miércoles, 20 de mayo de 2020

Ante el imperio, en Cuba está echada la suerte: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!




. Orlando Guevara Núñez


La desfachatez de los gobernantes norteamericanos parece no tener límites. Con la mayor naturalidad, se auto proclaman dueños del mundo. Todo lo que a ellos no convenga, según sus postulados, debe desaparecer. Ahora con una modalidad repugnante: la mentira como punta de lanza. En realidad siempre ha sido así, pero ahora en una forma más descarnada.
Mienten todos, a todas horas y en todos los escenarios, con su presidente como mayor exponente. Si fuese cierta la leyenda de Pinocho, las narices de estos personajes habrían adquirido dimensiones trasatlánticas. Y junto a las mentiras, las amenazas, las agresiones, el crimen.
Su política de saqueo se ha despojado de todos los disfraces. Tal es el caso de la guerra sucia contra el hermano pueblo de Venezuela. La fabricación de un presidente para este país, desconociendo al verdadero. Los sabotajes para dejar sin electricidad al país, creyendo provocar con eso la desmoralización del pueblo y la disminución de su apoyo al chavismo. Sus intentos de autorización del crimen en la OEA y en la ONU. Su soborno y chantaje a gobiernos traidores de América Latina para que respalden una agresión que destruya la Revolución Bolivariana.
Al unísono, el recrudecimiento del bloqueo a Cuba, principalmente a través de la ilegal ley Helms-Burton, las amenazas contra Nicaragua. Su confeso propósito de barrer en América Latina todo vestigio del socialismo.
Uno de pregunta si de verdad las mentes calenturientas de los dirigentes yanquis, se creen las absurdas historias nacidas de su fantasía. En el caso cubano, debían saber muy bien que sus intentos imperiales y colonizadores tendrán un valladar infranqueable: la dignidad, el valor, la decisión y la capacidad de todo un pueblo no solo para rechazarlos, sino también para derrotarlos e imponerles un precio para ellos impagable.
El pueblo de Venezuela está demostrando también su decisión de resistir y de vencer.
Es necesario, sin embargo, que la comunidad internacional tome mayor conciencia sobre el peligro de esta política aventurera que puede llevar al mundo a un holocausto que pase  cuenta no solo a los agredidos, sino también a los agresores.
Se necesita no solo la falta de apoyo a  las locuras imperiales, sino también su  denuncia, su condena. Y que la impunidad no favorezca a los agresores. La victoria final será de nuestros pueblos, pero es indignante que sus enemigos transformen su impotencia en actos violatorios de los más elementales derechos de las naciones a su soberanía y libre determinación.
En lo que a Cuba corresponde, la suerte está echada: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!

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