Orlando Guevara Núñez
Esa afirmación de José Martí, dio nombre al discurso por él pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa, el 27 de noviembre de 1891. Fue un homenaje a los ocho estudiantes de medicina fusilados en La Habana, veinte años atrás, por el ejército colonial español.
Emotivo discurso. Pero Martí habla sobre el fruto de aquel crimen. “Otros lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada y la levadura, y el triunfo de la vida” (…) “El árbol que da mejor fruta es el que tiene debajo un muerto”.
Y asevera que: “Del semillero de las tumbas levántase impalpable, como los vahos del amanecer, la virtud inmortal, orea la tierra tímida, azota los rostros viles, empapa el aire, entra triunfante en los corazones de los vivos: la muerte da jefes, la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida: ¡así, de esos enlaces continuos invisibles, se va tejiendo el alma de la patria!”
Habló Martí ese día de lucha, de porvenir, de unión, de deberes patrios. Y la emoción le arrancó de su garganta otras bellas palabras: “Cantemos hoy, ante la tumba inolvidable, el himno de la vida”
Al final, un compromiso de continuidad, que la juventud cubana esgrime aún como símbolo de su protagonismo para proseguir la obra de quienes la han precedido:
“Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, ante el centelleo de la luz súbita, vi por sobre le yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos: ¡eso somos nosotros: pinos nuevos!
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