. Orlando Guevara Núñez
La desfachatez de los gobernantes norteamericanos
parece no tener límites. Con la mayor naturalidad, se auto proclaman dueños del
mundo. Todo lo que a ellos no convenga, según sus postulados, debe desaparecer.
Ahora con una modalidad repugnante: la mentira como punta de lanza. En realidad
siempre ha sido así, pero ahora en una forma más descarnada.
Mienten todos, a todas horas y en todos los
escenarios, con su presidente como mayor exponente. Si fuese cierta la leyenda
de Pinocho, las narices de estos personajes habrían adquirido dimensiones
trasatlánticas. Y junto a las mentiras, las amenazas, las agresiones, el
crimen.
Su política de saqueo se ha despojado de todos los
disfraces. Tal es el caso de la guerra sucia contra el hermano pueblo de
Venezuela. La fabricación de un presidente para este país, desconociendo al
verdadero. Los sabotajes para dejar sin electricidad al país, creyendo provocar
con eso la desmoralización del pueblo y la disminución de su apoyo al chavismo.
Sus intentos de autorización del crimen en la OEA y en la ONU. Su soborno y
chantaje a gobiernos traidores de América Latina para que respalden una
agresión que destruya la Revolución Bolivariana.
Al unísono, el recrudecimiento del bloqueo a Cuba,
principalmente a través de la ilegal ley Helms-Burton, las amenazas contra
Nicaragua. Su confeso propósito de barrer en América Latina todo vestigio del
socialismo.
Uno de pregunta si de verdad las mentes
calenturientas de los dirigentes yanquis, se creen las absurdas historias
nacidas de su fantasía. En el caso cubano, debían saber muy bien que sus
intentos imperiales y colonizadores tendrán un valladar infranqueable: la
dignidad, el valor, la decisión y la capacidad de todo un pueblo no solo para
rechazarlos, sino también para derrotarlos e imponerles un precio para ellos
impagable.
El pueblo de Venezuela está demostrando también su
decisión de resistir y de vencer.
Es necesario, sin embargo, que la comunidad
internacional tome mayor conciencia sobre el peligro de esta política
aventurera que puede llevar al mundo a un holocausto que pase cuenta no solo a los agredidos, sino también a
los agresores.
Se necesita no solo la falta de apoyo a las locuras imperiales, sino también su denuncia, su condena. Y que la impunidad no
favorezca a los agresores. La victoria final será de nuestros pueblos, pero es
indignante que sus enemigos transformen su impotencia en actos violatorios de
los más elementales derechos de las naciones a su soberanía y libre
determinación.
En lo que a Cuba corresponde, la suerte está echada: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!
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