.Orlando
Guevara Núñez
“Puedo informarles con toda responsabilidad que en el
año 1956 seremos libres o seremos mártires. Esta lucha comenzó para nosotros el
10 de marzo, dura ya casi cuatro años y terminará con el último día de la
dictadura o el último día nuestro”.
Esas palabras pronunciadas
por el joven revolucionario Fidel Castro el 20 de octubre de 1955, en la ciudad
de New York, ante unos 800 cubanos que allí vivían, obligados a salir de su
país por la precaria situación económica y la persecución política de la
tiranía batistiana, eran el preludio de la expedición del yate Granma, que
llegaría a Cuba el 2 de diciembre de 1956, para reiniciar la lucha armada.
Fidel se encontraba en
México, hacia donde había partido el 7 de julio de 1955, luego de haber sido
amnistiado el 15 de mayo de igual año, cuando cumplía condena de 15 años de
prisión por los hechos del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba
y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 26 de julio de 1953.
Su presencia en los Estados
Unidos tuvo como objetivo la recaudación de fondos y la propaganda
revolucionaria, a la vez que una labor unitaria en torno al Movimiento
Revolucionario 26 de Julio. Sobre ese aspecto escribiría en noviembre de 1955
Juan Manuel Márquez, quien sería después el segundo al mando de la expedición: “En
New York el recibimiento que le hicieron a Fidel fue emocionante por lo
multitudinario y lo sincero. Y el acto del Palm Garden colmó más allá de lo que nosotros
pensábamos nuestras esperanzas. Por lo pronto se logró en torno al 26 de Julio,
la unidad de grupos que habían sido irreconciliables (…).
Así, con fondos recogidos
entre personas humildes y de los propios integrantes de la naciente
organización revolucionaria, se recogieron centavo a centavo los fondos para
preparar la expedición del Granma, incluyendo la compra de armas y del propio
yate.
Durante el exilio en México
hubo que enfrentar encarcelamientos, privaciones y organizar y adiestrar a los
futuros combatientes en medio de las más difíciles condiciones.
Pero el 25 de noviembre de
1956, el Yate Granma saldría hacia Cuba, con 82 expedicionarios a bordo,
encabezados por Fidel Castro. El Estado Mayor estaba integrado por Fidel como
Comandante en Jefe y dos Jefes de Estado
Mayor: los capitanes Juan Manuel Márquez –segundo al mando- y Faustino Pérez.
El Che, con grados de teniente, vendrá en la expedición como Jefe de Sanidad,
mientras que los tres pelotones formados estaban bajo el mando de los capitanes
José Smith Comas (Vanguardia), Juan Almeida Bosque (Centro) y Raúl Castro Ruz
(Retaguardia).
El desembarco se produjo en
las primeras horas de la mañana del 2 de diciembre, en un lugar conocido como
Los Cayuelos, cercano a Playa Las Coloradas, en Niquero, otrora provincia de
Oriente.
Los expedicionarios
desembarcaron en condiciones muy difíciles, entre mangles, ciénaga y yerba de
cortadera, por donde tuvieron que transitar con sus mochilas y armas hasta
llegar a tierra firme.
Así comenzaron a avanzar
buscando internarse en las montañas de la Sierra Maestra. Pero tres días
después, el 5 de diciembre, fueron sorprendidos en el lugar conocido como
Alegría de Pío. Por tierra, el fuego de
los fusiles enemigos; por el aire, los bombardeos y ametrallamientos de
la aviación. Es el día en que surge un grito de guerra que, a 54 años de
haberse producido, es enarbolado hoy por todo el pueblo: ¡Aquí no se rinde
nadie! La exclamación salió de la garganta de Juan Almeida Bosque, como
respuesta a la conminación enemiga de rendirse. Los expedicionarios del Granma
tendrían ese día su bautizo de fuego.
Durante ese aciago día, tres
expedicionarios cayeron en combate. Vendría entonces la dispersión en varios
grupos, la tenaz persecución y los asesinatos. Hasta el día 16 de ese mes, 21
combatientes revolucionarios habían perdido la vida, 18 de ellos asesinados
luego de ser hechos prisioneros.
Pero el Movimiento
Revolucionario 26 de Julio había preparado condiciones en esa costa sur oriental
para auxiliar a los expedicionarios. Las figuras de Frank País y Celia Sánchez
Manduley fueron clave en la labor de búsqueda, localización, rescate y
salvamento de los combatientes dispersos.
Entre los campesinos,
formaban parte de los grupos de apoyo los campesinos Crescencio Pérez Montano y
Guillermo García Frías. El primero, ya fallecido, ganó el grado de Comandante
del Ejército Rebelde; el segundo obtuvo también ese grado durante la guerra y
es hoy Comandante de la Revolución.
El 18 de diciembre de 1956, a
16 días del desembarco, con la ayuda de estos grupos, se produce en un lugar
llamado Cinco Palmas, el reencuentro entre Fidel Castro y Raúl Castro. Es la
ocasión en que el jefe de la Revolución, al comprobar que están juntos ocho hombres con siete armas,
exclama: ¡Ahora sí ganamos la guerra!
A partir de entonces, con una
veintena de expedicionarios que se reincorporaron, más la temprana
incorporación de campesinos y obreros a la guerrilla, el naciente Ejército
Rebelde pone proa hacia la Sierra Maestra y comienza una lucha que haría
realidad la predicción de Fidel de no cesar hasta derrocar al tirano.
Como homenaje a ese día
glorioso del 2 de diciembre de 1956, la fecha señala el Día de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias cubanas, bastión hoy en la defensa de la Patria. Día en
que nuestro pueblo les rinde homenaje a los combatientes que siguen
vistiendo el uniforme verde olivo estrenado en Santiago de Cuba el 30 de
noviembre de ese mismo año por los combatientes clandestinos bajo el mando de Frank
País para secundar el desembarco.
En Cuba es una realidad que
el ejército es el pueblo y el pueblo es el ejército. Por eso este día es de
júbilo popular, ocasión para estrechar con más fuerza esos lazos indisolubles.
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