. Orlando Guevara Núñez
A las 8:30 de la noche del 9 de diciembre de
1958, el oriental poblado de Baire era tomado por el Ejército
Rebelde. El día anterior, el Comandante en Jefe Fidel Castro había dirigido
un comunicado a los vecinos de este poblado, solicitándoles su
evacuación, pues el ejército de la tiranía se había atrincherado en las
viviendas, creyendo evitar así el ataque, ya inminente.
El jefe de la Revolución explicaba la decisión de
atacar la guarnición enemiga. Y dijo que prefería sacrificar el factor sorpresa
“con tal de preservar las vidas de los civiles, aunque cueste más caro a
nuestros soldados la toma del pueblo”
Pero la guarnición batistiana no esperó el ataque y
emprendió una precipitada huída, rumbo hacia la posición enemiga en el vecino
Jiguaní. Así, las fuerzas de la Columna Uno, bajo el mando de Fidel,
convertían al legendario poblado de Baire en Territorio Libre de Cuba, no sin
antes batir al enemigo en retirada. Victoria rebelde, victoria de Fidel.
Pero ese 9 de diciembre, Fidel no estaba
inmerso solo en la dirección de las operaciones militares. Estaba al tanto de
las maniobras del águila imperial para impedir el triunfo del Ejército Rebelde.
Y, aludiendo a una publicación de la revista norteamericana Time,
sobre la posibilidad de una intervención de Estados Unidos en Cuba, a través de
la OEA, escribiría:
“A buena hora se aparece esa gente con esas
intenciones de intervención o de llamar a la Organización de Estados Americanos
(OEA) Cuando aquí la dictadura estaba tronchando cabezas por
decenas y por centenares, no se preocuparon absolutamente nada por eso. No
tienen derecho a venir a preocuparse ahora…”
Y fijaba una clara posición de principios: “De
ninguna manera aceptamos ningún tipo de intervención en este conflicto. No
aceptaremos nada que no sea la rendición incondicional de Batista y Columbia.
Todo el que permanezca al lado de la dictadura tendrá que rendirse. Ese es un
problema que no hay ni que preocuparse”
Una advertencia del máximo jefe de la Revolución,
ponía freno a las maniobras intervencionistas del imperio: “El que venga a
intervenir, tendrá que entrar peleando. Ese es un problema que yo no sé qué
vuelta la irán a dar, además creo que esa solución no tenga simparía
ninguna ante los países de América Latina y estoy seguro que la
generalidad de los países Latinoamericanos se van a oponer a eso, Y
además tenemos otros resortes que podemos aplicar inmediatamente como
legalizar la situación nuestra”
En ese mismo 9 de diciembre, un enviado del Departamento
de Estado de los Estados Unidos, se reunía con el dictador Fulgencio
Batista, en La Habana, con la aprobación del presidente de ese país. El
mensaje: sugerir al tirano su dimisión, entregando el poder a una Junta
Cívico Militar el siguiente 24 de febrero. Batista, creyéndose aún fuerte,
rechazó la propuesta.
En su obsesión por evitar el triunfo rebelde, una
semana después, el 17 de diciembre, el embajador de los Estados Unidos en Cuba
se reúne con Batista y le informa que su gobierno le retira el apoyo
sugiriéndole que lo más aconsejable era su renuncia y salida del país.
El propio dictador escribiría después sobre aquel
encuentro: “Por las informaciones que el embajador Smith había recogido en
fuentes militares y revolucionarias, de acuerdo con las interpretaciones que
podía dárseles, suponía que los elementos básicos del Ejército no resistirían
hasta el próximo 24 de febrero en que debía tomar posesión el presidente
electo”.
De esa misma maniobra surgiría el golpe de
estado a raíz de la huida del tirano el primer día de enero de 1959. Pero la
previsión de Fidel hizo sucumbir las intenciones intervencionistas yanquis ya
conocidas. La advertencia hecha por el Comandante en Jefe el 9 de diciembre de
1958, se había transformado en otra victoria.
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