.Orlando Guevara Núñez
Cuando se hable de las intenciones de los gobiernos de los Estados
Unidos para ejercer su dominio sobre Cuba, no pueden soslayarse los intentos de frustrar
el triunfo de la Revolución cuando comprendieron que ya la dictadura de
Fulgencio Batista, a la cual apoyaban con asesoramiento militar y armas, estaba
derrotada.
Pretendían reeditar la historia de 1898, cuando ya España no tenía
la capacidad militar, económica, ni moral para mantener a Cuba como colonia. Se
produjo entonces la intervención en una guerra ya ganada por los combatientes
cubanos. Su intención no era ayudar a nuestro pueblo, sino impedir su victoria
final.
El 1ro. de enero de 1899 quedó instaurado el gobierno interventor
de Estados Unidos en Cuba, el cual cesó su ocupación solo cuando el país quedó
atado de pies y manos al naciente imperialismo norteamericano. Luego de tres
décadas de duro batallar contra una potencia que parecía invencible, Cuba pasó,
de colonia de España, a neocolonia de los Estados Unidos.
En aquella ocasión, el gobierno
del “Norte revuelto y brutal que nos desprecia” al decir de José Martí,
prefirió no enfrentar militarmente, ni imponer el anexionismo para apoderarse del país. Puso en vigor la
llamada Enmienda Plat, garantía del dominio por otra vía, teniendo en cuenta el heroísmo, la rebeldía y
la capacidad de combate y resistencia de los cubanos. Engendrada por esa Enmienda, surgió la Base Naval de Guantánamo, contra la voluntad del pueblo, y que hoy se mantiene por la fuerza, convertida en centro de prisión y tortura contra presuntos terroristas, cautivos en nombre del antiterrorismo, violando las leyes internacionales y las de los propios Estados Unidos sobre esta materia El Artículo III del propio documento, fijaba con claridad las verdaderas intenciones imperiales, al fijar que: "El Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos pueden ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba, han sido impuestas a los EE.UU. por el Tratado de París y que deben ahora ser asumidas y cumplidas por el Gobierno de Cuba.
Pero a finales de 1958, la voracidad norteamericana tendría que
enfrentar un escollo infranqueable para sus innobles propósitos de mantener a
Cuba bajo sus designios. Ahora la lucha revolucionaria estaba dirigida por un
líder indiscutible, Fidel Castro, apoyado por todo un pueblo en el combate por la libertad. En esta ocasión, sus maniobras de nada
valieron.
Cuando el gobierno norteamericano aceptó la inminente caída del tirano Batista, comenzó
a idear fórmulas no para ayudar al pueblo cubano, sino para perpetuar en el
poder, mediante otros métodos, a quienes lo habían explotado y oprimido durante
años. Primero decidieron retirar la venta de armas al gobierno tiránico, en
marzo de 1958, lo cual en realidad no cumplieron. Aviones con metralla de
fabricación norteamericana siguieron asesinando a la población cubana, al
tiempo que sus asesores siguieron nutriendo a los asesinos.
Pero ya en diciembre de ese mismo año, la situación de Batista era
muy grave, sin perspectivas de salvación. La estrategia norteamericana no se
hizo esperar, planteándose las variantes para impedir el triunfo
revolucionario.
Así en el último mes de la guera, una revista norteamericana, Time, habla sobre la posibilidad de una
intervención del gobierno de ese país en
el caso de Cuba, a través de la Organización de Estados Americanos (OEA). Ante
esa situación, la sagacidad y determinación de Fidel, el 9 de diciembre de 1958,
denuncian y advierten sobre las cosecuencias de esa intromisión:
“A buena hora se aparece esa gente, con esas intenciones de
intervención o de llamar a la Organización de Estados Americanos (OEA). Cuando
aquí la dictadura estaba tronchando cabezas por decenas y por centenares, no se
preocuparon absolutamente nada por eso. No tienen derecho a venir a preocuparse
ahora…de ninguna manera aceptamos ningún tipo de intervención en este conficto.
No aceptaremos nada que no sea la rendición incondicional de Batista y
Columbia. Todo el que permanezca al lado de la dictadura tendrá que rendirse.
El que venga a intervenir tendrá que entrar peleando”.
Plantearon, en los días finales de la guerra, la componenda de que
Batista abandonara el poder y fuera sustituido por una camarilla que
desvirtuara el triunfo revolucionario.
El propio tirano se encargó de hablar sobre ese tema, al cual se
refirió también Earl Smith, entonces
embajador de Estados Unidos en Cuba. Ambos han escrito sobre una reunión entre
ellos realizada el 17 de diciembre de 1958. Según Batista: “Por las
informaciones que el embajador Smith había recogido en fuentes militares y
revolucionarias, de acuerdo con las interpretaciones que podría dárseles,
suponía que los elementos básicos del Ejército no resistirían hasta el próximo
24 de febrero en que debía tomar posesión el presidente electo”. Ese presidente, Andrés Rivero Agüero,
batistiano, había sido electo en comicios fraudulentos en el noviembre anterior
y no tuvo tiempo de estrenar su coronación. En esa caricatura de democracia, la
abstención alcanzó un 54 por ciento y el
presidente fue electo por solo un 15 por ciento de los electores, con siete
partidos incluidos en la farsa.
Hay constancia de que en esa ocasión, el embajador norteamericano
comunicó al dictador la retirada del apoyo de su gobierno y la conveniencia de
su renuncia y rápida salida del país. Desde luego, que sus gestiones se
extendían a personeros del mismo régimen para que mediaran y asumieran el mando
que según su opinión debía impedir el ascenso de Fidel al poder.
Las maniobras se pusieron en práctica, Batista huyó como suelen
hacerlo las ratas, se produjo un golpe de estado que nombró una Junta y un
presidente que a pocas horas desaparecieron bajo el empuje revolucionario.Una
vez más, la capacidad militar y política de Fidel salvaba a la Revolución.
Así, el propio Comandante en Jefe, Fidel Castro, definiría esos
momentos trascendentes, durante su memorable discurso en Santiago de Cuba, el
1ro. de enero de 1959: “Esta vez no se frustrará la Revolución. Esta vez, por
fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad a su término; no será como
en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto,
intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto
García, que había peleado durante 30 años, no lo dejaron entrar en Santiago de
Cuba; no será como en el 33, que cuando el pueblo empezó a creer que la
Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó a la
Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura feroz aquí; no será
como en el 44, año en el que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin
el pueblo había llegado al poder.!Y los que llegaron al poder fueron los
ladrones! ¡Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí que es
una Revolución!”
Es esa la Revolución que el imperio yanqui trató de que no
naciera, hizo todo lo posible por asesinarla después, y hoy sigue buscando
fórmulas para destruirla. La misma Revolución que, junto a Fidel y Raúl,
nuestro pueblo sigue engrandeciendo y defendiendo.
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