martes, 5 de mayo de 2020

Celia Sánchez Manduley: A 100 años de su natalicio. Presente entre nosotros








"Celia era y será siempre para todos sus compañeros, la fibra más íntima y querida de la Revolución Cubana; la más entrañable de nuestras hermanas. La más autóctona flor de la Revolución". Así la definió Armando Hart Dávalos, uno de sus más cercanos compañeros de lucha.
El historial revolucionario de Celia, resume el patriotismo, la entrega y la fidelidad de la mujer cubana, cuyo carácter forjado con una mezcla de flor y de fusil, ha escrito gloriosas y conmovedoras páginas, primero en la lucha por nuestra libertad e independencia, y después en la construcción y defensa de la obra revolucionaria.
Celia fue revolucionaria antes de iniciarse la lucha redentora de la Sierra Maestra bajo el mando de Fidel. Ese espíritu rebelde, lo heredó de su padre, un médico prestigioso que llegó a comprender la verdad de que los males de la Patria necesitaban una medicina más radical, y esa medicina se llamaba Revolución.
En 1953, fue Celia una de las que escaló el Pico Turquino para depositar en su cima un busto de José Martí, como homenaje al apóstol de nuestra independencia en el año de su centenario. Cuando conoció la noticia del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de ese mismo año 1953, comenzó a sentir como suya esa lucha, transformando sus sentimientos en acciones de solidaridad con los revolucionarios presos.
Luego, trató de encausar sus ideales de lucha participando en una conspiración liderada por un polítiquero de la época, Millo Ochoa, quien  al final demostró su falta de patriotismo para emprender un combate armado contra la dictadura de Fulgencio Batista. Para el inicio de esa lucha, frustrada antes de comenzar, Celia había desarrollado un amplio trabajo clandestino en las zonas de Niquero, Pilón, Media Luna, Campechuela y Manzanillo, aglutinando a hombres y mujeres dispuestos para enfrentar a la tiranía, teniendo como escenario ese pedazo de la heroica tierra oriental.
La claudicación del falso revolucionario, sin embargo, no mermó en Celia su convicción sobre la necesidad y la posibilidad de emprender una gesta libertaria que sacudiera y exterminara el oprobio de una Patria encadenada.
Esa convicción se fertilizó con la lectura de La historia me absolverá cifrando sus esperanzas de una lucha verdaderamente patriótica en los revolucionarios que, con Fidel al frente, cumplían  prisión en la entonces Isla de Pinos. Pero mientras tanto, emprendió sus propios caminos.
Ya en 1954 e inicios de 1955, reagrupa sus contactos clandestinos y crea una organización para actuar en su propio territorio, a la que nombró Movimiento Revolucionario Masó, como homenaje a Bartolomé Masó Márquez, el prestigioso manzanillero general del Ejército Libertador Cubano que tanta gloria legó a las siguientes generaciones de cubanos.
Al partir Fidel hacia el exilio en México, el 7 de julio de 1955, tras una amnistía lograda para él y sus compañeros por la presión popular, comienzan los preparativos para la expedición del Granma, gesta de la cual no es ajena Celia Sánchez.
La joven nacida en Media Luna el 9 de mayo de 1920, se va insertando poco a poco en el panorama de rebeldía del pueblo cubano. Y su figura va emergiendo entre el Movimiento Revolucionario 26 de Julio -en el cual se integró en fecha temprana- hasta convertirse en un puntal para los planes de reinicio de la lucha armada por la liberación definitiva de la Patria.
Estando Fidel en los preparativos de la expedición en México, Celia había expresado su deseo de integrar el grupo que regresaría a Cuba a reiniciar la lucha. Sobre ese hecho, escribiría luego el compañero Armando Hart:
"Recuerdo también la primera vez que la vi. en La Habana, cuando vino a interesarse con varios de nosotros a fin de que le diéramos vía y autorización para viajar a México, con la intención de regresar en lo que después fue el desembarco del yate Granma". "Sin embargo - afirmó Hart - Frank quería que Celia permaneciera en Manzanillo organizando el apoyo al desembarco. Puede decirse que no vino en el Granma por una decisión de la Dirección del Movimiento en Cuba".
Luego de los contactos con Pepito Tey, María Antonia Figueroa y otros dirigentes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, conoce al héroe de la lucha clandestina, Frank País, y comienza su febril actividad de organización y preparación de combatientes que apoyarían el desembarco del Granma en la zona prevista. El propio Armando la calificaría como uno de los cuadros principales del Movimiento 26 de Julio en Oriente.
El chequeo sobre los puestos y fuerzas del enemigo, la creación de una red de transporte que garantizara la movilidad de los expedicionarios al producirse el desembarco, recolección de armas y creación de pequeños destacamentos que pudieran combatir desde el inicio si fuese orientado, formaron parte de la labor organizativa de Celia y de otro valioso grupo de compañeros.
Campesinos de la talla de Guillermo García Frías, primer campesino que se unió al Ejército Rebelde, y de Crecencio Pérez Montano, que alcanzaría también el grado de Comandante durante la guerra revolucionaria, fueron captados por Celia y desempeñaron un papel decisivo en el rescate y apoyo a los expedicionarios en los días posteriores al revés de Alegría de Pío.
Su labor clandestina se incrementa, es perseguida, siendo en una ocasión capturada, escapando ante los mismos ojos del enemigo. Arriesga a cada momento su vida, pero dirige con eficiencia las tareas de una segura retaguardia de los combatientes de la Sierra Maestra, entre éstas la organización del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en toda la zona de Manzanillo y la preparación y envío a la Sierra Maestra de los primeros refuerzos de combatientes rebeldes.
Después se cumpliría su más cara aspiración, unirse al Ejército Rebelde, la primera mujer que lo hizo, pasando a protagonizar otra de las etapas más fructíferas y valiosas de su vida como revolucionaria. En medio de la lucha guerrillera se destacó por su labor organizativa al lado de Fidel, impulsando y ejecutando los planes y decisiones del máximo jefe de la Revolución.
Ella fue, en esa etapa, no solo un paradigma de luchadora rebelde, sino también ejemplo en la atención a los combatientes y a los campesinos, demostrando en toda su grandeza la sencillez, la firmeza y la total fidelidad a Fidel y a la Revolución que la acompañarían durante el resto de su vida.
Después del triunfo, Celia multiplicó su actividad, de forma austera y modesta, entregada de lleno a la obra revolucionaria. Siempre quiso hacerlo sin publicidad personal. Pero desde los días de la guerra, su nombre había entrado en la historia cubana con luz propia. Fidel lo afirmaría al decir que cuando triunfara la Revolución y se escribiera su historia, no podrían faltar los nombres de Norma y de David, refiriéndose precisamente a Celia Sánchez y a Frank País.
Una de las obras más inmensas de Celia fue su intensa actividad en el rescate y preservación de la documentación histórica de la Revolución. A ella se deben muchos de los documentos, objetos y preservación de lugares históricos que hoy transmiten a nuestro pueblo el conocimiento y los valores sobre hechos y personalidades que fueron pilares de la lucha revolucionaria y de la victoria definitiva.
Este  9 de mayo,  en el centenario de su natalicio,  nuestro pueblo la recuerda  por su vida heroica, por su obra relevante y por el ejemplo de firmeza, de lealtad y de consagración que legó a todos los cubanos.
Ella seguirá siendo siempre la flor más autóctona de la Revolución. Y en nuestra historia, brillará eternamente el nombre de Norma.  La Celia de siempre.


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