.Orlando Guevara Núñez
Los cubanos sabemos de sobra que los “cambios” que
siempre han pedido todos los gobiernos norteamericanos
a nuestro país, han perseguido la destrucción de la Revolución. O lo que es lo
mismo: un regreso al capitalismo, erradicado para siempre en la nación cubana.
Una simple ojeada a las páginas del periódico
provincial Sierra Maestra, de Santiago de Cuba, durante el primer mes del
triunfo revolucionario del 1ro, de enero de 1959, ofrece un testimonio
desgarrador sobre las secuelas de la tiranía batistiana y otras
muchas cosas que merecen ser tenidas en cuenta para analizar el presente.
Páginas completas con fotos de jóvenes asesinados
luego haber sufrido bárbaras torturas. Fotos de personas desaparecidas.
Hallazgos de cadáveres en fosas comunes en distintas localidades orientales.
Testimonios de torturados. El dolor inconsolable de familiares de los
familiares de muertos y desaparecidos.
Una maestra primaria habla sobre el día en que, ante
la desesperación por los crímenes de la tiranía batistiana, reunió a sus alumnos
y dijo una oración que todos repitieron, pidiendo el cese del vandalismo.
Recuerda que oraron llorando. Y entre ellos estaban Angelito y Antonio. Sus
pupitres quedaron desde ese día vacíos, porque al salir fueron asesinados por
esbirros del gobierno.
Otra tragedia que a diario vivía la población:
Personas que habían sido desalojadas de sus tierras. Desoladoras imágenes de
poblados destruidos por las bombas batistianas, suministradas por el gobierno
de los Estados Unidos.
Por otra parte, en esas páginas de Sierra
Maestra, la ocupación de bienes malversados a personeros de la
dictadura. A un ex ministro seis millones de pesos; al ex presidente del
Senado, una fortuna; a un general
asesino, varias propiedades; en la finca de recreo del dictador, más de dos millones
de pesos en joyas que no tuvo tiempo de llevarse, y el resto habían sido
trasladadas ya a los Estados Unidos.
Se informa sobre el descubrimiento de corrupción en
el Tribunal de Cuentas; desfalco de cuatro millones de pesos en el Ministerio
de Educación. Y se denuncia la existencia de cientos de “botelleros”, es decir,
personas que cobraban sueldos en organismos del Estado, sin trabajar.
Abundaban las peticiones de reposición en sus
plazas, de obreros que habían sido despedidos.
¿Y los culpables
dónde estaban?
Centenares de esbirros no pudieron escapar a la
justicia revolucionaria. El pueblo aún en medio de su dolor, no perdió la
ecuanimidad y respondió al llamado de Fidel de no manchar el triunfo con
acciones violentas.
Fueron publicados los nombres, varios con fotos, de
todos los detenidos. Y también de los que pagaron con su vida’ luego de juicios
totalmente transparentes, sus crímenes y
atropellos contra la población.
Los principales jefes, los más connotados esbirros y asesinos, se marcharon
del país, huyendo como ratas. El sangriento dictador, se fue a Santo Domingo.
La mayoría de los asesinos y ladrones fueron hacia su más seguro refugio: los
Estados Unidos. Son los mismos que hoy, con sus descendientes, pretenden que
Cuba cambie y vuelva a ser su paraíso.
A Jacksonville llegó un vuelo con 16 altos oficiales
de la tiranía, junto a varios hijos de Batista. Otras naves aéreas llegaron con
sus grotescas cargas a New Orleans, New
York, Miami. Igual sucedía por vía marítima. A la Florida llegó en su yate de
lujo, el asesino Rolando Masferrer, con 25 secuaces y 17 millones de pesos robados.
En la mayoría de esos lugares, centenares de
emigrados cubanos protestaron por la acogida de los esbirros y ladrones en los
Estados Unidos. En Santiago de Cuba, cien mil personas reclamaron la extradición
de Batista y sus cómplices, pero ese clamor no llegó a la conciencia de los
gobernantes norteamericanos, quien recibió como héroes a los asesinos y
ladrones. La preocupación allí era otra: el nacimiento en Cuba de una verdadera Revolución, a la que desde entonces
tratarían de destruir.
El 19 de enero de 1959, una Representante
norteamericana declaró que “el pueblo de los Estados Unidos está profundamente
sorprendido y horrorizado por las ejecuciones políticas en Cuba” y solicitaba “procesos
imparciales” para los acusados. La publicación de estas declaraciones estuvo
acompañada por una sencilla reflexión del periódico Sierra Maestra: “El
pueblo de Cuba pregunta cuándo la
oposición pública norteamericana protestó contra las bombas y las armas que su
gobierno daba para asesinar a los habitantes de Cuba.
Menos de una semana después de esa declaración, otro
Representante estadounidense, de visita en Cuba, con más sentido sobre el
honor, la vergüenza y la verdad, declaró: “Los fusilados son reos que han
torturado y asesinado a indefensos. Merecían la muerte”
Por esos días, el embajador de los Estados Unidos en
Cuba solicitó su renuncia, alegando que era beneficioso para los intereses de
su país. Ya se había quejado de que a él lo acusaban de demasiadas buenas
relaciones con el tirano Batista. En realidad, él había demostrado
fehacientemente durante la etapa de la guerra.
Esa renuncia era, de cierta manera, un
reconocimiento de que en Cuba había pasado el tiempo en que los embajadores
yanquis dictaban lo que en este país había que hacer.
Mientras tanto, la Revolución avanzaba y aplicaba
leyes de beneficio para el pueblo.El 21 de enero se anunciaba el inicio de la
entrega de tierras a los campesinos en la indómita provincia de Oriente, comenzando
por la rebelde zona de Realengo 18, donde 250 precaristas –personas que
trabajaban tierras del Estado- recibían sus títulos de propietarias y se
declaraba el propósito de extinguir el cruel latifundismo. A partir de
entonces, la tierra pasaría a manos de sus verdaderos dueños, los que la habían
abonado con su sudor y su sangre.
Se devolvía en esos primeros días de la Revolución
al pueblo los bienes que habían sido malversados y se declaraban ilegales los
juegos lucrativos.
Quedaban disueltos los aparatos de represión.
Comenzaban a curarse las heridas de la guerra y se anunciaban cada día nuevas
medidas de la Revolución. Dese esos días iniciales, la Revolución fue el pueblo
y el pueblo fue la Revolución. Ese ha sido el cambio más profundo en la
historia cubana de todos los tiempos. Y es el mismo que quieren revertir
nuestros enemigos.
Cuba no ha dejado un solo momento de cambiar,
siempre a favor del pueblo, de la Revolución, del socialismo. Pero los cambios
que preconizan los gobernantes yanquis y la mafia contrarrevolucionaria de
Miami, no tendrán espacio nunca en este país. Fidel y Raúl lo han dicho de
forma categórica y el pueblo lo suscribe: ¡A Cuba no regresará nunca el
capitalismo!
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