independencia.
Él mismo lo diría, con otras
palabras, en el citado artículo:”En cada una de las flores de mi alma, dejó una
negra lágrima el dolor; pero estoy tranquilo, estoy contento, estoy hasta ufano
con mis dolores. Si sufrir es morir para la alegría, en cambio es nacer para la
vida del bien... Gracias para los que me han hecho sufrir tanto. Gracias para
los que arrancaron de mi frente la corona de la inocencia, colgando de mis
hombros la túnica del firme, del enérgico, del fuerte varón”.
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