lunes, 28 de enero de 2019

Estados Unidos no solo ha tratado de destruir a la Revolución cubana, trató de impedir que naciera




.Orlando Guevara Núñez
Cuando se hable de las intenciones de los gobiernos de los Estados Unidos para ejercer su dominio sobre Cuba,  no pueden soslayarse los intentos de frustrar el triunfo de la Revolución cuando comprendieron que ya la dictadura de Fulgencio Batista, a la cual apoyaban con asesoramiento militar y armas, estaba derrotada.
Pretendían reeditar la historia de 1898, cuando ya España no tenía la capacidad militar, económica, ni moral para mantener a Cuba como colonia. Se produjo entonces la intervención en una guerra ya ganada por los combatientes cubanos. Su intención no era ayudar a nuestro pueblo, sino impedir su victoria final.
El 1ro. de enero de 1899 quedó instaurado el gobierno interventor de Estados Unidos en Cuba, el cual cesó su ocupación solo cuando el país quedó atado de pies y manos al naciente imperialismo norteamericano. Luego de tres décadas de duro batallar contra una potencia que parecía invencible, Cuba pasó, de colonia de España, a neocolonia de los Estados Unidos.
En aquella ocasión, el gobierno del “Norte revuelto y brutal que nos desprecia” al decir de José Martí, prefirió no enfrentar militarmente, ni imponer el anexionismo  para apoderarse del país. Puso en vigor la llamada Enmienda Plat, garantía del dominio por otra vía,   teniendo en cuenta el heroísmo, la rebeldía y la capacidad de combate y resistencia de los cubanos.
Engendrada por esa Enmienda, surgió la Base Naval de Guantánamo, contra la voluntad del pueblo, y que hoy se mantiene por la fuerza, convertida en centro de prisión y tortura contra presuntos terroristas, cautivos en nombre del antiterrorismo, violando las leyes internacionales y las de los  propios Estados Unidos sobre esta materia El Artículo III del propio documento, fijaba con claridad las verdaderas intenciones imperiales, al fijar que: "El Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos pueden ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba, han sido impuestas a los EE.UU. por el Tratado de París y que deben ahora ser asumidas y cumplidas por el Gobierno de Cuba.
Pero a finales de 1958, la voracidad norteamericana tendría que enfrentar un escollo infranqueable para sus innobles propósitos de mantener a Cuba bajo sus designios. Ahora la lucha revolucionaria estaba dirigida por un líder indiscutible, Fidel Castro, apoyado por todo un  pueblo en el combate por la libertad.  En esta ocasión, sus maniobras de nada valieron.
Cuando el gobierno norteamericano aceptó  la inminente caída del tirano Batista, comenzó a idear fórmulas no para ayudar al pueblo cubano, sino para perpetuar en el poder, mediante otros métodos, a quienes lo habían explotado y oprimido durante años. Primero decidieron retirar la venta de armas al gobierno tiránico, en marzo de 1958, lo cual en realidad no cumplieron. Aviones con metralla de fabricación norteamericana siguieron asesinando a la población cubana, al tiempo que sus asesores siguieron nutriendo a los asesinos.
Pero ya en diciembre de ese mismo año, la situación de Batista era muy grave, sin perspectivas de salvación. La estrategia norteamericana no se hizo esperar, planteándose las variantes para impedir el triunfo revolucionario.
Así en el último mes de la guera, una revista norteamericana, Time, habla sobre la posibilidad de una intervención  del gobierno de ese país en el caso de Cuba, a través de la Organización de Estados Americanos (OEA). Ante esa situación, la sagacidad y determinación de Fidel, el 9 de diciembre de 1958, denuncian y advierten sobre las cosecuencias de esa intromisión:
“A buena hora se aparece esa gente, con esas intenciones de intervención o de llamar a la Organización de Estados Americanos (OEA). Cuando aquí la dictadura estaba tronchando cabezas por decenas y por centenares, no se preocuparon absolutamente nada por eso. No tienen derecho a venir a preocuparse ahora…de ninguna manera aceptamos ningún tipo de intervención en este conficto. No aceptaremos nada que no sea la rendición incondicional de Batista y Columbia. Todo el que permanezca al lado de la dictadura tendrá que rendirse. El que venga a intervenir tendrá que entrar peleando”.
Plantearon, en los días finales de la guerra, la componenda de que Batista abandonara el poder y fuera sustituido por una camarilla que desvirtuara el triunfo revolucionario.
El propio tirano se encargó de hablar sobre ese tema, al cual se refirió también  Earl Smith, entonces embajador de Estados Unidos en Cuba. Ambos han escrito sobre una reunión entre ellos realizada el 17 de diciembre de 1958. Según Batista: “Por las informaciones que el embajador Smith había recogido en fuentes militares y revolucionarias, de acuerdo con las interpretaciones que podría dárseles, suponía que los elementos básicos del Ejército no resistirían hasta el próximo 24 de febrero en que debía tomar posesión el presidente electo”.  Ese presidente, Andrés Rivero Agüero, batistiano, había sido electo en comicios fraudulentos en el noviembre anterior y no tuvo tiempo de estrenar su coronación. En esa caricatura de democracia, la abstención alcanzó  un 54 por ciento y el presidente fue electo por solo un 15 por ciento de los electores, con siete partidos incluidos en la farsa.
Hay constancia de que en esa ocasión, el embajador norteamericano comunicó al dictador la retirada del apoyo de su gobierno y la conveniencia de su renuncia y rápida salida del país. Desde luego, que sus gestiones se extendían a personeros del mismo régimen para que mediaran y asumieran el mando que según su opinión debía impedir el ascenso de Fidel al poder.
Las maniobras se pusieron en práctica, Batista huyó como suelen hacerlo las ratas, se produjo un golpe de estado que nombró una Junta y un presidente que a pocas horas desaparecieron bajo el empuje revolucionario.Una vez más, la capacidad militar y política de Fidel salvaba a la Revolución.
Así, el propio Comandante en Jefe, Fidel Castro, definiría esos momentos trascendentes, durante su memorable discurso en Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 1959: “Esta vez no se frustrará la Revolución. Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad a su término; no será como en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto, intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García, que había peleado durante 30 años, no lo dejaron entrar en Santiago de Cuba; no será como en el 33, que cuando el pueblo empezó a creer que la Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó a la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura feroz aquí; no será como en el 44, año en el que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder.!Y los que llegaron al poder fueron los ladrones! ¡Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí que es una Revolución!”
Es esa la Revolución que el imperio yanqui trató de que no naciera, hizo todo lo posible por asesinarla después, y hoy sigue buscando fórmulas para destruirla. La misma Revolución que, junto a Fidel y Raúl, nuestro pueblo sigue engrandeciendo y defendiendo.

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