.Orlando Guevara
Núñez
Los gobiernos de los Estados Unidos han estado siempre en
contra de la independencia de Cuba. Desde Céspedes hasta Fidel. Y desde mucho antes. Conocida es, desde 1823, la nefasta política
de la “fruta madura”, elaborada por John Quincy Adams, en ese momento Secretario
de Estado, y presidente norteamericano
en los años 1825-1829. Vale recordarla.
“Pero hay leyes de gravitación política como las hay de
gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del
viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la
conexión artificial que la liga con ella, e incapaz de sostenerse por sí sola,
tiene que gravitar, necesariamente, hacia la Unión Norteamericana, y hacia ella
exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia ley, le
será imposible dejar de admitirla en su seno”.
En el mismo año, el entonces
mandatario yanqui en la etapa
1817- 1825, James Monroe, entronizó la doctrina que lleva su apellido,
con las mismas intenciones de anexión. Ellos
fueron los Trump y Pompeo de aquellos tiempos. Han pasado casi dos siglos, y
los gobiernos norteamericanos se han detenido en el tiempo. Han perpetuado el
fracaso, mientras que el ideal independentista cubano se fortaleció, se hizo
realidad y está convertido en una fuerza invencible.
Iniciada la contienda independentista cubana del 10 de octubre de 1868, su máximo
inspirador, Carlos Manuel de Céspedes, solicitó a los gobiernos de América que reconocieran ese
derecho, al cual se negó el gobierno de los Estados Unidos.
“Nosotros nos proponemos proceder de completa buena fe con
España, y cualesquiera que pudieran ser nuestras simpatías por un pueblo que,
en cualquier parte del mundo luche por gozar de un gobierno más liberal, no
deberíamos apartarnos de nuestro deber para con otros gobiernos amigos, ni
apresurarnos a reconocer prematuramente un movimiento revolucionario antes de
que haya manifestado capacidad de sostenerse por sí mismo y un cierto grado de
estabilidad”. Esa fue la posición
norteamericana.
Ante esa política, replicó Céspedes, en carta al entonces
presidente de Estados Unidos, Ulises
Simpson Grant
”Las ideas que defienden los cubanos y la forma de gobierno
que han establecido, escrita en la Constitución, por ellos promulgada, hacen
por lo menos obligatorio a los Estados Unidos, más que a algunas otras naciones
civilizadas el inclinarse a su favor. Si por exigencias de humanidad y civilización
todas las naciones están obligadas a interesarse por Cuba, pidiendo la
regularización de la guerra que sostiene contra España, los Estados Unidos
tienen el deber que le imponen los principios políticos que profesan, proclaman
y difunden”.
En realidad, ese gobierno no solo
apoyó moral y políticamente al gobierno colonial español, sino que continuó
suministrándole armas para impedir la independencia cubana. La respuesta a la
carta de Céspedes no llegó nunca. Pero
el jefe revolucionario cubano para esa fecha, había llegado a una importante
conclusión: “Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez esté
equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de
Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y entretanto que no salga del
dominio de España, siquiera sea para constituirse en poder independiente; éste
es el secreto de su política y mucho me temo que cuanto haga o proponga, sea
para entretenernos y que no acudamos en busca de otros amigos más eficaces o
desinteresados”.
“No era posible que por más tiempo soportásemos el
desprecio con que nos trata el gobierno de los Estados Unidos, desprecio que
iba en aumento mientras más sufridos nos mostrábamos nosotros. Bastante tiempo
hemos hecho el papel del pordiosero a quien se niega repetidamente la limosna y
en cuyos hocicos por último se cierra con insolencia la puerta. El caso del
Pioneer ha venido a llenar la medida de nuestra paciencia: no por débiles y
desgraciados debemos dejar de tener dignidad”
Había ordenado el cierre de la representación diplomática del Gobierno
de la República de Cuba en Armas en Estados Unidos.
Otra sentencia cespediana: “A la imparcial historia tocará juzgar
si el gobierno de la República ha estado a la altura de su pueblo y de la
misión que representa en América; no ya permaneciendo espectador indiferente de
las barbaridades y crueldades ejecutadas a su propia vista por una potencia
europea monárquica contra su colonia… sino prestando apoyo indirecto moral al
opresor contra el oprimido, al fuerte contra el débil, a la monarquía contra la
República, al esclavista recalcitrante contra el libertador de miles de
esclavos”
La historia le ha dado la razón al Padre de la Patria
cubana. Y los Estados Unidos siguen siendo el mismo enemigo de nuestra
independencia. Intentos de comprar Cuba a España, propósitos de anexión,
intervenciones militares, Enmienda Platt, agresiones, bloqueo, enmienda
Helms-Burton, leyes injerencistas para ahogar a la Revolución cubana.
Pero en toda esta historia, los gobiernos yanquis han puesto
la agresión y la deshonra; Cuba, la resistencia, el patriotismo, la dignidad y
la victoria.
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