sábado, 16 de diciembre de 2017

Estados Unidos juega peligrosamente con la guerra, hasta el día…





.Orlando Guevara Núñez
El gobierno de los Estados Unidos y en su nombre el presidente Trump está enfrascado en un peligroso juego a la guerra. Y es que para ellos las guerras son, sencillamente, un negocio.
En su reciente viaje que incluyó a Corea del Sur y a Japón, el mandatario norteamericano, bajo el pretexto de una amenaza de Corea del Norte, vendió miles de millones de dólares en armas a ambos países, negocio que crecerá en los próximos años. Al gobierno yanqui no le interesa otra cosa que esa, el negocio, aunque ello implique la pérdida de una cantidad incalculable de seres humanos.
Estados Unidos ha utilizado una doble cara en el conflicto de Siria, pues, por un lado, ha manifestado  su interés de combatir el terrorismo, pero, en la práctica, ha ayudado con armas y recursos a los terroristas. Libia, Irak, Afganistán, dicen a las claras el carácter agresor  del gobierno yanqui, siempre buscando mercado para su complejo militar industrial.
Estados Unidos amenaza, agrede, apoya las peores causas y es responsable de la muerte de millones de personas en disímiles países, al tiempo que otros millones han tenido que abandonar su tierra y sufrir penurias donde el hambre y las enfermedades se han sumado a las causas de muerte.
Lo cierto es que, hasta ahora, Estados Unidos sigue jugando con la guerra. Un juego donde los muertos, los heridos la devastación de recursos y territorios, lo han puesto los agredidos.
Pero el juego sigue. Con una prepotencia irracional, el presidente Trump ha hablado de barrer a países enteros, como es el caso de Corea del Norte, el Líbano, Venezuela. Apoya al régimen sionista de Israel frente a la causa palestina y aprobó recientemente el más alto presupuesto militar de su historia.
Llegará el momento en que el propio pueblo estadounidense  tome conciencia de que el gobierno de su país- y particularmente su presidente- pueden llevar a esa nación a un conflicto en el cual las cifras de  muertos, los heridos y la devastación se nutran  también con su cuota. ¿Habrá que esperar, como sucedió cuando la agresión a Viet Nam, que a Estados Unidos comiencen a llegar los cadáveres de sus hijos, para que el rechazo a esa política agresiva se haga sentir?
El mundo de hoy es distinto al del momento en que  Estados Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial, sobre los cadáveres de millones de personas, se erigiera como potencia capaz de imponer políticas, basado en su poderío económico y militar.
En su demencia bélica, Trump y su gobierno fabrican enemigos para justificar agresiones. Mienten deliberadamente a su propio pueblo, apoyados por la prensa reaccionaria. Esconden la gran verdad de que el real peligro para el pueblo estadounidense no está fuera de sus fronteras, sino instalado en la Casa Blanca, el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia: Son ellos quienes pueden provocar el holocausto que alcanzaría a todos.
De un conflicto global, en estos momentos, no quedarían ilesos ni los agredidos ni los agresores. Está en peligro, incluso, el ser humano como especie. Pero el imperio sigue  irresponsablemente su juego peligroso. Hasta el día…

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