jueves, 14 de diciembre de 2017

¡A Cuba no regresará nunca el capitalismo!



.Orlando Guevara Núñez
Los cubanos sabemos de sobra que los “cambios” que siempre han pedido  todos los gobiernos norteamericanos a nuestro país, han perseguido la destrucción de la Revolución. O lo que es lo mismo: un regreso al capitalismo, erradicado para siempre en la nación cubana.
Una simple ojeada a las páginas del periódico provincial Sierra Maestra, de Santiago de Cuba, durante el primer mes del triunfo revolucionario del 1ro, de enero de 1959, ofrece un testimonio desgarrador  sobre  las secuelas de la tiranía batistiana y otras muchas cosas que merecen ser tenidas en cuenta para analizar el presente.
Páginas completas con fotos de jóvenes asesinados luego haber sufrido bárbaras torturas. Fotos de personas desaparecidas. Hallazgos de cadáveres en fosas comunes en distintas localidades orientales. Testimonios de torturados. El dolor inconsolable de familiares de los familiares de muertos y desaparecidos.
Una maestra primaria habla sobre el día en que, ante la desesperación por los crímenes de la tiranía batistiana, reunió a sus alumnos y dijo una oración que todos repitieron, pidiendo el cese del vandalismo. Recuerda que oraron llorando. Y entre ellos estaban Angelito y Antonio. Sus pupitres quedaron desde ese día vacíos, porque al salir fueron asesinados por esbirros del gobierno.
Otra tragedia que a diario vivía la población: Personas que habían sido desalojadas de sus tierras. Desoladoras imágenes de poblados destruidos por las bombas batistianas, suministradas por el gobierno de los Estados Unidos.
Por otra parte, en esas páginas de Sierra Maestra, la ocupación de bienes malversados a personeros de la dictadura. A un ex ministro seis millones de pesos; al ex presidente del Senado, una fortuna;  a un general asesino, varias propiedades; en la finca de recreo del dictador, más de dos millones de pesos en joyas que no tuvo tiempo de llevarse, y el resto habían sido trasladadas ya a los Estados Unidos.
Se informa sobre el descubrimiento de corrupción en el Tribunal de Cuentas; desfalco de cuatro millones de pesos en el Ministerio de Educación. Y se denuncia la existencia de cientos de “botelleros”, es decir, personas que cobraban sueldos en organismos del Estado, sin trabajar.
Abundaban las peticiones de reposición en sus plazas, de obreros que habían sido despedidos.
                            ¿Y los culpables dónde estaban?
Centenares de esbirros no pudieron escapar a la justicia revolucionaria. El pueblo aún en medio de su dolor, no perdió la ecuanimidad y respondió al llamado de Fidel de no manchar el triunfo con acciones violentas.
Fueron publicados los nombres, varios con fotos, de todos los detenidos. Y también de los que pagaron con su vida’ luego de juicios totalmente transparentes,  sus crímenes y atropellos contra la población.
Los principales jefes, los más  connotados esbirros y asesinos, se marcharon del país, huyendo como ratas. El sangriento dictador, se fue a Santo Domingo. La mayoría de los asesinos y ladrones fueron hacia su más seguro refugio: los Estados Unidos. Son los mismos que hoy, con sus descendientes, pretenden que Cuba cambie y vuelva a ser su paraíso.
A Jacksonville llegó un vuelo con 16 altos oficiales de la tiranía, junto a varios hijos de Batista. Otras naves aéreas llegaron con sus grotescas cargas a  New Orleans, New York, Miami. Igual sucedía por vía marítima. A la Florida llegó en su yate de lujo, el asesino Rolando Masferrer, con 25 secuaces  y 17 millones de pesos robados.
En la mayoría de esos lugares, centenares de emigrados cubanos protestaron por la acogida de los esbirros y ladrones en los Estados Unidos. En Santiago de Cuba, cien mil personas reclamaron la extradición de Batista y sus cómplices, pero ese clamor no llegó a la conciencia de los gobernantes norteamericanos, quien recibió como héroes a los asesinos y ladrones. La preocupación allí era otra: el nacimiento en Cuba de una  verdadera Revolución, a la que desde entonces tratarían de destruir.
El 19 de enero de 1959, una Representante norteamericana declaró que “el pueblo de los Estados Unidos está profundamente sorprendido y horrorizado por las ejecuciones políticas en Cuba” y solicitaba “procesos imparciales” para los acusados. La publicación de estas declaraciones estuvo acompañada por una sencilla reflexión del periódico Sierra Maestra: “El pueblo de Cuba pregunta  cuándo la oposición pública norteamericana protestó contra las bombas y las armas que su gobierno daba para asesinar a los habitantes de Cuba.
Menos de una semana después de esa declaración, otro Representante estadounidense, de visita en Cuba, con más sentido sobre el honor, la vergüenza y la verdad, declaró: “Los fusilados son reos que han torturado y asesinado a indefensos. Merecían la muerte”
Por esos días, el embajador de los Estados Unidos en Cuba solicitó su renuncia, alegando que era beneficioso para los intereses de su país. Ya se había quejado de que a él lo acusaban de demasiadas buenas relaciones con el tirano Batista. En realidad, él había demostrado fehacientemente durante la etapa de la guerra.
Esa renuncia era, de cierta manera, un reconocimiento de que en Cuba había pasado el tiempo en que los embajadores yanquis dictaban lo que en este país había que hacer.
Mientras tanto, la Revolución avanzaba y aplicaba leyes de beneficio para el pueblo.El 21 de enero se anunciaba el inicio de la entrega de tierras a los campesinos en la indómita provincia de Oriente, comenzando por la rebelde zona de Realengo 18, donde 250 precaristas –personas que trabajaban tierras del Estado- recibían sus títulos de propietarias y se declaraba el propósito de extinguir el cruel latifundismo. A partir de entonces, la tierra pasaría a manos de sus verdaderos dueños, los que la habían abonado con su sudor y su sangre.
Se devolvía en esos primeros días de la Revolución al pueblo los bienes que habían sido malversados y se declaraban ilegales los juegos lucrativos.
Quedaban disueltos los aparatos de represión. Comenzaban a curarse las heridas de la guerra y se anunciaban cada día nuevas medidas de la Revolución. Dese esos días iniciales, la Revolución fue el pueblo y el pueblo fue la Revolución. Ese ha sido el cambio más profundo en la historia cubana de todos los tiempos. Y es el mismo que quieren revertir nuestros enemigos.
Cuba no ha dejado un solo momento de cambiar, siempre a favor del pueblo, de la Revolución, del socialismo. Pero los cambios que preconizan los gobernantes yanquis y la mafia contrarrevolucionaria de Miami, no tendrán espacio nunca en este país. Fidel y Raúl lo han dicho de forma categórica y el pueblo lo suscribe: ¡A Cuba no regresará nunca el capitalismo!



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