.Orlando Guevara Núñez
La democracia burguesa centra su interés en el voto de los ciudadanos y
glorifica ese derecho, el cual es, simplemente, en los Estados capitalistas,
un medio para legalizar un poder que se ejercerá siempre de los ricos contra
los pobres. Con la particularidad de que, por lo general, las clases desposeídas,
con su voto, no tienen otra opción que escoger a un candidato contrario a sus
intereses.
En esos casos, los electos, una vez que llegan al
poder, se olvidan de sus promesas electorales, mientras que los grandes
problemas de los pueblos, lejos de resolverse, se agudizan. Y así, de elección
en elección, de un gobierno a otro, las aspiraciones de mejoras sociales siguen
siendo eso: aspiraciones.
Después del voto, los electores pasan a ser meros
espectadores, sin poder ninguno sobre
las decisiones del país y sin facultad para cambiar a quienes, luego de
ser electos, no cumplen con el programa prometido.
La democracia socialista garantiza a los ciudadanos
el derecho al voto. Pero les concede también el derecho a participar, a ser
protagonistas de las decisiones principales de la nación. En Cuba, por ejemplo,
las principales leyes del país son discutidas por los trabajadores y por el
pueblo a través de sus organizaciones
políticas, de masas y sociales.
Y no es una discusión formal. Los documentos más
trascendentes, como los relacionados con el VII Congreso del Partido Comunista
de Cuba relacionados con la
conceptualización del modelo económico y el plan de desarrollo hasta el 2030,
fueron discutidos por millones de cubanos. Y miles de propuestas y sugerencias
de inclusiones o modificaciones fueron
tomadas en cuenta en el cuerpo final del
texto.
Cada seis meses, los delgados a las Asambleas
Municipales del Poder Popular, nominados y electos por el voto directo y
secreto de la población, rinden cuenta de sus gestiones en asambleas donde las
masas hacen propuestas, analizan, critican y sugieren medidas para solucionar
los problemas de la comunidad.
También el Delegado fija días de despachos con la población,
en los cuales todos los ciudadanos tienen derecho – y lo ejercen- de hacer
planteamientos.
En las reuniones semestrales, el Delegados están
obligados a informar sobre el curso dado a cada planteamiento, su solución o
explicación, partiendo del tratamiento de los organismos de la administración
estatal u otra entidad que corresponda.
No existe actividad, ya sea económica, política,
social e incluso de la defensa, que no cuente con la participación activa de la población. Ahí reside la
democracia verdadera, la que tenemos en Cuba, donde los electores tienen
también el derecho de revocar a las personas electas que no cumplan con las
responsabilidades a ellas encomendadas
por el voto popular.
El derecho a la vida, a la participación, a la decisión sobre el sistema de gobierno elegido, es en Cuba un derecho refrendado en la Constitución de la República, cumpliendo así el deseo martiano cuando expresó:" Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".
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