.Orlando Guevara Núñez
El 5 de diciembre de 1956,
tres días después del desembarco del Granma, las tropas de la tiranía de
Fulgencio Batista, pese al área reducida de la zona de operaciones y sus
grandes recursos en hombres y medios, no habían podido hacer contacto con los
expedicionarios.
En la mañana de ese día, los
82 hombres, con Fidel al frente, se disponían, pese agotamiento físico, el
hambre y la sed, a reanudar la marcha en
dirección hacia la Sierra Maestra. Uno de los expedicionarios, Ernesto Guevara
de la Serna –el Che- en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria,
describiría luego aquel momento: “En la madrugada del día 5, eran pocos los que
podían dar un paso más; la gente desmayada, caminaba pequeñas distancias para
pedir descansos prolongados. Debido a ello, se ordenó un alto a la orilla de un
cañaveral, en un bosquecito ralo, relativamente cercano al monte firme. La
mayoría de nosotros durmió aquella mañana”.
El lugar pertenecía a la
colonia cañera de Alegría de Pío. Hasta allí habían llegado guiados por un
campesino nombrado Laureano Noa Yang. El Che, afirmaría luego que “Al guía se
le había dejado en libertad la noche anterior, cometiendo un error que
repetiríamos algunas veces durante la lucha, hasta comprender que los elementos
de la población civil, cuyos antecedentes se desconocen deben ser vigilados
siempre que se esté en zonas de peligro. Nunca debimos permitirle irse a
nuestro falso guía”.
Ese fue el delator que
condujo a las fuerzas batistianas hacia el encuentro con los expedicionarios,
pues sabía exactamente el lugar donde se encontraban. Su traición, la pagó con
el ajusticiamiento en los mismos días de la lucha.
Así, cercados en un cañaveral
al cual los enemigos prendieron fuego, ametrallados por tierra y aire, los
expedicionarios tuvieron su primer combate. La sorpresa no les permitió
organizarse, teniendo que salir en pequeños grupos, unos 15, en varias
direcciones. El jefe de la expedición, Fidel Castro, quedaría con solo otros
dos combatientes: Faustino Pérez Hernández y Universo Sánchez, quienes ganarían
después el grado de Comandante del Ejército Rebelde.
No obstante las fuerzas y el
poder de fuego concentrados contra ellos, los combatientes revolucionarios, en
Alegría de Pío, tuvieron solo tres muertos: Israel Cabrera Rodríguez, Humberto Lamothe Coronado y Oscar Rodríguez
Delgado.
A partir del descalabro de
Alegría de Pío, los expedicionarios sufrieron una tenaz persecución, una
verdadera y sangrienta cacería humana. En los siguientes diez días, 18 cayeron prisioneros y fueron y asesinados. Aquí sus nombres: Luis Arcos Bergnes, René Bedia Morales,
Miguel Cabañas Perojo, Noelia Capote Figueroa, Félix J. Elmuza Agaisse, Cándido
González Morales, Santiago L. Hirtzel González, Antonio López Fernández, Andrés
Luján Vázquez, José Ramòn Martínez Alvarez, Armando Mestre Martínez y René O.
Reiné García. El último asesinado fue Juan Manuel Márquez Rodríguez, masacrado
el 16 de diciembre. Había quedado solo. Juan Manuel, con grados de capitán,
vino en el Granma como jefe de Estado Mayor y segundo al mando de la
expedición.
Durantes esos días aciagos
para los expedicionarios, 22 fueron hechos prisioneros y conducidos a la
cárcel, 21 evadieron el cerco y pudieron escapar y, de momento, sólo 18
quedaron incorporados a la lucha en la Sierra Maestra, cifra que ascendería a
20 a finales de ese año de 1956.
Para esa fecha, había entrado
en acción el apoyo organizado por Frank País García, Celia Sánchez Manduley,
Crecencio Pérez Montano, Guillermo García Frías y otro grupo de campesinos que
fueron el alma de la Revolución en aquellos cruciales momentos.
En el Granma vinieron cuatro
combatientes de otras nacionalidades. El Che, argentino, caído luego como jefe
de la guerrilla boliviana; el mexicano Alfonso Guillén Zelaya Alger , fallecido
en Cuba; Ramón Mejías del Castillo (Pichirilo), dominicano, caído en 1965
combatiendo por la libertad de su país; y Gino Donne, italiano, residente en su
país de origen, quien recientemente después visitó a Cuba y fue ferviente admirador
de la Revolución cubana.
El 18 de diciembre, gracias a
ese apoyo valioso e incondicional, se produjo en Cinco Palmas, zona serrana, el encuentro
entre Fidel y Raúl. Con ese abrazo, quedaba sellada la suerte de la tiranía
batistiana en Cuba. De ahí en adelante, el revés de Alegría de Pío no volvería
a repetirse. Y de victoria en victoria, se forjaría otro amanecer glorioso como
el desembarco del Granma: el 1ro. de enero de 1959.
Se completaba así, la
patriótica predicción de Fidel en México: Había salido, había llegado, había
entrado y había triunfado.
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