.Orlando Guevara Núñez
La prepotencia de Trump y de su embajadora en la ONU
quedó hecha añicos por la decisión de las naciones de no hacer caso a esas “guaperías” e insolentes amenazas en relación con el caso
de Palestina, es decir, reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Realmente
es un asombroso descaro imperial que pone al descubierto sus pretensiones de
dominar a un mundo que hace rato se hizo ingobernable por la vía de la
intimidación.
Es como si el maridaje de Estados Unidos e Israel se hubiesen quedado esperando a los invitados a su boda y a los notarios que
santificaran su unión.
Lamentablemente, el pueblo de los Estados Unidos
eligió a un presidente que cada día suma nuevos ridículos a su actuación como
tal, tanto en el plano externo como interno. Pero algo peor aún: el descrédito
de ese gobierno crece ante los ojos del mundo, y cada vez son menos los
dispuestos a sumarse a su absurda política.
Sus acusaciones y amenazas contra el gobierno
venezolano, su política de doble moral en Siria, donde ha proclamado combatir al
terrorismo al tiempo que apoya a los terroristas. Su política irresponsable en
relación con Corea del Norte, sus declaraciones insolentes contra Rusia y
China, el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero contra
Cuba, su cavernícola posición en relación con los cambios climáticos y su
irrespeto a naciones incluso consideradas aliadas suyas, son síntomas de una
situación que pone cada día en peligro la paz en disímiles puntos del mundo.
El charlatán de solar y la chancletera de esquina,
al amenazar a quienes no se sumen a sus disparates, serían dignos de risa si el
caso no fuera tan serio. Se creen los dueños del mundo y émulos de la
omnipotencia divina. Incapaces de resolver los grandes y graves problemas que
aquejan a millones de personas en su país, pretenden dictar nomas sobre cómo
deben vivir y actuar las demás naciones.
La Casa Blanca se está convirtiendo algo así como en
una carpa de circo – con el perdón de los muchos circos buenos- donde ocupan
plazas payasos de pésimas categorías.
La historia demuestra que esa política de amenazas,
de agresiones y de prepotencia irracional, ha sido el cadalso de quienes la
sustentan. Y, seguramente, el gobierno imperial de los Estados Unidos no será
una excepción.
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