domingo, 3 de diciembre de 2017

Alegría de Pío: Del revés a la victoria




.Orlando Guevara Núñez

El 5 de diciembre de 1956, tres días después del desembarco del Granma, las tropas de la tiranía de Fulgencio Batista, pese al área reducida de la zona de operaciones y sus grandes recursos en hombres y medios, no habían podido hacer contacto con los expedicionarios.
En la mañana de ese día, los 82 hombres, con Fidel al frente, se disponían, pese agotamiento físico, el hambre y la sed,  a reanudar la marcha en dirección hacia la Sierra Maestra. Uno de los expedicionarios, Ernesto Guevara de la Serna –el Che- en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, describiría luego aquel momento: “En la madrugada del día 5, eran pocos los que podían dar un paso más; la gente desmayada, caminaba pequeñas distancias para pedir descansos prolongados. Debido a ello, se ordenó un alto a la orilla de un cañaveral, en un bosquecito ralo, relativamente cercano al monte firme. La mayoría de nosotros durmió aquella mañana”.
El lugar pertenecía a la colonia cañera de Alegría de Pío. Hasta allí habían llegado guiados por un campesino nombrado Laureano Noa Yang. El Che, afirmaría luego que “Al guía se le había dejado en libertad la noche anterior, cometiendo un error que repetiríamos algunas veces durante la lucha, hasta comprender que los elementos de la población civil, cuyos antecedentes se desconocen deben ser vigilados siempre que se esté en zonas de peligro. Nunca debimos permitirle irse a nuestro falso guía”.
Ese fue el delator que condujo a las fuerzas batistianas hacia el encuentro con los expedicionarios, pues sabía exactamente el lugar donde se encontraban. Su traición, la pagó con el ajusticiamiento en los mismos días de la lucha.
Así, cercados en un cañaveral al cual los enemigos prendieron fuego, ametrallados por tierra y aire, los expedicionarios tuvieron su primer combate. La sorpresa no les permitió organizarse, teniendo que salir en pequeños grupos, unos 15, en varias direcciones. El jefe de la expedición, Fidel Castro, quedaría con solo otros dos combatientes: Faustino Pérez Hernández y Universo Sánchez, quienes ganarían después el grado de Comandante del Ejército Rebelde.
No obstante las fuerzas y el poder de fuego concentrados contra ellos, los combatientes revolucionarios, en Alegría de Pío, tuvieron solo tres muertos: Israel Cabrera Rodríguez,  Humberto Lamothe Coronado y Oscar Rodríguez Delgado.
A partir del descalabro de Alegría de Pío, los expedicionarios sufrieron una tenaz persecución, una verdadera y sangrienta cacería humana. En los siguientes diez días, 18  cayeron prisioneros y  fueron y asesinados. Aquí sus nombres:  Luis Arcos Bergnes, René Bedia Morales, Miguel Cabañas Perojo, Noelia Capote Figueroa, Félix J. Elmuza Agaisse, Cándido González Morales, Santiago L. Hirtzel González, Antonio López Fernández, Andrés Luján Vázquez, José Ramòn Martínez Alvarez, Armando Mestre Martínez y René O. Reiné García. El último asesinado fue Juan Manuel Márquez Rodríguez, masacrado el 16 de diciembre. Había quedado solo. Juan Manuel, con grados de capitán, vino en el Granma como jefe de Estado Mayor y segundo al mando de la expedición.
Durantes esos días aciagos para los expedicionarios, 22 fueron hechos prisioneros y conducidos a la cárcel, 21 evadieron el cerco y pudieron escapar y, de momento, sólo 18 quedaron incorporados a la lucha en la Sierra Maestra, cifra que ascendería a 20 a finales de ese año de 1956.
Para esa fecha, había entrado en acción el apoyo organizado por Frank País García, Celia Sánchez Manduley, Crecencio Pérez Montano, Guillermo García Frías y otro grupo de campesinos que fueron el alma de la Revolución en aquellos cruciales momentos.
En el Granma vinieron cuatro combatientes de otras nacionalidades. El Che, argentino, caído luego como jefe de la guerrilla boliviana; el mexicano Alfonso Guillén Zelaya Alger , fallecido en Cuba; Ramón Mejías del Castillo (Pichirilo), dominicano, caído en 1965 combatiendo por la libertad de su país; y Gino Donne, italiano, residente en su país de origen, quien recientemente después visitó a Cuba y fue ferviente admirador de la Revolución cubana.
El 18 de diciembre, gracias a ese apoyo valioso e incondicional, se produjo  en Cinco Palmas, zona serrana, el encuentro entre Fidel y Raúl. Con ese abrazo, quedaba sellada la suerte de la tiranía batistiana en Cuba. De ahí en adelante, el revés de Alegría de Pío no volvería a repetirse. Y de victoria en victoria, se forjaría otro amanecer glorioso como el desembarco del Granma: el 1ro. de enero de 1959.
Se completaba así, la patriótica predicción de Fidel en México: Había salido, había llegado, había entrado y había triunfado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario