sábado, 4 de diciembre de 2021

Los sueños absurdos del imperio yanqui


Orlando Guevara Núñez

La mentalidad de los gobernantes  yanquis en relación con Cuba, tiene más de un siglo de atraso. Sueñan con destruir a la Revolución y creen que podrán hacer como en 1899, cuando instauraron  aquí a un gobernador;  o como cuando impusieron la Enmienda Platt que cercenó la soberanía del país; o como en 1906, cuando volvieron a intervenir en Cuba, y nombraron otro gobernador. O como actuaban  cuando sus embajadores dictaban a los gobiernos de turno lo que podían hacer o no.

Y no abandonan  el brutal empeño. Las recientes declaraciones del presidente Biden y varios de su camarilla, los delata en lo que son: vulgares violadores del derecho internacional y de la soberanía de los pueblos. Para justificar ese bandolerismo, acuden a las más burdas mentiras y no se esconden para  reclutar, apañar y pagar a mercenarios que les hagan el juego.

La ley Helms-Burton, se ha convertido para el imperio yanqui en una obsesión. Para quienes de mala o ingenua manera creen en la generosidad del gobierno de Estados Unidos y su deseo de ayudar al pueblo de Cuba, vale un breve análisis sobre el contenido de esa macabra ley.

Un primer objetivo es apresurar un proceso de transición de gobierno en Cuba. Para eso, sería designado un Coordinador de la Transición en el Departamento de Estado yanqui. O lo que es lo mismo: un gobernador, encargado de desmembrar la Revolución e instalar un gobierno contrarrevolucionario en Cuba”.

Eliminado el gobierno cubano se comenzaría un proceso de cambios que serían, en primer lugar, la devolución  de todas las propiedades nacionalizadas por la Revolución, aclarando que el bloqueo se mantendría hasta tanto se rescatara hasta la última de éstas.

Las medidas de “beneficio” para el pueblo, incluirían la privatización de los servicios de salud y educación. Se eliminaría el sistema de seguridad social, al cual califican de inmerecido. Para aplicar  esos cambios, el gobierno imperial enviaría especialistas, con la asesoría del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional.

No faltan en sus mentes calenturientas, las rápidas medidas para, en el área residencial, revivir los desahucios y los desalojos campesinos, restableciendo las propiedades de los casatenientes y los latifundistas.

Otras medidas “salvadoras” para Cuba serían organizar, por Estados Unidos, una fuerza policial profesional, dirigida por ellos. En su demencia, se plantean cambiar el sistema electoral cubano y dictar una nueva Constitución que santifique el derecho imperial como ocupante y regidor del destino del país. Textualmente: “El gobierno de Estados Unidos ofrecerá asistencia para enmendar la actual Constitución comunista a través de legislaciones interinas u órdenes ejecutivas o la suspenderá en su totalidad”.

No podía  faltar el tema de la ciencia cubana, como es el caso de la biotecnología. Aseguran que Cuba no puede tener ese tipo de industria, pues esos centros científicos “no son apropiados por su magnitud y gastos para una nación fundamentalmente pobre”. 

Para llegar a ese fin, se arrecian las medidas actualmente aplicadas, como el bloqueo, el intento de aislamiento, las sanciones, sin descartar como último recurso la agresión armada.

Para su mala suerte, hay un factor para ellos infranqueable: la existencia de un pueblo heroico, con la disposición y la capacidad para defenderse. Esos sueños imperiales y de los mercenarios que los secundan, no han tenido, no tienen ni tendrán  en Cuba otro camino que el hasta ahora recorrido: el fracaso.  Seguiremos siendo lo que somos y jamás regresaremos a lo que fuimos.                                                   

 

 

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